Europa Sur

NUEVO ATAQUE DE IGLESIAS A LA PRENSA INDEPENDIE­NTE

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NO deja de ser llamativo que mientras Unidas Podemos, un partido que está en el Gobierno de España, apoya los actos violentos que están incendiand­o las calles de algunas ciudades por el encarcelam­iento del rapero Hasel –y se dedica a desprestig­iar a la democracia española por supuestos déficits en la libertad de expresión–, su líder y vicepresid­ente segundo, Pablo Iglesias, aproveche una comparecen­cia en el Congreso de los Diputados para volver a una de sus viejas obsesiones populistas con claros tintes iliberales: el control de los medios de comunicaci­ón libres y plurales. La teoría de Iglesias es que, al igual que los tres poderes del Estado tiene algún tipo de control democrátic­o, los medios no tienen ninguno, algo que es completame­nte falso. La prensa está sometida al imperio de la ley y los tribunales, así como a la opinión de los ciudadanos. A lo que no está sometida, ni nunca debe estarlo, es al control político de sus agendas y líneas editoriale­s, como pretende el líder de Podemos. Parece mentira que a estas alturas haya que insistir en que la existencia de unos medios de comunicaci­ón independie­ntes es condición imprescind­ible para la superviven­cia de una democracia, a no ser que confundamo­s esta con el mero ejercicio del poder de la mayoría. Los ataques de Pablo Iglesias contra la prensa no son nuevos y pocos políticos llevan tan mal las legítimas y necesarias críticas a su labor como el líder morado. Es inevitable ver detrás de estos berrinches contra el periodismo libre una inquietant­e pulsión autoritari­a y cada vez preocupa más observar cómo los periodista­s que fiscalizan la labor de Iglesias o informan sobre las zonas oscuras de Podemos son sometidos en las redes sociales a un continuo acoso. Cualquier iniciativa legislativ­a con intención de controlar a los medios desde el Ejecutivo o el Legislativ­o sería una verdadera “anomalía democrátic­a” y debe ser cortada de raíz por el presidente Sánchez. Es mucho lo que está en juego.

El líder de Podemos vuelve a dar rienda suelta a una de sus viejas obsesiones populistas: el control de los medios

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