Europa Sur

Un mono carísimo y una pelea en el destierro

El uniforme de pintor se pone de moda y alcanza los 600 euros La Campos y la Gemio acaparan las portadas tras su enfrentami­ento

- DIEGO J. GENIZ

ESCRIBO estas líneas con copa de cisco carbón a mis pies –ya que no está la cosa para mucho despilfarr­o eléctrico– cuando me percato de que hay un día internacio­nal dedicado a la croqueta, ese manjar de dioses (y algún que otro demonio) que es el convidado perfecto en cualquier buena recepción que se precie. Sí, aquellos actos de sociedad que han pasado a mejor vida con la dichosa pandemia, que a este paso va a contabiliz­ar tantas olas como la mítica canción de la Jurado. Como una ola de placer es lo que provoca este plato gastronómi­co cuando su ocre envoltura (marchando una ración bien despachada de cursilería) se deshace en el paladar de los mortales.

Mis preferidas son las de puchero, que con estos fríos entonan muy bien los cuerpos. Una croqueta con los avíos del puchero supone una severa rotundidad en la boca de los presentes. Poca cosas pueden colmatar más las papilas gustativas de un convidado a casa (cuando pueda retomarse esta costumbre).

La croqueta, además, es un alimento bastante versátil. Le cabe todo (no me sean mal pensados, que con estos fríos el subconscie­nte también se queda a menos cero). En contenido, formas y textura. Las hay de las que salpican. De esas que están hechas con una bechamel muy, muy fina; cual seda láctea en lengua rosada (vayan pidiendo almax para digerir esta definición tan empalagosa). Son las llamadas croquetas explosivas (como las de Casa Ricardo, en el sevillano barrio de San Lorenzo), que requieren de un mono de trabajo para degustarla­s, a riesgo de que su ropa quede estampada de salsa blanca (¿recuerdan a Mónica Lewinsky?).

Sí, he dicho mono, ese uniforme de trabajo tan usual en los pintores que encalan las fachadas de las casas andaluzas cuando llegan –o llegaban– las grandes fiestas de ciudades y pueblos. Y, además, dicha indumentar­ia está de última, de ultimísima y carísima moda. Especialme­nte después de que Ralph Lauren haya sacado al mercado un mono azul con lamparones de pintura. Como lo leen. Cuando el pintor (o pintora, que aquí siempre abogamos por la igualdad de género) vaya a su casa, hágaselo saber. Lo que lleva encima se cotiza bastante alto: 600 euros en temporada normal y 489 en rebajas.

Y es que la pandemia ha vuelto a la moda muy doméstica. Muy de andar por casa, para que ustedes me entiendan. Falta ahora que alguna firma destacada nos sorprenda con una línea de guatinés acolchados, con cuello y botonadura para soportar, sin perder un ápice de glamour, el autoconfin­amiento. También pido una línea de babuchas, con tela de paño y a cuadros, para que los pinreles no se queden como el protagonis­ta de El Resplandor en estos días en los que el grajo no es que vuele bajo, es que se ha quedado directamen­te adherido al suelo.

Todo sea por guardar la elegancia y la compostura, la que –me dicen– no demostraro­n la Gemio y la Campos en la sonora entrevista de la que se han hecho eco las revistas del corazón esta semana. Resulta que la que fuera pareja de Nilo Manrique invitó a la ex de Bigote Arrocet a una entrevista en su canal de Yotube, en justa correspond­encia a la que la malagueña le había realizado semanas antes en su otro canal (tanto monta, monta tanto). Pues resulta que la que fuera presentado­ra de Sorpresa, Sorpresa intentó halagar a la chicha Hermida y le salió el tiro por la culata, de tal forma que la bala le acabó impactando en sus oídos cuando la madre de Terelu la llamó, por corto y en derecho, “cerda” (animal, por cierto, del que se extrae el jamón con el que también se elabora otra especialid­ad de croquetas). Y todo por recordarle que a sus 80 años aún está activa. En asuntos de la edad, como decían mis ancestros, mejor ni preguntar ni referir.

Aquello ha creado una polémica que viene a ser al mundo de la televisión como las Postrimerí­as de Valdés Leal, cuadro barroco en el que todo reino carnal –toca ponerse místico– fenece ante la única verdad a la que todo ser viviente está condenado. “¡No miente usted a la parca!”. No, no. Me refiero a que Gemio y Campos hace tiempo que fueron desterrada­s de las grandes cadenas de televisión, y ahora expían años de protagonis­mo en el purgatorio de los youtubers e influencer­s, como principian­tes, sin trono ni corona.

La fama, como la vida, pasa en un abrir y cerrar de ojos. Si hace unos años triunfaban en el prime time televisivo, ahora sus aparicione­s son carne de meme. “Sí, sí. Todo ese dicurso está muy bien, pero que dicen que han puesto fin a 30 años de amistad”. Nada que no pueda arreglar una buena ración de croquetas. Cuidado, que queman.

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D. S.. El uniforme de pintor que ha sacado a la venta Ralph Lauren por 600 euros.
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D. S. La Campos y la Gemio han puesto fin a 30 años de amistad.
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