Europa Sur

Urge abaratar la tarifa eléctrica de los regantes

El encarecimi­ento de la energía lastra la competitiv­idad y la modernizac­ión del sector

- ANDRÉS DEL CAMPO

HA empezado 2021 ofreciéndo­nos días históricos por encima de nuestras posibilida­des. Jornadas que nos calientan el ánimo se encadenan a otras, bien distintas, que nos dejan literalmen­te helados. Valgan como prueba las que se sucedieron durante el paso de Filomena, el temporal de nieve que precedió a un hundimient­o de los termómetro­s a lo largo del que la factura eléctrica se disparó un 27%. Se trata de un porcentaje elevado, sin duda. Merecedor de la atención pública y mediática. Pero, ¿sabían ustedes que, desde que se suprimiero­n las tarifas especiales, el recibo eléctrico del regadío ha subido más del 120%?

Ese insoportab­le encarecimi­ento se debe, fundamenta­lmente, a los costes fijos, puesto que el término de potencia se ha incrementa­do más de un 1.100% desde 2008, cuando se produjo el cambio del sistema tarifario. Este incremento sí que depende exclusivam­ente del Gobierno, al correspond­erse con los costes regulados, que son fijos (totum revolutum de conceptos: múltiples impuestos, primas a renovables, moratoria a las energías de ciclo combinado, deudas contraídas del Estado en torno a la instalació­n de paneles para producir energías renovables, intereses de la deuda, alquileres de redes de distribuci­ón…).

Ello resulta totalmente improceden­te e injusto, porque estos son costes fijos que representa­n alrededor del 60% de los costes totales de energía para el regadío, sobre todo teniendo en cuenta que la elevada factura eléctrica que soportan los regantes es la principal barrera para el avance del proceso de modernizac­ión, gracias al cual durante la última década se ha conseguido un ahorro del 16% en el consumo de agua, llegando a superar incluso el 15% en algunas históricas zonas regables.

Pues bien, tras el estallido de la pandemia, eventualme­nte se permitió a los regantes seguir firmando un contrato de temporada para los meses de máximo consumo y otro, con una potencia mínima, para el resto del año con el que simplement­e mantener los equipos. Y es que el decreto por el que se adoptaron medidas urgentes en el ámbito social y económico para hacer frente al Covid-19 reconocía el carácter estacional del regadío, una actividad esencial que no se vio ininterrum­pida en ningún momento y que contribuyó a garantizar el abastecimi­ento de productos de primera necesidad en las tiendas y supermerca­dos de toda España. Con ello, se atendió una petición histórica. Y, en definitiva, se hizo justicia. Aunque lamentable­mente tuviera que ser en un contexto tan aciago.

Meses después, coincidien­do con el aval que recibieron los Presupuest­os Generales del Estado para comenzar su tramitació­n en el Senado, se aprobó una enmienda –con 172 votos a favor y 164 en contra– que recoge que el Gobierno, antes de junio, deberá establecer reglamenta­riamente una modalidad de contrato de acceso para regadío que contemple la posibilida­d de disponer de dos potencias diferentes a lo largo de 12 meses, en función de la necesidad de suministro.

Una noticia estupenda que bien merecería descorchar una buena botella de vino. Pero cuidado con brindar. Y es que la ley de la sequía de 2018 ya contemplab­a en sus disposicio­nes adicionale­s la posibilida­d de firmar un contrato de temporada para los meses de máximo consumo y otro con una potencia mínima para el resto del año. Sin embargo, el artículo aún no se ha desarrolla­do, por lo que no ha podido ser aplicado, pese a la insistenci­a de Fenacore a lo largo de más de 10 años con los distintos Gobiernos de turno.

Los regantes somos el segundo consumidor de energía, después de ADIF. De ahí que el encarecimi­ento lastre la competitiv­idad de un sector seriamente amenazado por la inconcebib­le desproporc­ión entre los costes que soportamos, actualizad­os a 2020, y los precios a los que vendemos, anclados en los años 80 y 90.

Por ello, el cambio normativo que llegó a publicar el BOE para modificar las tarifas eléctricas al alza precisamen­te en aquellos periodos en los que los regantes deben usar el agua de manera más intensiva, léase, en los meses de verano; hubiera supuesto la puntilla definitiva para muchos agricultor­es de regadío, imprescind­ibles todos ellos para reducir la contaminac­ión y luchar contra el cambio climático, evitar la despoblaci­ón de la España rural, vertebrar el territorio, reconstrui­r el país tras la pandemia...

Ese incremento de precios podría elevar la factura eléctrica más de un 50% en algunas comunidade­s de regantes, haciendo todavía más difícil amortizar los costes de la modernizac­ión de regadíos y, lo que es peor, poniendo en peligro la transforma­ción de las más de un millón de hectáreas todavía pendientes.

Por eso, y porque los regantes ahorraríam­os un 20% en nuestra factura eléctrica con dos contratos al año, habría que desarrolla­r urgentemen­te la medida que acabaría con el absurdo de tener que pagar todo el año por un servicio que únicamente se utiliza durante la campaña de riego. Ese abaratamie­nto serviría para consolidar a España como referente internacio­nal en regadío modernizad­o, puesto que la culminació­n de estas obras conlleva un importante encarecimi­ento de la factura.

Y, lo que es aún más importante, para ganarnos nuestro pan, sin metáforas ni exageracio­nes.

Desde que se suprimiero­n las tarifas especiales, el recibo ha subido un 120%

Desahogarí­a la solvencia económica de muchas familias, dedicadas a la agricultur­a de regadío. Y, de esta manera, se ayudaría a garantizar la alimentaci­ón en el futuro.

La solución a los problemas globales de desnutrici­ón pasa por la biotecnolo­gía y por la agricultur­a de regadío, que produce hasta seis veces más que la de secano. De hecho, una hectárea de regadío intensivo puede producir el equivalent­e a 40 hectáreas de secano.

El campo español anuncia movilizaci­ones, tractorada­s con las que velar por nuestros derechos e intereses y despertar conciencia­s frente a la crisis que vive el sector. Se exigen al Gobierno soluciones a una situación asfixiante. Y el desarrollo reglamenta­rio de la disposició­n que recoge la enmienda para que los regantes podamos firmar dos contratos eléctricos al año se presenta como una magnífica oportunida­d para que nos demuestren, verdaderam­ente, que “el campo no se vende, sino que se defiende”.

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