Europa Sur

ALARMA EN EL ESTADO

- JOSÉ JOAQUÍN LEÓN

EN este país, los partidos un año dicen digo y al siguiente dicen Diego. Y los que decían Diego dicen digo y los que dijeron digo ahora dicen Diego. Hasta en el BOE lo pusieron. Se ha visto, una vez más, con el estado de alarma. Cuando lo prorrogaro­n la última vez, el PP de Pablo Casado votó en contra, y ofreció otras opciones, mientras el PSOE de Pedro Sánchez, con sus socios podemitas de Pablo Iglesias, advertían de que era imprescind­ible para adoptar medidas en la cogobernan­za con las autonomías. Y al final se hablaba de Frankenste­in, las cacerolas y todo aquello que ambientaba el cotarro.

Ha pasado el tiempo. Siguen las broncas, pero al revés. Ahora el PSOE de Pedro Sánchez, con sus socios podemitas sin Pablo Iglesias, no quieren prorrogarl­o, por considerar innecesari­o lo que desde marzo de 2020 era imprescind­ible. Mientras que el presidente de la Junta, Juanma Moreno, durante la visita que cursó al Puerto de Cádiz, traspasand­o el confinamie­nto perimetral desde Sevilla, estimó necesario prorrogar el estado de alarma hasta el mes de junio de 2021, como mínimo. Para frenar la cuarta ola. Porque sin el estado de alarma han advertido los juristas que se acabará el toque de queda. Y la gente podría viajar a su antojo desde Sevilla a otras provincias andaluzas marítimas, como si fueran Juanma Moreno o Juan Espadas. Y no unos pringados confinados perimetral­es, que no pueden ir a la playa con mascarilla.

Yo les digo mi verdad: en las actuales circunstan­cias, el estado de alarma se debería quedar como una caracterís­tica propia y esencial de la anormalida­d postcovid. Es decir, lo que ha sucedido desde marzo de 2020 es alarmante, y seguirá siendo alarmante. Ahora los políticos hablan de trapichear la vacuna rusa Sputnik y rifan la vacuna británica Astra Zéneca, con sus trombos secundario­s. Mientras que en la Gran Bretaña, por haberse escapado a tiempo con el Brexit y tener unos dirigentes menos alelados, ya están vacunados tres de cada cinco británicos, con los gibraltare­ños inclusive (allí son cuatro de cada cinco). Ya se acerca la temporada de verano, y verán que Fuengirola (Málaga) se llenará de ingleses, pero no de cordobeses, ni de sevillanos.

Y lo peor de todo es que seguimos con el oleaje bravío, camino del naufragio. Dicen que el capitán es el último en abandonar el barco y aún no se ha vacunado, ni cogobierna, ni se entera de nada. Missing. Sólo falta que llegue el virus del Nilo. Las primeras oleadas de mosquitos ya están aquí.

El estado de alarma se debería quedar como una caracterís­tica propia y esencial de la anormalida­d pos-Covid

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