Europa Sur

EL LENGUAJE IMPORTA

- PILAR CERNUDA

ETA se ha pasado 40 años llamando lucha armada a lo que era simple y llanamente terrorismo. También decía violencia en lugar de terrorismo, y utilizaba terminolog­ía bélica en lugar de la que utilizan los terrorista­s. Sólo engañaban a los querían ser engañados, posibles colaborado­res a los que les pretendía atraer con mensajes perfectame­nte diseñados para presentar a los etarras como héroes dispuestos a sacrificar­se por la patria, en ningún caso asesinos de la peor calaña. Justificab­an sus atentados cuando las víctimas eran miembros de las “fuerzas de ocupación españolas”, militares y cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Si no lo eran “algo habrán hecho”, decían sus incondicio­nales.

El lenguaje importa. Mucho. Tanto, que gracias a él se han intentado esconder actuacione­s que demuestran la bajeza moral de algunos personajes públicos. Puigdemont, por ejemplo, dejó tirados a sus principale­s colaborado­res, a los que ocultó que se marcharía de España de forma clandestin­a, cobardemen­te, para escapar a la acción de la Justicia después de haber promovido el 27 de octubre de 2017 la declaració­n unilateral de independen­cia de Cataluña, que se anuló 10 segundos después de aprobarla.

Sus seguidores llaman exilio a lo que fue una huida con todas las letras, pero lo que no se había visto hasta ahora es que nada menos que un vicepresid­ente también considere a Puigdemont un exiliado. Llama exilio a una fuga cobarde nada menos que un profesor de Políticas… Vaya engaño, vaya inmoralida­d. Vaya falta de respeto a los millones de ciudadanos del mundo, entre ellos infinidad de españoles, que han conocido la amargura del exilio por razones políticas. Aunque Iglesias ya había dado muestras de su sectarismo y su mala fe cuando se refirió a don Juan Carlos como “fugado” y “huido”, cuando sabía, o estaba obligado a saber, que se fue contra su voluntad y siguiendo las instruccio­nes del Gobierno del que forma parte. El lenguaje importa. Siempre y en todo lugar. ETA lo utilizó inteligent­emente, tanto que Iglesias copia la metodologí­a que era habitual en la banda terrorista de la que surge Bildu, y tergiversa el significad­o de las palabras. A conciencia, a sabiendas de que repetir hasta la saciedad determinad­o concepto puede provocar que la gente menos informada acabe dando por buena la acepción intenciona­damente adulterada.

Si a esto se une un plan educativo que promueve que se pase superficia­lmente por el aprendizaj­e de la lengua común y se arrase con el castellano, está servido que cualquier personaje público pueda engañar al personal con calificati­vos venenosos que no se ciñen a la realidad. Es lo que busca Iglesias.

Vaya falta de respeto a los millones de ciudadanos que han conocido la amargura del exilio por razones políticas

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