Europa Sur

HIELO Y NIEVE

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA sanledma@gmail.com

LOS amantes de la Historia del Arte, recordaran sin duda a los Brueghel, una saga de pintores flamencos que a lo largo de los siglos XVI y XVII plasmaron en sus cuadros los paisajes y las escenas de la vida cotidiana de sus contemporá­neos holandeses y f lamencos. Pieter Brueghel el Viejo, sus hijos, Pieter Brueghel el Joven y Jan Brueghel el Viejo y sus nietos y biznietos (Jan Pieter, Jan el Joven, Ambrosius y Abraham) recogieron en infinidad de pinturas los usos y costumbres de la f loreciente sociedad de los Países Bajos. Resulta curioso que muchas de las obras de la dinastía Brueghel se reiteran en mostrarnos terrenos inusualmen­te fríos, nevados y helados: “Paisaje invernal con patinadore­s y trampa para pájaros”, “Paisaje con patinadore­s”, “Cazadores en la nieve” o “El empadronam­iento en Belén” (donde la ciudad natal de Jesús recuerda más a una estación de esquí que a una aldea palestina). Tal preferenci­a por mostrar una naturaleza invernal, dominada por los tonos grises y con la nieve o el hielo como elementos protagonis­tas, no es más que el testimonio de la época en que les tocó vivir: “La Pequeña Edad de Hielo”, un periodo que abarca desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del siglo XIX en el que se produjo un pronunciad­o descenso de las temperatur­as en el Hemisferio Norte. Esta prueba “gráfica” de las inclemenci­as climáticas de aquel tiempo, se puede reafirmar con el suceso histórico que acaeció durante las guerras de Flandes a los 5000 hombres que conformaba­n el 7 de diciembre de 1585 el Tercio de Zamora. La tropa no podía salir de la isla de Bommel en la desembocad­ura del río Mosa, debido al bloqueo de un centenar de barcos holandeses. La situación se tornó desesperad­a para los soldados españoles cuando el almirante neerlandés mandó abrir el dique del río para inundar el campamento español. No quedó más tierra firme que el montículo de Empel. Allí uno de los soldados que cavaban trincheras encontró una tabla flamenca con la imagen de la Virgen María. Los españoles considerar­on el hallazgo como señal de protección divina y se encomendar­on a la Virgen de la Inmaculada para entrar en combate. Esa noche un gélido viento heló las aguas del Mosa y el Tercio, marchando sobre el hielo atacó a la inmoviliza­da escuadra holandesa. La victoria se conoció como el “Milagro de Empe” y convirtió a la Inmaculada, entonces, en patrona de los Tercios de Flandes y hoy, del Ejército de Tierra. Tanto en la conducta de los soldados como en la actitud de los personajes de las pinturas de los Brueghel se puede observar la convivenci­a resignada (y a veces feliz) de las gentes de aquel periodo con la severidad del clima. Nada que ver con el caos, la angustia y la impacienci­a que se ha apoderado de los madrileños y sus dirigentes por mor de una copiosa nevada. Una prueba más de que a pesar de nuestra sofisticad­a tecnología, seguimos siendo peleles a merced de las fuerzas de la Naturaleza.

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