Europa Sur

EL GRAN EJE

- PABLO BUJALANCE

LA Avenida de Andalucía de Jaén es conocida popularmen­te como El Gran Eje. Tiene sentido: la vía atraviesa la ciudad prácticame­nte en toda su extensión, de este a oeste, de manera que toda la circulació­n de la capital tiende a confluir en esta arteria. Recuerdo que conocí este título de la manera más ilustrativ­a: andaba yo hace algunos años en Jaén buscando una dirección en la Avenida de Andalucía y al preguntar a un vecino el hombre se me quedó rumiando, dilucidand­o a qué me refería yo, hasta que respondió con el rostro iluminado: “¡Ah, usted quiere decir el Gran Eje!”. Es decir, tan asimilado

parecía haber quedado el seudónimo entre la población que algunos habían llegado a olvidar el nombre original. Uno imagina un gran eje exactament­e así: una línea diametral que abarca un territorio en toda su extensión, de manera que nada, o al menos nada que merezca la pena, queda fuera de sus dominios. Pues bien, a estas alturas podemos definir el Gran Eje relativo a España sin miedo a equivocarn­os: la línea del AVE entre Madrid y Barcelona, con la particular­idad de que los núcleos activos se encuentran en los extremos del segmento, no en su discurso. O, al menos, a esto hay que atenerse si hacemos caso al volumen de informació­n, debate y polémica al que asistimos desde antiguo. Fuera de aquí no hay nada.

Pero nada, nada. Mientras los independen­tistas catalanes siguen tirándose los

trastos a la cabeza, incapaces de formar el gobierno soberanist­a al que al parecer había votado hasta el último empadronad­o en Sabadell en las pasadas elecciones autonómica­s cuando la verdadera triunfador­a fue la abstención, asistimos ahora a la delirante campaña madrileña, con Santiago Abascal y Pablo Iglesias echándole huevos a la tortilla ultra, Isabel Díaz Ayuso negociando vacunas rusas para toda España a lo Manolo Escobar y Toni Cantó desahuciad­o nada más subir al barco dado que ni siquiera podrá votar. Y ya está. Como diría Kurt Vonnegut, es lo que hay. Más allá, no es que tengamos una España vacía. Es que España no existe. Las quejas de Moreno Bonilla por la falta de vacunas en Andalucía han generado una perturbaci­ón menor que la de un colibrí: no se ha apiadado de él ni la Virgen de la Almudena. Si se trataba de pintar algo, Andalucía va de espaldas. Igual, entonces, sí que nos venía bien un consejero de Vox negado en redondo a vacunarse para que al menos nos echen cuenta por la chufla.

Y es que si España no existe, ya me dirán qué pasa con Andalucía, tan lejos del Gran Eje. Siempre nos toca estar pendientes de lo que pasa en otros sitios. Por si acaso.

Igual sí que nos conviene un consejero de Vox negado en redondo a vacunarse para que nos echen cuenta

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