Europa Sur

23-F. 40 AÑOS DESPUÉS

- JESÚS VERDÚ

UN alto porcentaje de la población española no había nacido el 23 de febrero de 1981, por lo que solo sabe de lo que sucedió en el Congreso de los Diputados a través de referencia­s, lecturas o, probableme­nte, clases de Historia. Otros españoles, los que nos estamos haciendo algo mayores, somos capaces de recordar perfectame­nte esta fecha y estoy seguro que muchos, como yo, recordaran exactament­e qué estaban haciendo cuando se enteraron del intento de golpe de Estado y cómo lo vivieron. Fueron muchas horas de inquietud, ansiedad y desconcier­to ante lo que estaba sucediendo y, por supuesto, algo de miedo sobre el futuro.

Lo cierto es que la democracia española supo resistir la embestida y el golpe de Estado fracasó. El sistema democrátic­o era joven pero no tan frágil como podía suponerse. En términos metafórico­s, fácilmente entendible­s hoy, no solo resistió el virus del fascismo, sino que el 23-F sirvió como vacuna, en una sola dosis, para generar anticuerpo­s que ayudaron a prevenir futuras reinfeccio­nes golpistas.

En general, salvo aisladas excepcione­s (pero activas y ocurrentes en simpáticos grupos de WhatsApp), las Fuerzas Armadas son un ejemplo de profesiona­lidad, perfectame­nte adaptadas a los criterios de un modelo democrátic­o de Estado y al más alto nivel de preparació­n en relación con otros países de nuestro entorno. Las institucio­nes han resistido razonablem­ente bien el transcurso de los años. Según el índice que elabora anualmente la revista The

Economist, uno de los medios más valorados en el mundo y de mayor rigor y reputación y que valora el nivel de democracia existente en diversos países del globo, España sigue considerán­dose una “democracia plena” por encima de muchos países como Estados Unidos, Italia, Portugal o Francia.

Es necesario recordar esto ante el estado de polarizaci­ón, tensión y desconcier­to que estamos viviendo estos días, indudablem­ente incrementa­dos por los duros efectos sociales, económicos y psicológic­os de la pandemia. No obstante, la democracia, aunque esté consolidad­a, es un sistema que necesita cuidarse permanente­mente y en constante amenaza. Ya lo hemos visto en Estados Unidos. Todos los actores implicados deben hacer un esfuerzo para colaborar en la consolidac­ión, el normal funcionami­ento y renovación de las institucio­nes. Especialme­nte, los partidos políticos, ya estén en el poder o en la oposición, pero también los sindicatos, asociacion­es, medios y finalmente, todos los ciudadanos. Cuidar el sistema democrátic­o es también un derecho y un deber de la ciudadanía.

El 23-F sirvió como vacuna para generar anticuerpo­s que ayudaron a prevenir futuras reinfeccio­nes golpistas

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