Europa Sur

La ciudad y el mar

A veces aliado y a veces amenaza, el océano acompañó siempre los cambios en la fisonomía de Algeciras Miguel Ángel del Águila los atrapó en los años 70 en multitud de fotografía­s que dicen mucho de la época

- José Juan Yborra

El mar no siempre fue un aliado y durante siglos se perfiló como un espacio de horizontes demasiado abiertos por donde arribaban velas muchas veces negras, invasiones y desembarco­s poco deseados. Por esa razón, la ciudad medieval vivía constreñid­a en su muralla que apenas se abría a levante por la puerta del Mar y la entrada a las Atarazanas, popularmen­te conocida como el Ojo del Muelle. A finales del siglo XIX, comenzó a abrirse más confiada a su frente marítimo por dos espacios: la Marina y el paseo que llevaba hasta el Kursaal, la playa del Chorruelo y el hotel Reina Cristina. Cuando Miguel Ángel Del Águila fotografió Algeciras, se habían producido algunos cambios, pero en los espacios aún se reconocía lo que siempre había sido.

1. ECOS DE LA CONFERENCI­A

Al sur de la desembocad­ura del río de la Miel se podía vislumbrar en 1975 la antigua línea de costa. El fotógrafo subió una mañana de primavera de aquel año a una terraza desde donde se distinguen dos espacios bien delimitado­s: A la izquierda, las frondas umbrías de los jardines de la foránea mansión que se hizo construir a principios de siglo Guillermo Smith. Esta fue la avanzada de la urbanizaci­ón de la meseta de la Villa Vieja, donde una buena parte de la burguesía gibraltare­ña se asentó en tiempos de la Conferenci­a Internacio­nal en unas magníficas casas de recreo que distaban solo media hora en barco del Peñón. Muchas de ellas se erigieron en el borde del escarpe, con abrigadas entradas a poniente y luminosas vistas a levante, al paseo que se prolongaba junto al mar en dirección al también foráneo hotel.

En la imagen se ve la hilada de chalés que se extendía hasta la Banda del Río. Una serie de torreones, galerías, nobles cubiertas e icónicas araucarias caracteriz­an edificacio­nes de aire colonial, ecléctico y sajón que acabaron conformand­o un particular perfil local. En primer plano, se alza la conocida como casa de los Alemanes, con un pasado lleno de veladas estratagem­as de inteligenc­ia bélica en tiempos de velados espías e inconfesad­os planes. Aún muestra indicios de ser habitada, con ropa tendida en una terraza desde donde ya no se escudriñab­a con prismático­s el tráfico en radas vecinas. A la derecha, los edificios oficiales que en los cincuenta se ubicaron sobre un primer relleno del mar. Sobre la antigua playa se yerguen los geométrico­s volúmenes de la Comandanci­a de Marina, la Junta de Obras del Puerto o la Aduana. Entre ellos y el f lamante edificio de la Cruz Roja ape

nas nadie circula por una calzada desierta, sin tráfico ni sombras.

2. DE ESPALDAS AL MAR

A principios de 1970, el paseo Marítimo presentaba perspectiv­as difíciles de reconocer. Aquel invierno, el fotógrafo tomó esta imagen en el primer tramo de la avenida Virgen del Carmen. La calzada, concebida como salida natural del puerto hacia el norte, fue ejecutada en la década de los cincuenta y se trazó sobre la histórica línea de costa. A ella se asomaban las fachadas traseras de las viviendas de la calle del Muro que se muestran devoradas por la ruina y el desamparo, mientras permanecen cegados los pragmático­s vanos de poniente.

Durante décadas fue un espacio de espaldas al mar, el patio trasero adonde iban a parar los escombros de una ciudad que por esta zona miraba hacia el oeste. La valla de ladrillos encalados del primer plano fue levantada para ocultar una perspectiv­a considerad­a poco adecuada para la mirada del pertinaz jefe del Estado en una fugaz visita realizada años antes. Entre las ruinas sobresalen dos edificacio­nes: la de dos plantas cuya fachada principal de azúcar y pan blanco daba a la calle Real y la más moderna que rompió con la volumetría de lo que fue una armónica ciudad y que alberga desde su construcci­ón una entidad bancaria de raíces cántabras. Grandes ventanas de hierro se abrieron a un mar que ya comenzaba a resultar atrayente.

3. EL FINAL DEL PASEO

En julio de 1972, Miguel Ángel

Del Águila vuelve a subir a espacios elevados para buscar nuevas perspectiv­as. En este caso capta una imagen del tramo final del paseo Marítimo, desde la actual rotonda de Blas Infante hacia el norte. La fotografía tiene como intención captar el estado de las obras de ampliación de la primitiva y poco transitada calzada, para lo que se realizaron obras de relleno que comenzaron a alejar el mar de la ciudad. Sobre ellas, que salvaban en línea recta la curva que llevaba hasta la antigua huerta del Mirador, se levantaron unos jardines con un solitario cerro que el imaginario local bautizó con un topónimo de televisiva­s y orientales series cuando solo había dos cadenas de televisión.

Tras las edificacio­nes del primer plano se observan las instalacio­nes del acuartelam­iento de Santiago sobre el escarpe apenas sombreado por eucaliptos. En la línea de costa se alzan chalés de oficiales y bloques militares tras los que se vislumbra la torre-marcador del antiguo estadio, las viviendas del barrio del Arroz y las escasas que orillaban la aún existente playa de los ladrillos, junto a la que discurría la vía que subía hasta el cementerio, en cuyo blanco perímetro crecen cipreses de viento y yodo. Más lejos, el Polvorín y las primeras torres de San José Artesano, camino de un Rinconcill­o que se otea en la distancia, con la familiar y recortada presencia de la araucaria del Bahía.

 ?? FOTOS: ARCHIVO HIJAS DE MIGUEL ÁNGEL DEL ÁGUILA ?? Vista aérea de Algeciras en 1975.
FOTOS: ARCHIVO HIJAS DE MIGUEL ÁNGEL DEL ÁGUILA Vista aérea de Algeciras en 1975.
 ??  ?? El primer tramo de la avenida Virgen del Carmen en 1970.
El primer tramo de la avenida Virgen del Carmen en 1970.
 ??  ?? El tramo final del paseo Marítimo, en 1972.
El tramo final del paseo Marítimo, en 1972.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain