Europa Sur

Para Conchi Rodríguez

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No sé qué decirte, querida Conchi, te has ido tan de improviso, tan sin esperarlo, que todavía estamos con la sensación de que todo esto ha sido una horrible pesadilla que nos ha dejado el alma exprimida de dolor y el corazón totalmente estrujado, sin poder reaccionar. Porque esto nadie lo esperaba, ni siquiera los médicos que te iban a dar el alta ese lunes fatídico en el que cogiste el último tren de tu vida. Tus hijos limpiaron el piso y compraron ropa nueva para la casa, a fin de que te encontrará­s a gusto y confortabl­e en el que siempre fue tu hogar. Y el sábado anterior a tu partida estuvimos hablando por teléfono contigo, te encontramo­s con voz fuerte y segura, como siempre, y nos comunicast­e tu proyecto de vida ‘para la semana que viene’, y era vivir con tu hija y dormir en la misma habitación de ella. Todo lo tenías en tu mente, así como la preocupaci­ón por Lourdes, que estaba también hospitaliz­ada “y nunca había pasado solita tantos días”. Por eso fue algo terrible lo que sentimos cuando nos comunicaro­n tu fallecimie­nto, por lo inesperado y dramático de la noticia, nunca pensada ni admitida. Así que ahora, la desolación por tan terrible hecho, nos ha hundido en un mar de lágrimas que no podemos cortar.

Tu imagen sigue presente en mi cerebro y no puedo dejar de pensar en ti. Porque todavía no te tocaba y teóricamen­te habías vencido al maldito virus e ibas a empezar una nueva vida junto a tu hija. No pudo ser. La fatalidad o el destino hizo que no se cumpliera el proyecto que tú misma te habías marcado: Vivir y dormir con Lourdes.

Quién sabe si fue Juan, tu marido, el que te llamó y no pudiste resistir la tentación de estar junto a él, y seguir unidos para siempre, igual que lo estuvistéi­s en vida. Nunca lo podremos saber.

Hasta siempre, querida Conchi, que tu recuerdo sea siempre placentero y dulce como tú lo fuiste en vida. Un millón de besos, allí dónde estés.

Belarmina Gemio Martínez (Correo)

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