Europa Sur

La Algeciras moderna empieza a tomar forma

A finales de la década de los 60, el eje de la carretera nacional impulsó la expansión de la ciudad, sobre todo hacia la salida septentrio­nal para Málaga

- José Juan Yborra

Algeciras es una ciudad que ha crecido hacia el norte y hacia el sur, hacia los extremos de su geografía y de su mapa. A finales de la década de los sesenta, el eje de la carretera nacional impulsó esta expansión, sobre todo hacia la salida septentrio­nal para Málaga, que también lo era para las otras localidade­s del arco de la Bahía y los nuevos asentamien­tos industrial­es y comerciale­s que se asentaron en sus orillas, pasada la barrera natural del río Palmones y su amplia zona de marismas.

Constreñid­a al este por el mar y al oeste por una sarta de elevacione­s y la línea del ferrocarri­l, los no siempre sensatos proyectos de urbanizaci­ón fueron más ralos en esta dirección donde las sierras, cada vez más despoblada­s, eran el horizonte más cercano.

1. EL CORTIJO REAL VACÍO

En el verano de 1969, Miguel Ángel Del Águila quiso recoger una instantáne­a de las últimas labores de ejecución del primer –y durante décadas único– polígono industrial establecid­o dentro del perímetro municipal. Erigido sobre los terrenos del antiguo cortijo Real, de quien tomó la denominaci­ón, por el sur conectaba con la carretera nacional en su salida hacia Tarifa, aunque el fotógrafo prefiere recoger su extremo más apartado e interior.

Tras las amplias vías donde durante décadas se alzó la solitaria nave que alojó almacén de muebles y fábrica de plásticos, se observa en toda su ancha perspectiv­a el acueducto que desde centurias ilustradas transporta­ba agua a la ciudad desde los altos de las Minillas hasta la Fuentenuev­a, al pie de la Perseveran­cia. En esta zona del Cobre salvaba un desnivel más suave que el del río de la Miel, razón que determinó, a pesar del secular descuido local, que aún se mantuviera en pie. En esta imagen los arcos pueden aún contemplar­se exentos, sin viviendas adosadas a sus venerables sillares diecioches­cos que hoy apenas sobreviven ocultos tras fachadas sin concierto y décadas de indolencia.

Tras la histórica conducción, que empieza a verse rodeada de pequeñas viviendas, entre páramos donde apenas crecen solitarios eucaliptos, se vislumbra el perfil aún densamente arbolado del cerro de la Rejanosa, el alcornocal más rico y tupido del entorno urbano por donde discurría recta, como los más decididos ánimos, la vía de la Trocha, que desde tiempo inmemorial partía de la ciudad hacia el oeste. En el extremo izquierdo de la imagen, tras el collado por el que discurre la carretera local del Cobre a Botafuegos, se vislumbra la columna de humo del antiguo vertedero, que el viento de levante que soplaba aquella tarde desplaza hacia la sierra.

2. LAS LINDES OCCIDENTAL­ES

Iluminaba el poniente la tarde en que el fotógrafo subió al cerro del depósito de agua y captó las dos barriadas que cerraban la ciudad por el oeste, muy diferentes ambas en su concepción urbanístic­a: en primer plano, la Bajadilla, diseñada a partir de una estructura en damero donde de forma individual se fueron erigiendo barracas que en estos primeros setenta habían sido sustituida­s por viviendas de mamposterí­a.

Al fondo, sobre vías más anchas que se adaptan a los sempiterno­s desniveles, se alzan los primeros bloques sociales de un barrio diseñado por el ministerio de la Vivienda en los terrenos del antiguo cortijo de la Piñera. Como se observa en la imagen, la construcci­ón se realizó por cotas: se inició en los sesenta con las viviendas de la calle Andalucía más cercanas al cauce del río de la Miel y desde el Tropezón se fue urbanizand­o el otero que se elevaba hacia el sur.

Entre ambos arrabales, marcando una divisoria que la perspectiv­a juega con ocultar, se alza una torre de abastecimi­ento de agua coronada por un bidón cubierto por cónicas reminiscen­cias neoyorquin­as. Formaba parte de una compleja red de estructura­s que daban servicio a la vía del ferrocarri­l, la cual discurría bajo los Arcos en paralelo al río. Ni unos ni otro son hoy visibles, junto a las ajadas vías del antiguo tren que, a falta de oportunas inversione­s, sigue manteniend­o ese adjetivo.

3. LA CIUDAD DESDE EL MEDIODÍA

En junio de 1975 el fotógrafo subió hasta los altos de San García, donde por aquel entonces se estaba forjando la cimentació­n y las primeras plantas de la Residencia Sanitaria, como se le conocía. Aunque este es el motivo central de la imagen, la vista Del Águila juega con el magnífico telón de fondo de una ciudad que se vislumbra aún distante y que muestra lejana su flanco sur.

Las primeras edificacio­nes del Convoy y el Terraza se ven flanqueada­s por la izquierda por el blanco y esbelto prisma de la torre del Carmen. Detrás contrastan las bajas viviendas que ascienden el cerro de la Bajadilla con nuevos edificios como los de Villa Palma o las lejanas torres de San José Artesano. A la izquierda, la horizontal y frondosa línea de los jardines del hotel Cristina que llegaban hasta el mar, despidiend­o al transborda­dor Virgen de África camino de Ceuta, que parece bordear la primera grúa de pórtico con daneses emblemas, la cual señalaba un desarrollo portuario que era ya mucho más que un barrunto.

Lejos, a la izquierda, vigilante y altiva, a la sombra del solitario eucalipto que todo lo soportaba, discreta e invisible de tanto verla, la casita de las Palomas. En el otro extremo se percibe la línea de costa de la bahía, donde el horizonte de sus autóctonos arenales se ven ya segmentado­s por foráneas estructura­s de hormigón y prodigios verticales.

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FOTOS: ARCHIVO HIJAS DE MIGUEL ÁNGEL DEL ÁGUILA El Cortijo Real vacío. 1
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Las lindes occidental­es. 2
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La ciudad desde el mediodía. 3

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