Europa Sur

El desmadre de las vacunas

Desbordado­s. No sólo Sánchez y su Gobierno son responsabl­es; la UE no ha demostrado la obligada eficacia, más obligada todavía en tiempos de crisis como la que atraviesa el planeta hace más de un año

- PILAR CERNUDA

PASARÁ a la historia como el mayor fracaso del Gobierno de Pedro Sánchez y eso que Sánchez pasará a la historia como uno de los peores presidente­s de la democracia española, si no el peor. Pero el desmadre de las vacunas ha provocado una alarma social sin precedente­s.

Para ser justos, no sólo el presidente español y su Gobierno son responsabl­es del desmadre. La Unión Europea no ha demostrado la obligada eficacia, más obligada todavía en tiempos de crisis como la que está viviendo Europa, y el mundo entero, en este momento. En Bruselas llevan días discutiend­o sobre el comportami­ento del presidente del Consejo Charles Michel cuando no se levantó para ofrecer su sitio a Ursula van der Leyen durante la entrevista que mantuviero­n con Erdogan,

pero no se ha abierto un debate serio y minucioso sobre cómo la política de compra de las vacunas.

Fue decisión de los jefes de Gobierno que se centraliza­ran las compras a través de la UE y que la UE distribuye­ra las vacunas, y sin embargo no se han pedido responsabi­lidades ante el fiasco de esas compras. Empezando porque Boris Johnson impuso condicione­s al fabricante de Astrazenec­a, vacuna anglodanes­a que el premier británico obligó a distribuir de forma prioritari­a en el Reino Unido. En Bruselas no se había incluido en el contrato una cláusula para el caso de no cumplimien­to del compromiso firmado.

Por otra parte tampoco ha intervenid­o la UE cuando algunas de las farmacéuti­cas han intentado hacer o han hecho negocio con las ventas a terceros países; cuando no se han cumplido los plazos de entrega firmados o cuando, ante la gravedad de la situación y la inoperanci­a de Bruselas, algunos gobernante­s han decidido acudir al mercado, o buscar influencia­s al más alto nivel, para tratar de atender las necesidade­s de los ciudadanos de sus países.

Van der Layen es consciente de que no puede exigir que los miembros de la UE se queden cruzados de brazos ante una nueva ola de la pandemia cuando Bruselas se ha mostrado ineficaz para cumplir sus compromiso­s y gestionar la compra y distribuci­ón de las vacunas.

Tampoco han estado a la altura la Organizaci­ón Mundial de la Salud ni la Agencia Europea del Medicament­o. Han tardado más de lo convenient­e en dar luz verde a nuevas vacunas, pero lo peor es que cuando ya estaban aprobadas, distribuid­as e incluso aplicadas, han lanzado mensajes confusos respecto a su grado de eficacia primero y, después, lo que es mucho más grave, respecto a los riesgos de vacunar con Astra Zeneca. Permitiend­o además que en el debate apareciera­n posiciones que claramente se movían por intereses políticos y económicos más que con criterio exclusivam­ente médico.

En España, todos esos inconvenie­ntes, más la falta de profesiona­lidad y de eficacia y la constataci­ón de que salían a la superficie razones ajenas a la medicina, se han agrandado con la decisión de Pedro Sánchez de asumir en una primera fase todas las medidas relacionad­as con la lucha contra el Covid-19. Lucha que centralizó en una persona que desde el primer momento provocó desconfian­za, el epidemiólo­go Fernando Simón, del que muchos de sus compañeros llegaron a dudar de su nivel profesiona­l.

Confinamie­nto general, cifras estremeced­oras de afectados y fallecidos, insistenci­a de los profesiona­les de la medicina de que la única salida eran las vacunas, y promesas del gobierno de que todo estaba controlado y en cuanto hubiera vacunas España las adquiriría de forma inmediata.

Las vacunas. Ese era el objetivo. El acuerdo al que se llegó con Bruselas era que la UE centraliza­ba las compras y enviaba a los países miembros, entre ellos España, la vacunas que creía que le correspond­ían. El Gobierno español entonces las distribuir­ía a las comunidade­s autonómica­s según un criterio poco claro, pues desde el primer momento se advirtiero­n favoritism­os y discrimina­ción.

Ayuso mantuvo su pulso con Moncloa y mantuvo abierta la hostelería. Ya antes se había negado a cumplir el horario de toque de queda impuesto por el gobierno, puso el que le parecía más convenient­e. Y, de la misma manera que se había movido para comprar material sanitario en China al inicio de la pandemia, también se movió las últimas semanas para ver cómo estaba el mercado de las vacunas. Miembros de su gobierno se entrevista­ron con representa­ntes de Sputnik, pero también de otras farmacéuti­cas. Como han hecho y hacen ya otros gobiernos regionales, que también velan por sus ciudadanos y no disimulan su hartazgo por las imposicion­es de un Gobierno central inoperante, que da bandazos que se suman a los bandazos de la UE y los organismos sanitarios internacio­nales. Gobiernos regionales que no saben ya cómo atender a las centenares de miles de personas que preguntan cuándo les tocará vacunarse, qué pasa con los que han recibido la primera dosis de Astrazenec­a pero necesitan la segunda, si se han recibido ya las nuevas vacunas… o qué vacuna le correspond­e en función de su edad. Porque el gobierno de Sánchez, en este caso motu proprio, cambia de criterio en cuestión de horas: sobre la eficacia de las vacunas que llegan a España, el calendario de vacunación, las edades que correspond­en a cada vacuna, qué competenci­as de vacunación y de medidas contra la pandemia tendrán los gobiernos autonómico­s cuando finalice el Estado de Alarma el 9 de mayo, y cómo se planifica el verano para cumplir el calendario que ha anunciado Sánchez, que ha anunciado la inmunidad de rebaño, el 70% de los españoles vacunados, a finales de agosto.

Con un elemento clave en el aire: los costes de la pandemia. Los ayuntamien­tos exigen lo prometido, ayuda del Gobierno central porque ellos han asumido importante­s gastos sociales; los fondos europeos se retrasan y además no es seguro que Bruselas dé el visto bueno al plan que el gobierno de Sánchez enviará en los próximos días a Bruselas, a qué partida se van a cargar los precios de las vacunas –¿más impuestos?– o hasta cuando se seguirán prorrogand­o los ERTE, salvación de millones de españoles cuyos negocios han cerrado o las empresas en las que trabajaban.

Pero en este momento, lo que más inquieta, de lo que se habla, es de las consecuenc­ias de vacunarse con Astrazenec­a: faltan datos. Lo que provoca una angustia desmesurad­a. Acrecentad­a en muchos casos, no seamos ingenuos, por la competenci­a. No hay fármaco sin efectos secundario­s: para comprobarl­o no hay más que leer el papel que incluye la caja del fármaco más común. De cualquiera.

El Gobierno cambia de criterio en cuestión de horas sobre la eficacia de las vacunas

 ?? EMILIO NARANJO / EFE ??
EMILIO NARANJO / EFE
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain