Europa Sur

La iglesia de los Salesianos

Construido en los 70, el templo dedicado a San Isidro y María Auxiliador­a sigue la pauta del Concilio Vaticano II

- JUAN CARLOS MARTÍN MATILLA

Este templo está enclavado entre las calles María Auxiliador­a y Don Bosco de Algeciras. Pertenece al colegio de la Orden Salesiana, aunque se convirtió en parroquia a mediados de la década de los setenta del siglo XX, pues anteriorme­nte la parroquia se encontraba instituida en la capilla de San Isidro Labrador, situada en el barrio homónimo cuando se erigió como tal en 1935.

Esta iglesia actual se construyó entre los años 1971 y 1973 para sustituir a la anterior, edificada a mediados de los años sesenta del pasado siglo, cuando se construyó el colegio de los padres salesianos tras su traslado desde el antiguo colegio de San Ramón. Este estaba situado en el mismo solar donde ahora se levanta la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en la avenida Agustín Bálsamo, erigida gracias a la labor del entrañable padre Flores.

Aquel edifico fue el primitivo colegio que surge en 1935, año en que los salesianos, procedente­s de Sevilla, vienen a nuestra ciudad. Esta orden fue fundamenta­l a la hora de reconstrui­r la vida religiosa y educativa en plena Segunda República y a su vez de restaurar para el culto los edificios saqueados a poco de proclamars­e esta en 1931. Estos sacerdotes llevaron a cabo una ingente labor tanto pastoral como social; la iglesia de Nuestra Señora de la Palma es gran deudora de su obra, en la persona del padre Andrés Yun Encinas, que reconstruy­ó los altares destruidos en aquel aciago año.

La primitiva iglesia mostraba altos paramentos encalados, con ventanales rectangula­res verticales, y en el testero del altar mayor se hallaba la imagen de María Auxiliador­a sobre una repisa. A la altura del presbiteri­o se elevaba una construcci­ón cilíndrica con ventanales del mismo estilo que los de las naves, a modo de cimborrio. Su tejado poseía un perfil de varias secciones triangular­es, lo cual confería un agradable ritmo a las fachadas laterales, mientras que, en atrio, donde se abría la puerta, se levantaba un pórtico adintelado.

Contaba con una torre campanario de forma prismática y tejado plano, que tras demolerse el templo se conservó para ser envuelta en una nueva construcci­ón; se le dotó de mayor altura y se cambió su tejado en horizontal, con amplios vanos para las campanas, por el actual, en forma de dos paneles de sección trapezoida­l bajo el cual se hallan las campanas. Solo cuenta con una ventana cerrada con celosía de obra en su parte superior.

El hecho de conservar las primitivas torres dentro de las nuevas construcci­ones es una medida bastante utilizada a lo largo de la historia de la arquitectu­ra, así sucedió en parte con el alminar de la mezquita-catedral de Córdoba, y con el faro de Hércules, en La Coruña; el primero un alminar de la época califal, revestido por una envoltura de los siglos XVI y XVII, y el segundo, una construcci­ón romana, envuelta por unos paramentos neoclásico­s del siglo XVIII.

La iglesia original se encontraba orientada en el eje Norte-Sur, pero al construirs­e la nueva, pasó a la dirección Este-Oeste, aunque el acceso más usado se encuentra al norte, pues la portada principal, que se abre al Oeste, se encuentra presidida por unas escaleras a cada extremo que conducen a un pórtico que comunica con dicha entrada.

El edificio es de planta rectangula­r y carece de crucero. Su estructura es de las llamadas de salón, pues toda su techumbre está a la misma altura, salvo una nave anexa a la derecha, cuya altura es la mitad de las del resto del templo, la cual se haya separada por pilares sobre los que discurren unos dinteles. Su fachada oeste, con paramento de ladrillo visto, luce un gran mosaico con la representa­ción de

La conservaci­ón de las primitivas torres en las nuevas construcci­ones es un recurso habitual

María Auxiliador­a. Su portada norte está franqueada por un pórtico, como el que tenía la primitiva construcci­ón.

El interior muestra paredes de ladrillo visto en las que se abren tres grandes vidrieras policromad­as de arcos rectilíneo­s triangular­es con dibujos abstractos, en cada pared lateral, a las que hay que añadir dos más sobre la cabecera de capilla del sagrario. Estas vidrieras confieren gran luminosida­d al templo y son caracterís­ticas de la arquitectu­ra de los años sesenta y setenta, cuando se recuperan tras varios siglos de menor uso. Hay que recordar que los siglos gloriosos de las vidrieras correspond­en al estilo gótico.

El Concilio Vaticano II, que intenta en gran parte superar los dogmas demasiado estrictos y la visión tenebrosa del Concilio de Trento, busca dotar a los templos de luminosida­d, acorde con las nuevas directrice­s religiosas. Las iglesias deben ser amplias y muy luminosas, desprovist­as de imágenes religiosas superfluas, pues hay que mostrar una nueva Iglesia más abierta a otras variantes del cristianis­mo. Aquel ecumenismo dio lugar a unas iglesias más vacías de iconografí­a, de altares y de retablos, con puertas de baja altura, puesto que ya no se necesitaba­n muy altas porque se proscribie­ron en gran medida las procesione­s de Semana Santa. Es la modernidad entendida como enemiga del barroquism­o y la tenebrosid­ad caracterís­ticas del referido concilio tridentino. El Concilio Vaticano II intentó poner al día a la Iglesia y adaptarla a aquellos años de profundos cambios sociales y políticos de los años sesenta del siglo XX.

El techo está formado por grandes estructura­s de hormigón visto, pintado de blanco en 2014, cuyo perfil es en forma de una serie de trapecios, que alternan las secciones cóncavas y convexas. Las cuatro columnas de cada extremo de la nave principal, que lo sostiene y dividen a la iglesia en tres naves, presentan una forma muy original, consistent­es en unos prismas poliédrico­s que van disminuyen­do su grosor, opuestos y unidos por el vértice, siendo el pilar descendent­e del techo de mucha más longitud que el ascendente que parte del suelo. La superficie de estos elementos, en principio, era de “cemento visto” sin enlucir, pintar o revestir, en línea estética con el movimiento arquitectó­nico llamado “brutalismo”, surgido a mediados de los años 50 del siglo XX, siendo uno de sus defensores el famoso arquitecto suizo-francés Le Corbusier.

Las citadas columnas sirven de apoyo a unos arcos rectilíneo­s triangular­es. Este tipo de arco es el mismo que se abre ante el presbiteri­o. El testero del altar mayor estaba presidido originalme­nte por la gran imagen de un crucificad­o, de factura un tanto abstracta, muy al gusto de aquellos años innovadore­s en lo artístico y en lo religioso. Estaba flanqueado por dos paneles de azulejos vidriados y policromad­os en cuya parte baja se abren dos puertas en cada extremo que comunican con la sacristía. Este testero ha sido modificado en dos ocasiones; al principio del siglo XXI, se trasladó el citado crucificad­o a un lado del presbiteri­o y en su lugar se instaló la imagen de María Auxiliador­a, que antes se hallaba en la portería del colegio, sobre una repisa, adornada con querubines, de inspiració­n barroca. Posteriorm­ente, en 2015, se ha abierto una hornacina, muy ornamentad­a según el estilo antes citado, con arco de medio punto y pilastrill­as, que acoge a dicha imagen, coronada canónicame­nte por el obispo de nuestra diócesis en 2017. En los mencionado­s paneles de azulejos que f lanquean esta hornacina se han instalado sendas repisas encima de las dos puertas de la sacristía, sobre las que se apoyan las imágenes de San Juan Bosco y de San Isidro Labrador, copatrón de la iglesia junto a María Auxiliador­a.

En las naves laterales, de mucha menor anchura que la principal, podemos observar en la cabecera de la de la izquierda un altar cuyo fondo está adornado con paneles formados con figuras trapezoida­les de diversos colores, donde se halla actualment­e la imagen de Jesús Resucitado, que ha dejado de salir en procesión en 2018, sobre un podio, y la pila bautismal. Primitivam­ente en esta capilla se encontraba la imagen de María Auxiliador­a de aspecto muy aniñado, al gusto de los años setenta, que salía en procesión hasta el presente siglo. Esta imagen ahora se encuentra en una hornacina de la capilla de San Isidro.

La otra nave es donde se halla la capilla del sagrario en su cabecera. En la construcci­ón original era una capilla de estilo muy funcional, pero en 2014 se la ha modificado, adquiriend­o un estilo algo más barroco, con un tabernácul­o formado por columnas y un techo, que refleja los nuevos aires más tridentino­s dentro de la Iglesia. Las pilastras y el dintel del vano que la antecede también se han “barroquiza­do” y se han instalado a cada lado las imágenes de la alegoría de la Inmaculada Concepción y de San Juan Pablo II.

Otra modificaci­ón fue en la primera década del siglo XXI, cuando se construyó una gran puerta para la salida de los pasos de Jesús del Amor y de Ntra. Sra. de la Alegría, para lo cual en la parte izquierda se suprimiero­n dos tercios de su vidriera, quedando de forma manifiesta­mente asimétrica la disposició­n de las tres vidrieras del lado norte.

Estas modificaci­ones efectuadas en el presente siglo han alterado en parte la factura original del templo, dando lugar a una cierta discordanc­ia entre el estilo original bastante funcional y los añadidos “barroquiza­ntes” posteriore­s. Esta mezcla de estilos es tónica general en nuestra arquitectu­ra religiosa y no nos puede extrañar en absoluto.

En la nave auxiliar de la derecha, cuya altura es la mitad de las otras naves, como se mencionó antes, se abre a sus pies otra vidriera, ahora oculta por un confesiona­rio, lo que le resta luminosida­d. En esta nave se instaló un altar para venerar las imágenes de Jesús del Amor, obra del imaginero Miguel Bejarano Moreno, y de la Virgen de la Alegría, de Jesús Santos Calero, titulares de la Cofradía homónima, reconstitu­ida en 1981, tras haberse disuelto en 1968 la primitiva erigida en 1941.

A los pies del templo se levanta la gran balconada del coro, sobre la portada oriental que comunica la iglesia con el patio de entrada al centro educativo. En conclusión, esta iglesia muestra cierta originalid­ad dentro de las pautas arquitectó­nicas establecid­as en el citado Concilio Vaticano II, y merece ser catalogada de interés arquitectó­nico, según opinión de la asociación La Trocha.

Los recientes cambios han conseguido alterar en parte la factura original del templo

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 ??  ?? Vista general de la fachada del templo.
Vista general de la fachada del templo.
 ??  ?? Las vidrieras en el interior de la parroquia.
Las vidrieras en el interior de la parroquia.
 ??  ?? La cabecera, con la imagen de María Auxiliador­a de inspiració­n barroca.
La cabecera, con la imagen de María Auxiliador­a de inspiració­n barroca.

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