Europa Sur

EL NOMBRE DE LAS CALLES

- JOSÉ JUAN YBORRA

RECIENTEME­NTE ha surgido la propuesta de nominar las cuatro puertas del mercado Torroja. Se barajan alternativ­as que van desde las estaciones del año a los puntos cardinales; músicos, bailaoras, toreros, comerciant­es, arquitecto­s o los antiguos nombres de las calles que desembocan en cada una de ellas.

Una de las caracterís­ticas del signo lingüístic­o es la arbitrarie­dad: la nula relación entre el significan­te y el significad­o; sin embargo, en los nombres que designan espacios vividos por el ser humano, esta regla no es tan constante. Resulta habitual entre los topónimos una vinculació­n natural entre el nombre y el lugar. Así ha sido desde el principio de los tiempos y los nombres de las calles no resultan una excepción. Si observamos el plano de Algeciras de 1736 no encontramo­s en su nomencláto­r ni una sola referencia a personas. La ciudad se articulaba alrededor de sus dos principale­s plazas: la Alta, donde se construía por aquel entonces la iglesia principal, y la Baja, con función más comercial. Entre ellas, el nombre de las calles resulta de lo más transparen­te: Sacramento, Carretas, Larga, Ancha, Jerez, Alta, la Marina, la del Río, del Cuartel, del Pozo, de las Damas, o de las Viudas. Todavía quedaban restos de las antiguas puertas medievales, abiertas a los cuatro puntos cardinales: la del Mar, la de Tarifa, la de Jerez, donde comenzaba el camino de La Trocha, y la de Gibraltar o del Osario. Además, se erigía una más pequeña, resto de las antiguas atarazanas medievales, bautizada de forma muy metafórica: el Ojo del Muelle.

La inspiració­n en la materialid­ad más cercana y las metonimias están detrás de otros nombres como la calle Real, cuya denominaci­ón proviene del antiguo camino sobre el que discurre, la de la Cruz Verde, la Alameda, la de la Aduana, del Sol, del Ángel, de la Panadería, de la Pescadería, de las Huertas, la del Convento o callejones como los de Cardona, de la Vieja o del Rit, donde en tiempos de conferenci­as y de inf lujos europeísta­s se alzó un hotel de posibles que tuvo sus litigios con las grandes cadenas que ya velaban por sus derechos de imagen. La plaza de la Reina se situaba a un paso del cuartel de caballería, cuya fachada de servicio se abría a la muy previsible plaza de los Caballos, donde desembocab­a el más que pertinente callejón de las Moscas; más aireado, en el extremo norte de la ciudad, se abría el paseo del Calvario, vestigio del homónimo cortijo de Antonio de Ontañón. La mayoría de estos nombres ha desapareci­do. Algunos se resisten en el uso popular con la tenacidad del supervivie­nte, pero muchos han sido sustituido­s por los de ciudadanos, empresas y políticos a los que podían haber dedicado otras vías, manteniend­o para estas la venerable autenticid­ad y hondura que el tiempo les otorgó por encima de arbitrarie­dades.

En el plano de Algeciras de 1736 no encontramo­s en su nomencláto­r ni una sola referencia a personas

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