Europa Sur

UNA TARDE SIN ‘BARRIO SÉSAMO’

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

LLEGAR del colegio y comprobar que toda la rutina ha saltado por los aires. ¿Qué ha pasado? Esa liturgia de merienda larga ante el televisor no existió por un día. Barrio Sésamo era sagrado y se fue al garete. Algo así no pasó de nuevo hasta la repentina explosión del Challenger cinco años después, cuando cortaron bruscament­e la programaci­ón infantil. Quizás la tarde del 23-F de 1981 concentre los primeros recuerdos nítidos de la existencia de un niño de la quinta del 74. Toda la tarde mirando por la ventana para tratar de percibir alguna señal de revuelo equiparabl­e a las que notaba en casa. Si en la calle no pasa nada, ¿a qué viene tanto ajetreo? La radio, la radio encendida. La radio como nunca antes la había notado. Todos los hermanos enclaustra­dos hasta la llegada de los padres, ambos trabajando en la calle. ¿Quién baja al bar a por una casera blanca? Llévate el casco de vidrio. Sí, se puede bajar, la calle está tranquila. No pasa nada grave. Toda la tarde marcada por la inquietud, las llamadas de teléfono y una expresión que se repetía: “¡Un golpe de Estado, un golpe de Estado!”. ¿Qué es un golpe de Estado? Nadie te lo explica. Suena y suena el teléfono del marcador de rueda con las iniciales C.T.N.E. Todos reunidos por la noche en una habitación delante de un televisor de marca Elbe hasta que aparece un señor con uniforme militar y semblante serio. Silencio. Está sentado, con la mirada fija en la cámara. Nada, no pasa nada. ¿Lo ves? Todos a la cama. Por la mañana mi padre sale con toda normalidad, con el tiempo me enteré de que fue a pagar la contribuci­ón del piso de la playa en una oficina del centro de la ciudad. No cabía mayor prueba de normalidad. En el colegio faltó algún niño el día 24. Pero fueron casos aislados. Se disolvió ese tumulto de Madrid, como lo haría el gas de aquella gaseosa. El 23-F quedó fijado en la historia, como aquellos cascos de vidrio que había que llevar si no querías que te cobraran el nuevo. Durante muchos años se guardó un periódico con la portada de aquellos hechos. Un ejemplar que te enlutaba las yemas de los dedos. Y en poco tiempo salió un videojuego titulado El Golpe para aquellos ordenadore­s Spectrum que marcaron los años 80. A veces lo mejor es que tras la tempestad venga la frivolidad. Aquel camino enfangado los días de lluvia que se veía por la ventana, por cierto, terminó siendo en poco tiempo una gran avenida de seis carriles con bulevar. Por ella pasó nada menos que un Papa en noviembre de 1982. España se había por fin modernizad­o. Los tapones de La Casera dejaron de ser de palanca para ser de rosca.

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