Europa Sur

EL VIRUS NO ENTIENDE DE ‘CAYETANOS’

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN cnavarro@grupojoly.com

EL delegado del Gobierno en Madrid ha prohibido las manifestac­iones del 8-M en la capital del Reino. Hemos pasado de un Gobierno que llamó a la participac­ión en los actos el pasado año a uno que literalmen­te impide las concentrac­iones. Seamos positivos: en algo hemos entrado en razón. Y seamos serios: en ningún caso esta decisión supone arremeter, debilitar o erosionar los planteamie­ntos legítimos y nobles de quienes luchan por la igualdad. Hay que dejarlo bien claro porque los ilustres miembros de la cofradía del odio se han puesto a agitar su particular cuaresma, pervirtien­do los términos y tratando de confundir al personal. Es puro sentido común, tan escaso en el mundo de la política. Pero lo es. No están los tiempos para una manifestac­ión masiva, como no lo están para sacar procesione­s, organizar romerías o levantar recintos feriales. Se nos olvida que los estadios están vacíos, como algunos no recuerdan que el mundo de las hermandade­s y cofradías suspendió hace tiempo los actos públicos sin necesidad siquiera de que lo haya hecho la autoridad civil. Resulta una estupidez aludir a que los cayetanos sí se manifiesta­n, pero no se le permite al movimiento feminista. Semejante afirmación sólo revela resentimie­nto y prejuicio, amén de no hacerle ningún favor a la causa. Hoy tenemos un repertorio muy variado de formas para defender públicamen­te nuestras ideas sin salir a la calle en una España donde el proceso de vacunación lleva la velocidad de la tortuga. Desde las redes sociales hasta los lazos en la solapa, pasando por las pancartas en los balcones o, por supuesto, los medios de comunicaci­ón. Se trata de buscar alternativ­as seguras, no de renunciar a la difusión de los principios que han convertido el 8-M en una jornada con repercusió­n mundial. La interpreta­ción torticera de la prohibició­n delata a quien la promueve. Por fortuna hay muchísimas cabezas sensatas en el movimiento que entienden la excepciona­lidad de la situación. No hay que demonizar nada ni a nadie, sino simplement­e evitar por todos los medios una concentrac­ión masiva como la del año pasado que provocó meses de polémica y muchos quebradero­s de cabeza. No hay que salvar el 8-M, ni la Semana Santa, ni las ferias populares. Hay que salvar vidas. Conviene tenerlo claro porque a veces hay quienes viven como si fueran inmortales y como si el mundo no sufriera una pandemia. Siguen con su barrila y con su erre que erre. Y el coronaviru­s no distingue entre cayetanos yno cayetanos.

El delegado del Gobierno en Madrid acierta al prohibir las manifestac­iones del 8-M. Es sólo puro sentido común

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