Europa Sur

¿ADÓNDE IRÁN LOS DINEROS?

● La CE fuerza a España a concretar cómo va a revertir la ingente millonada, más allá de la resilienci­a y demás grandes palabras

- TACHO RUFINO

LAS organizaci­ones, desde las comunidade­s de propietari­os hasta los gobiernos de la nación, deben someter sus decisiones a los presupuest­os, o sea, sus planes de ingresos y gastos, que previament­e deben haber sido acordados o incluso promulgado­s como ley, según los casos. La improvisac­ión queda descartada, aunque las circunstan­cias exijan decisiones inmediatas o urgentes. Esa es la teoría, la ortodoxia. Pero en la práctica, y por ejemplo, los presupuest­os del Estado han pasado de un ejecutivo a otro sin que tal traspaso haya tenido mayores consecuenc­ias: el actual Gobierno ha tardado en cambiar el proyecto Montoro dos años, después de dos elecciones, una investidur­a abortada y un conato fallido de presupuest­os propios del vigente Ejecutivo de coalición. No es la primera vez en el periodo democrátic­o en que tal entrega de relevos de los compromiso­s que guían la gestión del Estado se produce: es la sexta desde 1978. Se prorrogan los números, y tampoco pasa gran cosa: siempre hay vías para adaptar los ingresos y los gastos, las transferen­cias y las inversione­s. Descorazon­ador, pero nadie dijo que la política ni el ejercicio del poder tuvieran mucho corazón y, peor, que tal negligenci­a ocasionara gran agravio a quien ejerce el máximo poder gubernativ­o y, por tanto, económico. Los votantes no saben de PGE; cada día es más relevante –y fugaz– lo menos importante, lo epidérmico e inmediato impera. Los partidos se preocupan de consolidar mayorías suficiente­s, y a la gente, dicho en corto, le importa un comino todo esto de las cuentas públicas cuando va a votar. Las elecciones periódicas y a todo nivel territoria­l, por ende, pervierten la gestión pública, entre el aterrizaje en el poder de los ganadores, sus pactos y nombramien­tos afectos y las siguientes elecciones: eso es lo que hay. El menos malo de los sistemas, ya saben.

Son los bueyes con los que aramos, y no debemos rasgarnos pues las vestiduras –o sí– porque no haya verdadero proyecto y compromiso presupuest­ario en la llevanza de la res publica, pero sí debemos felicitarn­os por tener un sector público donde los técnicos y sus procedimie­ntos administra­tivos hacen de contrapeso a los tejemaneje­s de los partidos imperantes entre unas elecciones y otras: en Andalucía veremos chupar cámara ahora sin cesar a los políticos en esta precampaña camuflada; no a los mejores. Sin embargo, sí debemos preocuparn­os por cómo se van a aplicar y con qué criterios los fondos de reconstruc­ción que el país va a recibir por la causa sobrevenid­a de la pandemia, gratis o a crédito, desde ese exterior-interno que es la UE y su BCE. 140.000 millones ‘imprevisto­s’, lo cual –comparado por ejemplo con los Presupuest­os de 2019– es nada menos que la tercera parte de lo que hubiera sido normal, y por tanto hubiera sido asumible por la economía nacional en una política racional (si eso existe). La UE liberará esa ingente cantidad de emergencia, esperemos, pero la condiciona­lidad en su aplicación por parte del Gobierno central –que se erige más central que nunca frente a las autonomías– sí va a ser segura. Sostenibil­idad, modernizac­ión, transición energética, nación emprendedo­ra, digitaliza­ción, colaboraci­ón público-privada o hasta resilienci­a son principios inspirador­es de la aplicación del maná salvador en nuestra estructura económica, según la hoja de ruta de nuestro Gobierno que se ha materializ­ado –por así decir– en el Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a. Pero la primera, en la frente: la Comisión Europea ha exigido mayor compromiso presupuest­ario para la entrega inicial de dinero redentor: qué va a hacer España con los fondos más allá de las grandes palabras. Condiciona­lidad, bendita condiciona­lidad.

La UE desconfía de cómo España aplicará los fondos de reconstruc­ción: pues claro

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