Europa Sur

AHORA LAS VACUNAS

- ISMAEL YEBRA

NO salimos de una cosa y ya estamos en otra. Como si no fuera bastante con la que tenemos encima y lo que está por llegar, hay que sumar un añadido importante: la desconfian­za. La propaganda, que siempre estuvo presente en todas las esferas de la sociedad, no es que lo domine todo, sino que ha conseguido anular cualquier atisbo de independen­cia. Si a ello unimos esa jaula de grillos que se ha dado en llamar redes sociales, tenemos el cóctel perfecto: la confusión. Y tras ella la desinforma­ción, la manipulaci­ón e inexorable­mente para las personas que pretendan pensar libremente, la desconfian­za.

Casi un año llevamos ya bajo los efectos del covid-19 y todavía existen conceptos muy simples que permanecen confusos. La voz de científico­s independie­ntes que no trabajen para los grupos de presión, apenas se oye; está acallada por la de propagandi­stas y oportunist­as varios que, por mucho que dispongan de un título universita­rio que justifique su presencia en los medios, todos sabemos que lo hacen siguiendo la voz de su amo, siempre a favor o en contra de decisiones dictadas, según beneficien o no a determinad­os intereses.

Para un tema tan simple como es el de las mascarilla­s, el debate se prolongó durante meses y todavía no están claras del todo ni la utilidad de algunos modelos ni determinad­as circunstan­cias especulati­vas que giran en torno a su fabricació­n, distribuci­ón y venta. Las normas y restriccio­nes varían, con frecuencia de forma incongruen­te, de unas comunidade­s a otras, de una semana para otra, de unos espacios públicos a otros.

Lo ideal sería dejar en manos de cada uno el compromiso de cumplir la normativa, pero la educación que se ha dado desde hace décadas en nuestro país está bien lejos de potenciar la responsabi­lidad individual y el respeto a lo colectivo.

Y ahora las vacunas. El dilema está servido. Tras la expectació­n creada en torno a ellas, las circunstan­cias en las que llegan solo alegra a los interesado­s y a las almas cándidas. Los datos sobre su eficacia no son bien conocidos, lógico ante la falta de experienci­a, pero se habla de porcentaje­s inciertos de efectivida­d, de la necesidad de sucesivas dosis no siempre disponible­s, prioridade­s a la hora de administra­rla y, como fondo, una carrera desenfrena­da para su comerciali­zación por parte de empresas privadas. Todo ello conduce a una clara confusión y a una inevitable desconfian­za.

La voz de científico­s independie­ntes que no trabajen para los grupos de presión, apenas se oye

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