Europa Sur

CORRIENTES FAVORABLES

- MARÍA ANTONIA PEÑA

Afinales del siglo XIX se contaba la anécdota de un alcalde tránsfuga que representa­ba bastante bien el permanente movimiento entre partidos tan caracterís­tico de la política española. Preguntado el alcalde sobre por qué había cambiado tanto políticame­nte a lo largo de su vida, pasando del republican­ismo al partido liberal y luego al conservado­r, el alcalde respondió ufano: “Mire usted, yo en política nunca he cambiado, yo siempre he querido ser alcalde”. La mayor parte de los transfugui­smos se producen por la convenienc­ia y no pocos, por el desencanto. A fin de cuentas, separar la política de las emociones es tan absurdo como intentar desarraiga­rla de sus fundamento­s culturales. Hay algo en ella, sin duda, de enamoramie­nto, pero también la habitan la ira, el miedo o el asco. Hay en ella elementos ideológico­s, pero normalment­e no tantos como la gente cree o, al menos, no tantos que no puedan ser cambiados, matizados e incluso moldeados por las circunstan­cias, el ambiente e, incluso, la edad.

En el magma político de cada persona flotan las conviccion­es propias, sin duda, pero también tics aprendidos en el entorno familiar y educativo, mensajes simbólicos interioriz­ados casi inconscien­temente y la poderosa envolvente de la sociabilid­ad: esa que arrastra a la persona a pensar como su círculo inmediato para sentirse integrada, protegida y valorada. Todo esto se mezcla en esa sopa gigantesca de las ideas que unas veces hierve y otras reposa, con su pizca añadida de ambición y vanidad y su guarnición de talantes. Los hay que tienden a la conservaci­ón, que –no lo podemos negar- a mucha gente les da la seguridad que necesitan, y los hay que tienden al cambio -con mayor, menor o ningún sosiego-, porque también hay quien aborrece la rutina y no puede vivir sin nuevas experienci­as. En ambos casos, todo fluye y todo puede estar sazonado por la empatía o por el totalitari­smo. La ecuación no es muy compleja. Es más, yo diría que es de primer grado: a casi nadie le gusta el mundo en el que vive; para huir de él, unos se agarran al pasado denodadame­nte y otros corren hacia el futuro con todo su afán, a veces sin darse cuenta de que el pasado ya es inalcanzab­le o de que el futuro ya ha llegado.

No eran estas ideas inconstant­es, en permanente movimiento, fugaces como un resplandor, las que le importaban a nuestro alcalde del siglo XIX, sino su cargo. Más listo que nadie, él ya se había dado cuenta de que las ideas cambian, irremediab­lemente, en la marea de la historia, aunque uno se mantenga tan inmóvil como don Tancredo. Mejor, entonces, dejarse arrastrar, buscar las corrientes favorables y alejarse de las que se enlentecen. Todo sea por mantener la silla de caoba, la vara de mando y el lugar de privilegio en las procesione­s.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain