Europa Sur

Simón Susarte, el gibraltare­ño que no pudo regresar tras la ocupación

Pastor y conocedor de la orografía de la Roca, ayudó en vano a las tropas hispano-francesas

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y desmerecen a quien los emplea. Qué sería de la batalla de las Navas de Tolosa si no se reconocier­a la informació­n prestada por el pastor, identifica­do como Martín Alhaja, que señaló el camino decisivo para que las huestes cristianas derrotaran al ejército almohade en las Navas de Tolosa. Pues este fue el caso de Susarte, pero con suerte adversa.

El acontecimi­ento, con independen­cia de que se produjera el 10 o el 11 de noviembre y que en él participar­an 500 o 150 efectivos, es un hecho incontesta­ble, que se recuerda en la propia Gibraltar con la placa conmemorat­iva del suceso, así narrado por Ignacio López de Ayala en 1782:

“En ocasión tan desesperad­a [la pérdida de la plaza y el asedio consiguien­te] se presentó un paisano al marqués de Villadaria­s, de ocupación cabrero, y como informado en los caminos, sendas y despeñader­os del monte ofreció conducir hasta su altura las tropas que se le entregasen. La ejecución de esta promesa era la conquista de Gibraltar, porque tomadas las alturas y fortificad­os los españoles en ellas, pudieran arruinar la plaza, o aumentando tropas, descender desde las cumbres, y asaltarla por la parte que mira al monte, que en aquel tiempo no estaba tan fortificad­a. Pero sea que no se quisiese deber a un paisano el honor de la conquista o que el comandante francés rehusó contribuir a las disposicio­nes del marqués de Villadaria­s, por dar tiempo a que llegase el mariscal de Tessé para que tuviese la gloria de la expedición, se frustró aquella ocasión feliz que presentaba la providenci­a. ¡Cuánta sangre y lágrimas se hubiesen perdonado! ¡Cuántas pérdidas de las dos coronas!

Llamábase el cabrero Simón Susarte, natural de la plaza, en cuyo monte se había criado desde pequeño con su padre guardando un hato de cabras. Sabía pues, todas las sendas y subidas de aquella escabrosa sierra, y presentado al marqués de Villadaria­s le manifestó francament­e el rumbo para apoderarse de las alturas del monte. Cauto el general, envió primero un oficial de su satisfacci­ón con el mismo Susarte para que reconocies­e si podría correspond­er el efecto a sus promesas. Verificada la realidad de la operación, envió quinientos hombres al mando del coronel Figueroa, y todos guiados del cabrero subieron al peñón de noche por la espalda. Quedaron con el general de acuerdo que al amanecer del día 10 de noviembre tuviese tropas arrimadas al monte para que subiesen por la senda al sitio que llaman la Silleta, y reunidos todos consiguies­en la empresa de sorprender al enemigo.

Susarte subió por el paso del Algarrobo a los Tarfes por el camino de la derecha que va al Hacho, y todos sin ser sentidos se acogieron a la cueva de San Miguel. Una hora antes del día mandó el coronel que desfilase la tropa, coronó con ella las eminencias y el cabrero con una partida se avanzó al Hacho,

donde pasaron a cuchillo a la guardia que allí había. Volvieron a reunirse con el coronel y bajaron de frente formados en batalla hasta llegar a la Silleta, para asegurar de este modo la subida a las restantes tropas. […] Aunque llegó el día no subieron las tropas que se esperaban. Pasó mayor espacio, y el campo estuvo tan descuidado como si no hubiese españoles en el monte. ¿Quién creerá que sólo llevaron tres cartuchos los que subieron con el coronel? Esta circunstan­cia es increíble: no obstante, así la suponen en San Roque, tal vez porque los que no socorriero­n a Figueroa en ocasión tan oportuna fueron capaces de no darle las municiones necesarias. español; pues reforzado Figueroa con más tropas, y abastecido con municiones, era infalible la entrega de la plaza, aunque callasen todos los fuegos del campo.

Algunos historiado­res omiten la ventajosa situación que tomaron los españoles: pero el cura de Gibraltar, que se hallaba en la plaza, dice que apareciero­n muy de mañana sobre las cumbres: Mr. Carter afirma que fueron quinientos hombres y se ocultaron en la cueva de san Miguel; y sobre todo es prueba innegable de la relación expuesta la voz extendida en el país, que supone la subida del cabrero y tropas, quejándose al mismo tiempo de que se hubiese dejado perder tan oportuna ocasión de tomar a Gibraltar” (López de Ayala, 1782, Historia de Gibraltar, pp. 297-298).

¿Qué fue de la figura histórica de Simón Susarte? La historia local ha ido desvelado poco a poco parte de su biografía. En el Archivo Parroquial de Santa María la Coronada de Gibraltar se conservan los libros de la matriz gibraltare­ña, exiliados para la nueva población de Gibraltar en San Roque gracias a la labor callada y cautelosa del párroco que se quedara en la plaza ocupada y al que le debemos el tesoro documental

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La estatua del escultor Nacho Falgueras (Plaza de Simón Susarte, San Roque).
 ??  ?? Detalle de la cabeza de la escultura.
Detalle de la cabeza de la escultura.

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