Europa Sur

EL RETABLO DE MAESE PEDRO

- ISMAEL YEBRA

HE aquí el tinglado de la antigua farsa, dice en su inicio la obra de Benavente, la que alivió en posadas aldeanas el descanso de los trajinante­s. No hay duda de que la Literatura está en la vida y basta mirar alrededor para encontrar un tema literario. El mundo está creado en torno a intereses y el tinglado mantenido a base de artificios y patrañas. Todo es un montaje en el que cada uno desempeña su papel, un personaje que parece previament­e asignado, como ocurría en la Comedia del arte veneciana, y del que no es posible escapar. La Historia se repite y los papeles son los mismos a lo largo del tiempo; varía el individuo, pero el disfraz es el mismo, su actitud parece determinad­a con el final ya escrito.

Falla compuso su Retablo de Maese Pedro basándose en un titiritero que llega a una venta de La Mancha en la que se encuentran Don Quijote y Sancho. Monta allí su tinglado y Don Quijote, ido como siempre, al ver a una dama presa de un rey moro, arremete contra el teatrillo destruyend­o escenario y muñecos. Toda una metáfora de la ceguera con la que algunos asisten a la comedia nacional, sin ser consciente­s de que no son más que espectador­es y convidados de piedra a una farsa tan antigua como la vida misma.

El tal Maese Pedro, que bien podría apellidars­e Sánchez, llega al escenario de las representa­ciones y comienza a manejar sus marionetas. Los personajes están previstos y no faltan los buenos, los malos, la reina, el rey, la bruja y el leñador. En mi infancia les llamábamos cristobita­s y siempre acababan a garrotazos con la bruja y el príncipe casándose con la princesa. El argumento puede variar para no repetir ni cansar, pero el final siempre es el mismo.

Maese Pedro mueve los hilos perfectame­nte, dicen que se apoya en un buen guionista que sabe dar y quitar, disponer y anular, siempre entretenie­ndo a un público embelesado que se ha olvidado de pensar. El espectador está tan metido en el relato que es incapaz de reaccionar, parece anestesiad­o, y es incapaz de distinguir a la bruja del hada madrina. En cierta ocasión irrumpió en el escenario un nuevo Don Quijote que no supo entender la farsa y arremetió contra el escenario, al tiempo que gritaba ¡quieto todo el mundo! Finalmente no la emprendió contra las marionetas, pero los espectador­es corrieron un gran riesgo. Todo volvió a la farsa y el leñador a seguir cortando troncos.

El tal Maese Pedro, que bien podría ser Sánchez, llega al escenario y comienza a manejar sus marionetas

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