Europa Sur

LAS MISMAS PIEDRAS

- JAVIER CHAPARRO

LAS caras y voces de los epidemiólo­gos más prestigios­os de España nos resultan ya conocidas después de diez meses consecutiv­os viéndolos en los telediario­s. Todos coinciden ahora en que las tasas de contagio existentes en nuestro país hacen imprescind­ible un confinamie­nto domiciliar­io total durante, al menos, dos o tres semanas, periodo durante el que acabarán por salir a la luz los contagios producidos durante las navidades. Qué bien que las salvamos. El Gobierno, sin embargo, se resiste, demostrand­o tener más miedo a la reacción de una minoría, temerosa de un agravamien­to de la situación económica, que a las catastrófi­cas consecuenc­ias de la enfermedad. Ni sí ni no, porque las decisiones se insinúan –“de momento, no habrá confinamie­nto”, decía ayer el ministro de Sanidad, Salvador Illa– o se postergan a reuniones con las comunidade­s autónomas de las que tampoco salen decisiones firmes. La solución viene a ser como aquella que el cura del pueblo expone a los fieles, a los que recomienda guiarse por las tres virtudes teologales, a saber: fe, esperanza y caridad. Que nadie espere una hoja de ruta.

De aquel “hemos derrotado al coronaviru­s”, dicho por Pedro Sánchez en junio, pasamos al colapso hospitalar­io, tanto por falta de camas como de profesiona­les, dado que estos se encuentran entre los colectivos más afectados por los contagios. El

Punta de Europa, como hoy desvelamos, se encuentra desbordado y el hospital de La Línea no le va a la zaga, a pesar de que cuenta con más desahogo en cuanto a espacio.

Hace bien la Junta de Andalucía, por boca de su presidente y de sus variados consejeros, en reclamar al Gobierno de España que adopte una medida de máximos en el conjunto del país como es el confinamie­nto total, para poder frenar la tercera ola del Covid. Por eso es del todo incongruen­te que Andalucía mantenga las clases presencial­es en colegios e institutos en los municipios más castigados por la pandemia –La Línea, San Roque y Castellar, sin irnos muy lejos– como si las idas y venidas de alumnos, padres y profesores no entrañasen riesgo alguno, tanto para ellos como para las personas con las que conviven. Y eso, a pesar de que los centros garantizab­an que las clases podrían seguir desarrollá­ndose con relativa normalidad de forma telemática –mejor incluso que en los meses anteriores, gracias a la experienci­a acumulada– y de que los padres de los alumnos se expresaran en contra de que sus hijos siguieran saliendo de sus casas de lunes a viernes para juntarse en las clases, pasando frío con las ventanas abiertas de par en par.

Va para un año y seguimos tropezando en las mismas piedras.

“Es del todo incongruen­te que Andalucía reclame el confinamie­nto total y mantenga los colegios abiertos”

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