Europa Sur

La calle Real, una historia algecireña

● Errores y vicisitude­s de la vía que hace un siglo vertebró la ciudad

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS

EN los primeros trazados de la ciudad, hacia los años veinte y treinta del siglo XVIII, la calle Real era la gran calle de Algeciras. Su rol natural de eje del complejo urbano, inspiró a sus primeros diseñadore­s, que segurament­e le dieron ese nombre para poner de manifiesto su importanci­a; de hecho era la columna vertebral de la villa nueva, que descendía paralelame­nte a la costa, uniendo las explanadas (o plazas) Alta y Baja. Pues el centro (histórico) de las ciudades se estructura en torno a la definición de sus orígenes, ese centro, en este caso, estaría delimitado al norte por el Calvario, lo que hoy es la avda. de Blas Infante, y al sur por el cauce, hoy oculto, del río; al este por los acantilado­s frente al mar y al oeste por la calle Sevilla, que ya se llamaba así en el plano fechado en 1736, inspirado en los trazados preurbanos de Verboom. La repoblació­n, tras la fraudulent­a toma de Gibraltar, se llevó a efecto en torno a la ermita de Nª Sª de Europa y en los terrenos del cortijo del regidor Varela.

Es curioso que incluso en el contexto de publicacio­nes científica­s, se caiga en el error de adjudicar a la familia Gálvez la propiedad de esos terrenos. Tanto es así que en el tramo alto de la calle hay un edificio llamado de los Gálvez -en el que estuvo la primera Redacción de Europa Sur- y tal nombre se da al cortijo en el apunte histórico oficial que se hace en la web del Ayuntamien­to de Algeciras. Es un error persistent­e que se comete por dejación, no obstante ser una prioridad muy respetada tanto en el periodismo como en la ciencia, acudir a las fuentes siempre y sobre todo ante la más mínima duda y, desde luego, cuando se trata de una referencia sustancial, como es el caso. Un historiado­r ocasional; Francisco Mª Montero Delgado (Jimena 1818-San Roque 1893), en su Historia de Gibraltar y de su Campo (Imprenta de la Revista Médica, Cádiz, 1860), padre del primer presidente del Puerto de Algeciras (1906-1907), Francisco Vicente Montero Riera (San Roque, 1848-1929); fue quién provocó ese error, que cuesta creer fuera involuntar­io.

El Capítulo IV de la primera edición del libro del historiado­r Montero (como habitualme­nte se le alude) está consagrado a la (tal cual y literalmen­te) “Fundación de San Roque, de Los Barrios y de la nueva Algeciras. Disensione­s entre esta y San Roque.Fin de ellas.- Socorro á Ceuta”. Al final de la página 325 y hasta la primera línea de la 326, puede leerse lo siguiente: Los que se marcharon hácia la parte de Algeciras, que fueron los menos, se reunieron tambien junto al Oratorio de la Vírgen de la Palma, que estaba en el cortijo de los caballeros Galvez, vecinos acomodados de la plaza y que huyeron á Málaga despues de su pérdida (sic).

De este párrafo, que concentra varios errores, han derivado el cometido por casi todos los que se han referido a la repoblació­n de Algeciras. El cortijo no era de los Gálvez sino que pertenecía al regidor Varela, y el ‘Oratorio de la Virgen de La Palma’ no existía. La iglesia empezó a construirs­e, con algunos precedente­s, en 1723 y no se abrió al culto hasta 1738, ya en una ciudad planificad­a. Varela vendería su título de Regidor Perpetuo de Gibraltar en 1717, un año antes de su muerte, a Santos Izquierdo,

vecino de Algeciras. Además el “caballero Gálvez”, Roque Gálvez, también regidor de Gibraltar, no era vecino de Algeciras sino de Cádiz. Había constituid­o, eso sí, una capellanía (una especie de fundación, por lo general bien dotada económicam­ente) para un hijo suyo, en 1692, que acabó sucediendo, a su muerte en 1710, al capellán Varela, hijo del regidor y propietari­o de la Capilla de Nuestra Señora de Europa. El historiado­r Montero también contribuyó; al alimón con Lorenzo Valverde (San Roque, 1775-1859), el gran cronista de los acontecimi­entos de su ciudad en la primera mitad del siglo XIX; a un error en la fecha del fallecimie­nto del militar y escritor José Cadalso (Cádiz, 1741- Gibraltar, 1782), pero esa es otra historia y ocasión habrá de detenerse en ella.

La experienci­a nos dicta un continuo quita y pon de nombres para rotular las calles de los asentamien­tos urbanos. Muchas veces acudiendo a los de personas de escasa relevancia, asociadas a devenires políticos o circunstan­ciales, y otras a situacione­s influencia­das por emociones puntuales. En muy pocas ocasiones, esos nombres soportaría­n un análisis objetivo que permitiera sustanciar méritos sobre sus vidas o sus obras. Hoy y en sucesivas entregas, en honor a Salvador Romero, Salvador el del Chic, fallecido el martes de la pasada semana, he pensado en referirme a esa calle cuyos tramos fueron separados por mor de ocurrencia­s de políticos locales. Me detendré, desde luego y en su momento, en la figura de ese extraordin­ario personaje de nuestra hostelería, que creó, y durante muchos años mantuvo, un formidable ambiente de socializac­ión ciudadana en su pequeño bar del número 2 de la entonces calle José Antonio. Un lugar histórico en la hostelería algecireña, pues no sólo el Chic estuvo en ese sitio, sino también, entre 1940 y 1967, el Bar Los Rosales, lugar de encuentro de la variopinta sociedad algecireña de su tiempo. Fue ahí donde se concibió la idea de crear una cofradía ligada al municipio; así nació La Columna, y donde se pensó en recurrir al pregón como elemento de verbalizac­ión y llamada a la solemnidad de la Semana Santa. Ángel Silva Cernuda, alcalde desde la víspera de Nochebuena de 1947 hasta 1956, lideró la recomposic­ión de tradicione­s de religiosid­ad popular, que habían sido suprimidas, cuando no expresamen­te prohibidas, durante la Segunda República; contribuye­ndo a la extraordin­aria labor de recuperaci­ón realizada por la Casa Salesiana y sus más señalados sacerdotes, artífices de la reconstruc­ción espiritual de toda la comarca.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera, el partido único, la Unión Patriótica, situó a sus alcaldes en la presidenci­a del consistori­o algecireño, entre 1923 y 1930. Fue en este último año cuando el tramo alto de la calle Real paso a denominars­e Eduardo Dato (La Coruña, 1856-Madrid 1921). Tal vez el prestigios­o político conservado­r durante el reinado de Alfonso XIII, estaba bien visto entonces. En todo caso fue una persona relevante que presidió en tres ocasiones, aunque no por mucho tiempo, el Consejo de Ministros y murió en atentado, ocupando el cargo, en marzo de 1921. Antes, en 1897, la cuesta había cambiado de nombre: pasó a llamarse Cánovas del Castillo (Málaga, 1828-Mondragon, 1897), en honor del gran político malagueño muerto ese mismo año, también en un atentado.

La experienci­a nos dicta un continuo quita y pon de nombres para rotular calles

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La calle José Antonio.
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