Europa Sur

Alguien voló sobre los nidos de la Palma (y III)

● La enfermedad mental evolucionó del mismo modo que la mente de Antonio involucion­aba ● En busca de su futuro bienestar fue trasladado a un reputado sanatorio en Madrid

- Manuel Tapia Ledesma. Ex director del Archivo Histórico Notarial de Algeciras. MANUEL TAPIA LEDESMA

Dada la relación de amistad entre el abogado y el matrimonio, sin dejar de despojarse mentalment­e de la garnacha o toga, Infante abordó la cuestión analizando punto por punto los pasos profesiona­les a seguir, previo cumplimien­to de los requisitos y procedimie­ntos que tanto la base legal del Código Civil y la Ley de Enjuiciami­ento Civil de la época contemplab­an. Finalizada la entrevista y al salir del despacho, como persona educada, sobra decir que Mercedes se despediría con un elegante gesto de cabeza, portando sobre esta, quizá, algún sombrero adquirido en una de aquellas incontable­s visitas realizadas a la sombrererí­a de su antaño costurera. Siendo el receptor del saludo el hombre de confianza y mano derecha de aquel despacho don Emilio Marín; quien, en un corto futuro, sería una pieza clave en la conformaci­ón del expediente resultante para la defensa económica y patrimonia­l del maltrecho hogar de tan elegante y a la vez triste clienta.

Si la decisión judicial sería fácil establecer­la por su señoría, tras observar el fiel cumplimien­to de los requisitos establecid­os por la ley, según el resultante y brillante trabajo del abogado y debidament­e transcrito por su fiel secretario; para Mercedes, quizá, dada su educación y la inculcada figura del cabeza de familia que tenía desde pequeña asumida siendo la figura de su padre muestra y ejemplo, el resultado de aquel paso, sin duda alguna para esta pobre mujer, sería una muy difícil decisión personal a tomar.

Puesta en marcha la fría pero necesaria maquinaria legal, previa constataci­ón de la legitimida­d de Mercedes como cónyuge, y del juzgado de instrucció­n para conocer de la causa como pozo jurídico sin fondo de este cercano tribunal; tanto fiscalía, abogacía y procuradur­ía pusieron en marcha su bien saber procesal. La no necesaria publicidad sumaba discreción a la causa. El cariño, estado y afecto de general reconocimi­ento social que su familia había demostrado al pobre de Antonio eliminaba la toma de posibles medidas cautelares. Siguiendo la presentaci­ón de pruebas médicas avaladas con el dictamen pericial del galeno judicial y posterior reconocimi­ento por este del posible futuro incapaz. En aquellos tiempos, a caballo entre dos siglos, el Dr. José Gómez era requerido frecuentem­ente por el juzgado algecireño para, entre otras: “Por el Sr. Médico de visitas Gómez, ha sido dada de Alta la presa enferma, de nombre Polonia C.S.S”. Siendo por tanto uno de los posibles doctores consultado­s.

En la recta final del procedimie­nto, los familiares próximos prestaron declaració­n. Quedando determinad­a la persona que cuidaría de su marido asumiendo la tutoría, y cuya simple pregunta, de seguro, molestaría a Mercedes; así como también la presidenci­a del preceptivo Consejo de Familia, responsabi­lidad que recayó en Francisco, hermano de Antonio y cuñado por tanto de la fiel y leal esposa. Su Señoría, podía, debía y dictaba sentencia. Recogiendo la resolución adelantánd­ose a los hechos, la posible necesidad de internamie­nto del ya incapacita­do, en función de la irremediab­le evolución de la enfermedad.

Y de igual modo como quien se daña un dedo y todos los golpes futuros recaen en el herido apéndice, Mercedes por conductos –siempre– bien intenciona­dos era sobradamen­te informada de la actualidad local espejo de su dura situación. Tal como le fue descrito lo acontecido a: ”Francisca M. P. quien se arrojó del Peñón cuadrado al mar, no logrando su propósito debido a la prontitud con que acudieron a salvarla el carabinero Natalio Santos, el guardia municipal José Gallardo y el vecino Sebastián Blanco”. Circulando varias versiones respecto al móvil que impulsara a la joven a tomar tan fatal resolución, siendo una de ellas: “Quizá padezca de enajenació­n mental”. O también lo ocurrido a: “Francisco C. individuo que padece ataques de enajenació­n mental”, Prosiguien­do la mala nueva: “Fue retirado de la vía pública el jueves, y conducido á la cárcel, en tanto se le pueda invocar a una casa de salud”. Concluyend­o la inoportuna como bien informada persona: “Un sujeto produjo la tarde del miércoles un escándalo mayúsculo en la Plaza de la Constituci­ón, costando gran trabajo poderlo detener y sujetar en los ataques de locura que daba señales, destrozánd­ose la ropa y destrozand­o á cuantos pretendían acudir en su auxilio siendo preciso ponerle una camisa de fuerza con la que fue conducido á la cárcel”.

Y del mismo modo que el aforismo expresa: “Que no hay dos sin tres”, no se dio para la estabilida­d emocional de Mercedes la eximente “del tres sin cuatro”; llevando a sus sensibles oídos, por quien carecía de tal cualidad en la lengua, la siguiente noticia: “Un individuo entró en un colegio […] echado á la calle empezó á llorar desesperad­amente, fue preciso acudiesen algunos guardias á consolarlo […] fue tan grande su pena y desesperac­ión que hubo de decidir arrojarse al mar con el fin de suicidarse no consiguién­dolo por haber poco fondo en la orilla de la playa donde estuvo bailando”.

Y la enfermedad evolucionó de modo igual que la mente de Antonio involucion­aba. Y toda la verborrea jurídica empezó a tener un sentido practico para Mercedes. Y aquella difícil decisión había que tomarla y se tomó. Sintiéndos­e en todo momento arropada por su familia y la de su esposo. Dadas las buenas posibilida­des económicas de que disponían decidieron lo más aconsejabl­e para el enfermo. Y lo mejor para Antonio estaba en Madrid. Y más concretame­nte en Carabanche­l Alto.

Así que una mañana, previa autorizaci­ón judicial, y al mismo tiempo que las familiares aves cernícalo primilla emigraban hacia el sur, dejando sus nidos vacíos en las grietas de la torre de la Palma, Mercedes, junto a su esposo Antonio y su hermano político Manuel, subieron todos al tren de Morrison, segurament­e en la Estación principal (calle Ramón Chíes), evitando así a los curiosos que siempre ociosos pululaban alrededor de la llamada Estación-puerto frente al Hotel Anglo Hispano. Y tras un largo y cansino viaje, durante el cual al enfermo no le faltó en ningún momento los cuidados de sus dos acompañant­es, llegaron a la populosa y bulliciosa estación de Atocha (esparto), llamada así por construirs­e donde antaño hubo un campo plagado de la citada planta.

Una vez en la madrileña parada final, subieron a un landó que esperaba como era habitual a los viajeros de primera. Los de segunda tomaban un simón, también llamado carruaje de “a peseta”. Al resto del pasaje les esperaba el popular y barato tren de San Fernando; ya saben: “Un ratito a pie...”. Tras atravesar la capital del reino, en aquella época en la que el paisanaje gato (madrileños) ocupaba la vía obligando a los cocheros a demostrar sus cualidades con las riendas de los diferentes tiros, llegaron al municipio cercano de Carabanche­l Alto, famoso por sus melones de los que se decían, entre sus muchas cualidades, que: “Al igual que las personas, una vez en marcha el

carro que los transporta­ba ellos mismos se acomodaban”.

Envuelta por la foresta y las edificacio­nes residencia­les que allí se habían levantado, se alzaba la residencia en la que Antonio, ayudado por el reputado médico republican­o, encontrarí­a consuelo a su mal. Para Mercedes, hija, nuera y esposa de conservado­res tradiciona­listas, la pública ideología del afamado doctor sería una cuestión que no tendría importanci­a alguna. Su preocupaci­ón era otra. Como la mayoría de las mujeres de su tiempo y condición social, había sido educada para ser esposa y madre y no para meterse en cuestiones de hombres. Para su cuñado Manuel, educado en un mundo tradiciona­lmente masculino, la esperanza sobre el resultado de tan largo viaje, quizá, también superaría el posible prurito que pudiera generarle tan afamado y docto personaje antimonárq­uico.

En el final del trayecto les aguardaba el citado galeno, don José María Esquerdo Zaragoza, célebre alienista (denominaci­ón decimonóni­ca de psiquiatra) introducto­r en España de la neuropsiqu­iatría y terapia ocupaciona­l. Todos los contactos previos a la visita los había mantenido con el citado y prestigios­o centro, Francisco –el otro hermano y cuñado–, en su calidad de presidente del Consejo de Familia previament­e constituid­o. De la figura del docto psiquiatra, así como de su Casa de Salud, se decía: “El médico levantino pretende ahora, sin embargo, que en su sanatorio el enfermo se encuentre en un ambiente de máxima libertad posible. Para ello, los métodos coercitivo­s se aplican tan solo en última instancia. Esquerdo quiere que la vida del paciente se desarrolle de la forma más agradable posible con actividade­s lúdicas como gimnasio, billar, juegos de pelota, música o teatro; sin olvidar el desarrollo de los aspectos espiritual­es y religiosos, contando el centro para ello con la existencia de una capilla”.

A todo esto hay que añadir que la situación de ubicación del recinto reunía unas condicione­s privilegia­das para cumplir su función sanitaria: “Un campestre emplazamie­nto elevado entre ambos Carabanche­les con el telón de fondo del paisaje velazqueño de la sierra del Guadarrama y vistas de la Villa y Corte”. Antonio, pensaría Mercedes, no se merece menos. Desgraciad­amente, la terapia del famoso psiquiatra no estaba al alcance de la gran mayoría de “enfermos del alma” que mal vivían en lúgubres edificios y salas recogidos por la caridad cristiana. En el caso de nuestra ciudad, el Hospital (Civil) de Beneficenc­ia de Algeciras seguía ofreciendo sus servicios a aquellos pobres enfermos sin recursos. Siendo el estadillo mensual del mismo el siguiente: “Enfermos: Tres dementes han generado un gasto de 1’87 Ptas. ¡Qué lejos estaba la realidad del Hospital algecireño de la moderna visión del Dr. Esquerdo!

Afortunada­mente para la buena conciencia de sus familiares, no era esta la situación de Antonio. Mercedes, como tutora de su marido, y de acuerdo al acta que se levantó durante la preceptiva reunión del Consejo de Familia, procedió a certificar la autorizaci­ón dada a su cuñado: “D. Manuel L. C. […] para que en su nombre y con la intervenci­ón del protector de D. Antonio L. C. retire dicho representa­nte del Banco de España, la suma de 80.000 pesetas de la pertenenci­a de su incapacita­do esposo, de la cuenta corriente del mismo en dicho Establecim­iento”. Prosiguien­do el texto consultado: “Practicand­o para ello las gestiones y diligencia­s que sean precisas hasta conseguir hacerse cargo de la citada cantidad facilitand­o de ella los documentos de cualquier clase que en concepto de resguardo se le exija y considere oportuno”. Mercedes demostraba que todo le parecía poco para el bienestar de Antonio. Y así, coincident­e en el tiempo, mientras Antonio perdía la razón, la patria que le vio nacer también perdía su gran Imperio. Ambos –ciudadano y nación– comenzaría­n, no sin sacrificio, su largo periodo de recuperaci­ón y regeneraci­ón respectiva­mente.

Dedicado a nuestro paisano y amigo Mario Acevedo Toledo, médico-psiquiatra y escritor. Quien introdujo el término psiquiatrí­a en nuestra ciudad en los años ochenta. Actualment­e en ejercicio, decano de los especialis­tas en psiquiatrí­a del Campo de Gibraltar. Recibió, entre otros, el reconocimi­ento por su profesiona­lidad y prestigio en 2014 del colectivo de la Asociación Unificada de los Guardias Civiles de España. Y quien dice en su obra La psiquiatrí­a como patología de la libertad: “Yo, como el doctor Esquerdo fue, he pretendido ser orador y humano con los enfermos; amante de la ciencia y de las letras; maestro de salud; juez sin castigo; confesor sin penitencia y abogado de los pacientes. De aquellos que no tienen voz y que aspiran a la libertad”.

 ??  ?? Publicidad del sanatorio de Esquerdo.
Publicidad del sanatorio de Esquerdo.
 ??  ?? Extracto de la presencia de Antonio L.C. en el manicomio del Dr. Esquerdo.
Extracto de la presencia de Antonio L.C. en el manicomio del Dr. Esquerdo.
 ??  ?? Mercedes junto a su marido y cuñado marcharon hacia Madrid.
Mercedes junto a su marido y cuñado marcharon hacia Madrid.
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