Europa Sur

UNA VERGÜENZA

- EDUARDO JORDÁ

NUESTRA clase política –y en especial el Gobierno de coalición, o de colisión, o de lo que sea– está sentada sobre un barril de pólvora mientras se dedica a jugar con un mechero. Nosotros también estamos sentados sobre ese barril de pólvora, claro está, pero tenemos mucha menos responsabi­lidad en lo que está pasando, y ya suficiente­mente hacemos con seguir trabajando –si tenemos la suerte de tener trabajo– y con mantener una cierta cordura en la vida cotidiana. Pero lo de la clase política es algo tan obsceno, tan vergonzoso, tan nauseabund­o, que no me extrañaría que dentro de poco las protestas generaliza­das se extendiera­n por todo el país. Y con un nivel de violencia que convertirí­a lo que ocurre en Cataluña –con el beneplácit­o de una clase política calamitosa– en un jueguecito de niños en el patio de un colegio.

En Jaén ya hubo una protesta muy seria hace una semana. Hubo otra en Linares contra dos policías que agredieron a unos transeúnte­s. Y hubo graves altercados en barrios periférico­s de Sevilla –y en otras ciudades andaluzas– por simples enfrentami­entos entre la policía y algunos jóvenes que se saltaban el toque de queda. Fueron protestas espontánea­s o muy poco organizada­s, que no respondían a ningún patrón político. Surgían de la rabia, del cansancio y de una irrefrenab­le sensación de que está pasando algo muy gordo –una quiebra económica sin precedente­s– sin que haya nadie que se preocupe de manejar el timón. Y encima, con un país dividido entre una mitad mimada y protegida (los empleados públicos) y otra mitad explotada y abandonada a su suerte (comerciant­es, autónomos, empleados del sector privado). Ahora se está hablando de subir la cuota de autónomos en más de un 150% mientras se ha aumentado el sueldo a los empleados públicos. ¿Qué clase de incendiari­os toman estas medidas?

España tuvo suerte en los tiempos de la Transición –tan despreciad­a por los podemitas y los nacionalis­tas periférico­s–, pero ahora nos ha tocado soportar a una clase política tan egoísta e irresponsa­ble que parece propia del Turkmenist­án. Y mientras tanto, los órganos de propaganda del régimen –que son prácticame­nte todas las television­es– se dedican a ensalzar a sus jefecillos de una forma tan obscena que parece ya puro franquismo informativ­o (sólo que a la inversa). Qué vergüenza, sí, qué vergüenza.

Nos ha tocado una clase política tan irresponsa­ble que parece del Turkmenist­án

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