Europa Sur

“Mi padre es más Alfredo Landa que Robert Redford”

- Juan de la Huerga

–¿Qué pregunta detesta que le hagan recurrente­mente como modelo?

–“¿Es verdad que bebes dos litros de agua al día?”.

–¿En serio?

–Claro. Y también: “¿Cuál es la parte que menos te gusta de ti?”. Pues igual que a cualquier mujer.

–No habrá ninguna difícil de geografía africana como había en los concursos de misses para pillarlas.

–No se preocupe, si no me la sé, me la invento... como tanta gente, no sólo las misses. Ese prejuzgar de toda la vida.

–De cría estaba “asalvajada”. ¿Su peor trastada?

–He roto muchas cosas en casa. Destrocé un jarrón de un metro en una esquina del pasillo y lo coloqué perfecto sin pegar; así estuvo hasta que mi madre lo movió para pasar la fregona y se desmoronó entero. Pero yo nunca fui, yo nunca era...

–Vivió meses en Alemania, donde nació, pero tiene más de Claudia Schiffer que de Perlita de Huelva.

–Así es. Y si conociera a mi padre, se sorprender­ía porque es más Alfredo Landa que Robert Redford. Siempre dice: “Te he criado, no investigue­s”.

–Él la animó a probar en las pasarelas. Vaya señor enrollado y nada carca.

–No hay padre más de campo que el mío, camisas de cuadros y pelo en pecho, pero tiene una mentalidad maravillos­a. No se asusta de nada. En una de mis primeras sesiones de fotos salí desnuda y debía aprobarlo él porque tenía 16 años. “Papá, se me ve la teta”. Y respondió: “Lo sé”. Y yo: “Papá, que estás firmando que todo el mundo me vea la teta”. Y soltó: “¿Quieres enseñarla con 70 años como tu abuela? Enséñala ahora”.

–Señora Sánchez López, ¿le ha pesado llevar esos apellidos tan glamurosos?

–Lo mejor es cuando me dicen: “Sánchez López, alemana, ¿no?”. Y respondo: “Sí, alemana, alemana”.

–¿Está a punto de ser cuarentona? Si dice que está en la crisis de la mediana edad, me pego un tiro.

–Me queda nada y estoy mejor que nunca. Con las ganas que tenía de verme con 40 y aquí estoy. Como mejor que antes, entreno más que nunca, soy más feliz... ¡Cuarentas a mí, cuarentas a mí!

–Mujer de 1,80, ¿está sobrevalor­ada la estatura?

–Totalmente, cuando la gente me dice: “Uy, qué bien, qué alta”, respondo: “Muy bien qué”. El 1,80 no vale para nada, aunque lo he amortizado. Inventé la tendencia de los pantalones tobilleros y poco más. Las rodillas en los aviones, los dolores son más grandes, nos chocamos con todo... Mal.

–Recuerda con gracia cuando al retocar por primera vez con Photoshop unas fotos le pusieron “dos tetas como dos carretas”.

–Así fue. Si pudiera encontrar la foto, se la enseñaría.

–Es igual.

–Empecé en analógico con los carretes, pero llegó lo digital. Hice un catálogo de baño y cuando vi esa pechera... Ah, también me cambiaron una vez la cabeza de cuerpo. Éticamente no es bonito, pero es legal.

–¿A su amada Huelva, con el debido respeto, no le hace falta un lifting?

–Hace falta que la gente la conozca más. Es como Milán, pero sin el Duomo. Me da igual que sea fea. Es como los niños chicos, son graciosos cuanto más feos. O cuando uno es buena persona no es tan feo, ¿no? A Huelva le pasa lo mismo. Como es tan buena, no es tan fea.

–En la boda de su hermano se puso un traje de piedras muy mono que le impidió sentarse y cenó de pie. ¿Tanto hay que sufrir?

–Era muy joven, 18 años. Con 40 no me pasa. Lo tengo guardado, un vestido de Loewe maravillos­o, monísimo, y no me pude sentar en toda la boda. Pesaba nueve kilos. Lo tengo por si mi hija con 18 años decide ponérselo.

–Mejor no saber cómo iba al baño.

–Bueeeno, con dos personas para levantarme el vestido.

–¿Hay muchos trapos sucios en la moda?

–Es más fama que realidad; como en cualquier trabajo. Entre las modelos nos llevamos muy bien y nos ayudamos, aunque no nos veamos. Le pido un favor a Judit (Mascó) y le falta tiempo... Entre los diseñadore­s, igual.

–Su personaje en Los hombres de Paco era Miranda, como su primer novio conocido. Qué cachondos los guionistas, ¿no?

–Qué cachondeít­o, sí, sí. Me hacía gracia.

He invocado a Dios en desfiles estando con gastroente­ritis; entre una salida y otra... al baño”

–Un novio modelo, otro futbolista, el actual cantante. ¿No le atraen los periodista­s?

–Me quedo como estoy, pero nunca se sabe. Estoy encantada de la vida, pero voy a hacer 40, espero que me quede media vida. Hay cosas que sí sé, como que ya las pelotas no las voy a tocar...

–¿Qué opina de los piropos?

–Soy agradecida a los piropos, no me siento ofendida. Es más, me siento ofendida cuando lo estás esperando y no llega.

–¿A qué políticos les ve hechuras para desfilar?

–¡Ufff! Está difícil. Estilístic­amente son muy complicado­s todos. ¿Sabe qué pasa? Que para un desfile tienes que transmitir y no veo mucha transmisió­n en ellos.

–Es religiosa. ¿Cuántas veces invocó a Dios en los backstages?

–Ahí y en mil situacione­s más. En el cuello tengo a la Virgen del Rocío de mi abuela. Siendo modelo he invocado a Dios varias veces estando con gastroente­ritis en la Semana de la Moda.

–Vaya tela.

–No se puede ni imaginar lo que es. Mal, mal. Porque las modelos también tenemos gastroente­ritis. Salimos tres o cuatro veces por desfile y entre una y otra... al baño.

–Alumna de MasterChef, ¿qué plato borda y cuál le sale un churro?

–Bordo el arroz con conejo y alcachofas, una cosa bárbara. Y un churro, la repostería en general; no me gusta y no le echo amor.

–Sonríe y se ríe mucho. Eso es horrible para las patas de gallo, ¿no?

–La gente me dice que me chute aquí y allí, y les digo que estas arrugas son de enfocar porque soy miope, no de enfadarme, y estas otras, de descojonar­me. Voy a cumplir 40 y hago los tratamient­os de vitaminas, mis hidratacio­nes... pero acepto los años maravillos­amente. Me da mucho miedo un pinchazo.

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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA

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