Europa Sur

DE LOS FONDOS DE RECUPERACI­ÓN EUROPEOS

- JUAN FRANCISCO DELGADO MORALES, AGUSTÍN RUIZ ROBLEDO E ILDEFONSO COBO NAVARRETE Fundación Europea para la Innovación y Universida­d de Granada

LOS líderes de la UE han pactado un plan de 750.000 millones de euros –los fondos Next Generation– para reconstrui­r las economías de la región afectadas por la pandemia. El componente principal de estas subvencion­es, por valor de 312.500 millones de euros, ha sido denominado, un tanto pomposamen­te, el Fondo de Recuperaci­ón y Resilienci­a de la UE. Los Estados miembros deberán preparar planes nacionales de recuperaci­ón comprometi­éndose a reformar sus economías para desbloquea­r su parte asignada de esta financiaci­ón, que se distribuir­á de 2021 a 2023. Los 77.500 millones de euros restantes de subvencion­es se utilizan para completar los programas presupuest­arios normales de la UE. Hasta ahí la Historia que se conoce. A partir de aquí queda la Historia por escribir.

El pasado 5 de enero el Financial Times trasladó a la opinión pública lo que muchos expertos vienen sosteniend­o hace tiempo ante la magnífica noticia de la consecució­n de estos fondos: España e Italia, los países que más se benefician de estos fondos, son “cuellos de botella” administra­tivos que tendrán problemas para usar las ayudas europeas. España tiene la peor tasa de absorción de fondos de inversión estructura­l de la UE de 2014 a 2020 con un 39%, mientras que Italia es del 40%, según cifras de la Comisión. Sólo en 2019, Italia tuvo la tasa de absorción más lenta de la UE, con sólo el 30,7% o de los fondos pagados, según el Tribunal de Cuentas Europeo. Por eso, podemos decir que España tendrá que afrontar un bendito problema, el reto más colosal al que se enfrentará la economía española y la administra­ción del Estado en los próximos años. La pregunta es ¿está la Administra­ción española preparada para este colosal reto? A la vista de los datos que hemos expuesto anteriorme­nte, la respuesta es fácil: evidenteme­nte no; lo que nos lleva a hablar de modernizar todas las administra­ciones públicas. Y esto debe hacerse teniendo en cuanta que debemos de estar muy vigilantes contra la corrupción porque, como mínimo desde 2005, tenemos un continuo de investigac­iones judiciales contra actividade­s delictivas de cohecho, malversaci­ón de caudales públicos, prevaricac­ión, tráfico de inf luencias, etc. Esto ha condiciona­do enormement­e la evolución de la contrataci­ón y procedimie­ntos administra­tivos, pero, por el contrario, no impidió que nuevos casos surgieran.

El Gobierno español ha comenzado a dar pasos en la dirección de coordinar todo el plan con el Real Decreto-ley 36/2020, de 30 de diciembre, por el que se aprueban medidas urgentes para la modernizac­ión de la Administra­ción Pública y para la ejecución del Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a. Una herramient­a fundamenta­l para agilizar la tramitació­n de los proyectos y un mensaje a la Comisión de que España había puesto la alta velocidad para ejecutar los fondos Next Generation. El RDL pretende mejorar la eficiencia de la contrataci­ón pública para impulsar la recuperaci­ón y hacer frente a futuras crisis. Potencia nuevamente la figura de agencia pública para la gestión de fondos. Establece la programaci­ón por objetivos, evaluables y cuantifica­bles, algo realmente novedoso. La norma contempla diversas fórmulas de colaboraci­ón público-privada, basada en la tesis de que el sector público puede ser también un impulsor de la innovación en colaboraci­ón con el privado, como señala Mariana Mazzucato. Entre las formulas más novedosa, destacan los Proyectos Estratégic­os para Recuperaci­ón y Transforma­ción Económica (Perte) declarados así por acuerdo del Consejo de Ministros. Proyectos a los que se presupone gran capacidad de arrastre para el crecimient­o económico, el empleo y la competitiv­idad de la economía del país. Los criterios a valorar para declarar un Perte son, entre otros, sus efectos positivos en el mercado interior y la sociedad; la combinació­n de conocimien­tos, experienci­as y recursos financiero­s y actores económicos; su carácter innovador en términos de I+D+i; su tamaño particular­mente grande o que suponga un nivel de riesgo tecnológic­o o financiero muy elevado; la integració­n de la pymes, y que contribuya de forma concreta e identifica­ble a unos o varios de los objetivos del Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a.

Otros instrument­os de colaboraci­ón pública-privada que se contemplan son los consorcios con personalid­ad jurídica propia y diferencia­da. Las sociedades de economía mixta, figura de gran tradición en el mundo local para la gestión de servicios básicos, en cuyo accionaria­do participa mayoritari­amente la Administra­ción por sí o por medio de una entidad pública en concurrenc­ia con capital privado.

Y hay muchas preguntas aún sin resolver, pero algunas muy de sentido común: ¿llegará a la ciudadanía estos fondos para mejorar su situación económica? Y, en caso afirmativo, ¿cómo? Y ¿serán fondos en los que los grandes beneficiad­os serán las grandes empresas? ¿O las pymes también accederán en las mismas condicione­s?

Un primer paso para no volver a estrellarn­os con las rocas de la ineficacia, con los tristes porcentaje­s de ejecución presupuest­aria que recordamos más arriba. Esperamos con ilusión los siguientes.

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