DOS NOMBRES PARA DOS CALLES
LA reciente convocatoria celebrada para nominar las puertas del mercado de la Plaza Baja, en Algeciras, fue un acierto; tanto como la formación del jurado y la decisión adoptada. Hubo, no obstante, dos cuestiones que merecen una llamada de atención crítica. Tal como se celebró la votación primaria, telemática, sin control sobre el votante sino sobre el ingenio utilizado para votar, no cabía esperar del resultado fiabilidad alguna. Cualquiera podía hinchar con votos su propuesta acudiendo a familiares y amigos y disponiendo de unas cuantas terminales. Como era de esperar, se produjeron desequilibrios espectaculares en los resultados y algunas de las propuestas más votadas habrían sido eliminadas de inmediato, en una selección previa basada en la exigencia de una calidad mínima. En las bases se excluían los nombres de calles y eso podía inducir a no proponer los que lo fueron. Bien está que una puerta se llame Sacramento y otra Panadería, pero tal vez quien propuso que otra se llamara de Levante, habría con mucho gusto propuesto el nombre de Real. Pero el espíritu de las exigencias parecía invitar a no recurrir al viejo nombre de la calle Cánovas del Castillo, pues, en definitiva,
En Algeciras debieran resultar familiares los nombres de Sánchez Arcas y de Ortega Trola
Real es el nombre de una calle, aunque no esté en el callejero. Pero, en fin, no hay mal que por bien no venga, y la tarea ha quedado muy bien rematada.
Vuelvo al asunto porque ha quedado algo en el ambiente que no debiera dejarse en la alhacena de los olvidos lamentables. Si bien, es acertado no dar nombres propios a las puertas; ni suenan bien ni son prácticos; no lo es que en Algeciras no resulten familiares los de Manuel Sánchez Arcas y José Ortega Trola, respectivamente: el del arquitecto (finalmente) responsable del proyecto que determinó la construcción de nuestro espléndido mercado y el del emprendedor que activó, dinamizó y modernizó el tipo de negocio para el que fue diseñado. Sobre el primero, factores de naturaleza política han marginado su imprescindible colaboración e intervención en la realización de la obra, y sobre el segundo se ha cebado nuestra desidia cuando se trata de reconocer los méritos a los que los tienen, frente a los inducidos por circunstancias ligadas a estímulos subjetivos. Del primero de los nombres remito a la Red para informarse, hay mucho que leer sobre él, y sobre el segundo me permito hacerlo a mis “esferas” de los días 6 y 13 del último diciembre, en este periódico.