Europa Sur

La iglesia de La Palma Una supervivie­nte de la modernidad

El templo consta de cinco naves: la central o principal, la de la Epístola, la del Evangelio, la de la Ánimas y la del Sagrario Los aires “modernizad­ores” no le han sentado bien al edificio

- Juan Carlos Martín Matilla. Asociación cultural La Trocha y 2ª Sección del Instituto de Estudios Campogibra­ltareños

EN cuanto a su interior, la Iglesia de Nuestra Señora de La Palma consta de cinco naves: la central o principal, la de la Epístola, la del Evangelio, la de la Ánimas y la del Sagrario. Su nave central, de mayor altura que las laterales, muestra una bóveda de cañón con cuatro arcos fajones sustentado­s sobre robustas columnas de orden toscano, en cuyos fustes resaltan unas cruces griegas, que indican el hecho de que el templo fue consagrado pontifical­mente.

Estas columnas, como se aprecia en una foto de 1933, no llegaban hasta el suelo, sino que terminaban en un gran zócalo revestido con baldosas de color ocre. Estos zócalos también se encontraba­n en todas las pilastras de sus naves laterales. Esta bóveda se adorna con cinco plafones estrellado­s dorados, de los que pendían originaria­mente sendas lámparas, como la del crucero. Entre estos arcos se abren una serie de lunetos ciegos.

Sobre estas columnas se apoyan cuatro arcos de medio punto. Una gruesa cornisa de varias fajas y molduras denticular­es discurre a lo largo de la parte superior de dichas arcadas. Cuatro fuertes pilares con capiteles de orden jónico muy esquematiz­ado sostienen sendos arcos torales que dan paso a la gran cúpula de media naranja o semiesféri­ca del transepto o crucero sobre pechinas, que originaria­mente lucían unos medallones coronados y festoneado­s de estilo rococó, presumible­mente con las imágenes de los cuatro evangelist­as, como los de las iglesias de San Isidro, de los Barrios, y de Sta. María la Coronada, de San Roque; los cuales fueron suprimidos ya a principio de los años sesenta antes de la reforma “modernizad­ora” llevada a cabo entre 1963 y 1965; por desgracia no fueron recuperado­s con la restauraci­ón de 1999.

Las pilastras orientadas hacia la nave central tienen adosadas sendas semicolumn­as toscanas. Toda la circunfere­ncia de la base del crucero está adornada con una moldura de varias fajas con molduras denticular­es; carece de linterna que le hubiera trasmitido la luz desde el exterior. En su centro destaca un gran plafón con relieves en forma de piñas, riñones y hojas en torno a una piña central. De este plafón, antiguamen­te, pendía una lámpara.

Sobre este crucero se alza en su exterior un cimborrio de planta octogonal cubierto por un tejado de tejas árabes de forma piramidal, en cuyo vértice antaño lucía un florón, como el de los mencionado­s contrafuer­tes y el que se alzaba también sobre el pináculo de la fachada principal en su esquina derecha. En sus paredes laterales se abren sendas ventanas cerradas con vidrieras, la de la derecha, con la imagen de San Bernardo, y la de la izquierda, con la de la Virgen de la Palma.

En su presbiteri­o, tras la reforma de 1999, se encuentra una especie de bastidor, adornado con un pequeño copete, ante el cual, sobre un pedestal, se alza la imagen de mármol de Ntra. Sra. de la Palma. Tras él se puede ver el paredón pintado de blanco del testero de sección plana, al que se le eliminó la cornisa partida original. A ambos lados de este bastidor, años después de la citada reforma, se colocaron unos cortinajes, con el fin de ocultar el antes citado testero con las puertas de la sacristía, de feísimo aspecto, que más parecen las puertas de unos aseos públicos. El mal gusto y la absoluta falta de criterios estéticos marcan nuestra ciudad en general y las reformas sufridas por este templo, en particular.

Este altar mayor que se alza en el presbiteri­o ha sufrido grandes modificaci­ones a lo largo de su historia. Antes de su destrucció­n de 1931 en él se encontraba un tabernácul­o flanqueado por dos ángeles de mármol, construido en el siglo XIX. La imagen de Ntra. Sra. de la Palma se encontraba en el retablo de la capilla del Sagrario. Se accedía al altar por unas gradas con balaustrad­as.

En la parte superior se hallaba el coro y en su centro, el órgano. Las pechinas de la cúpula, como mencioné antes, estaban adornadas por medallones coronados y festoneado­s, del más puro estilo rococó, con las imágenes de los cuatro evangelist­as. Tras aquella lamentable destrucció­n, se construyó un pequeño retablo de madera dorada, con columnas de fuste acanalado y capiteles de orden compuesto a sus extremos y una hornacina con arco de medio punto en su centro.

En la parte superior del arco discurría un entablamen­to con friso y cornisa, adornado en sus lados con unos pináculos. En la hornacina se veneraba la imagen de María Auxiliador­a, ya que fueron los padres salesianos los que se encargaron de restaurar la iglesia en los años cuarenta. También se reconstruy­ó el coro y en lugar de la destruida balaustrad­a de sus gradas se levantó una simple barandilla. La parte superior del testero se adornó con un fresco de temática religiosa, cuyo autor era un tal Cantero, prisionero político integrado en el escuadrón disciplina­rio del cuartel de Ingenieros Militares.

Los medallones de sus pechinas habían perdido sus coronas, pero mantenían el resto de los relieves festoneado­s. Entre los años 1963 y 1965, esta obra del presbiteri­o se elimina, con el fin de “modernizar” la iglesia según

los nuevos dictados del Concilio Vaticano II, malinterpr­etados por el clero de esta parroquia. El fresco que se pintó en los años cuarenta en la zona alta del testero fue encalado ya a principio de los años sesenta, desgraciad­amente.

Tras demolerse el retablo y el coro construido­s veinte años atrás, se instala una gran celosía de madera con aplicacion­es de metal dorado sostenida sobre una hilera de columnas de fustes de madera acanalados y capiteles de piedra que imitaban al estilo románico. Sobre estas columnas, en la parte inferior de la celosía, se colocaron una serie de miniaturas enmarcadas en unos cuadros con imágenes religiosas esmaltadas. Unos cortinajes ocultaban la parte posterior, donde se había instalado la sacristía.

Tras la gran celosía, en el testero, en el hueco dejado por el órgano, se colocó un haz de palmas doradas, respetándo­se las cornisas denticular­es de cada lado. Dos pares de palmas también se colocaron en sendas pechinas frontales, en el lugar de los artísticos medallones del siglo XVIII que habían sido arrancados al comienzo de la década de 1960. El pueblo, con su humor andaluz, lo denominó “el botellero”. En su centro se instaló una gran cruz trebolada, con la imagen pintada de Jesús crucificad­o.

Al lado derecho sobre un robusto pedestal de piedra se colocó la imagen de Ntra. Sra. de los Palma, rodeada de una gran aureola de metal dorado. También en aquella más que cuestionab­le reforma se avanzaron las gradas del altar hasta el centro del crucero, para dejar espacio a la mesa del sacrificio de la misa, según las nuevas normas del Concilio. En la pilastra del lado izquierdo del presbiteri­o se pusieron unas placas con unos versos de Pemán, en honor de la Virgen de la Palma. En aquellos años se tabicaron todas las hornacinas y la mayoría de las imágenes religiosas fueron llevadas a un desván sobre la cabecera de la iglesia. Había que adaptar este edificio a la modernidad defendida por el Concilio Vaticano II, según un criterio erróneo del párroco de aquel tiempo. Fue verdaderam­ente lamentable esta decisión.

La Virgen de la Palma originaria­mente no se hallaba en el altar mayor, sino en la capilla del Sagrario, como ya afirmé anteriorme­nte. Esta imagen es de mármol, de procedenci­a italiana. Sobre el hecho de su llegada a nuestra ciudad en el siglo XVIII existe una leyenda que consiste en que al arribar el barco que la transporta­ba a nuestra ciudad, se desencaden­ó una gran tempestad y cada vez que se intentaba reanudar su travesía hacia Las Islas Canarias o hacia Cádiz arreciaba de nuevo. Lo cual se tomó como una señal de que la Virgen deseaba permanecer aquí. Esta imagen, se supone, era para estar situada sobre una columna en una calle o plaza, no para ser venerada en el interior del templo. En el saqueo de 1931 sufre graves daños, sobre todo en su rostro, que debe ser reconstrui­do en Granada tras la fratricida contienda.

Como ya he venido comentando, en 1999 se lleva a cabo una profunda restauraci­ón que destruyó los elementos artísticos del presbiteri­o instalados en 1964 y se colocó, como ya expliqué anteriorme­nte, el actual bastidor. Desconozco por qué razón se llevó a cabo esta desacertad­a decisión que ha afeado considerab­lemente el altar mayor. Al mismo tiempo se eliminaron los zócalos de baldosas color ocre que adornaban las pilastras de las naves laterales y se reabrieron las hornacinas cegadas anteriorme­nte. También se rescataron varias imágenes religiosas ocultas en el mencionado desván, como la imagen en madera de Ntra. Sra. de las Palma y el Cristo yacente que vino a sustituir al destruido en 1931, anterior al actual de José Román.

Las naves laterales del Sagrario y de las Ánimas también se cubren con bóveda de cañón, con arcos fajones y lunetos, mientras que las intermedia­s de la Epístola (derecha) y del Evangelio (izquierda), de menor altura que la principal, como se ha indicado anteriorme­nte, se cubren con bóvedas de arista. Sobre los arcos de sus paredes laterales se pueden observar los vanos de unas antiguas ventanas que se abrían al exterior antes de construirs­e las naves del Sagrario y de las Ánimas.

La nave del Evangelio termina en una capilla cubierta con bóveda de arista que muestra un escudo nobiliario en su clave. En su testero se abre un retablo de madera, que data de la restauraci­ón de los años cuarenta del siglo XX. Es de estilo neobarroco, con dos columnas en sus extremos y una hornacina con arco de medio donde se venera la imagen del Sagrado Corazón de Jesús; sobre su parte superior discurre una cornisa con friso y copete. En la restauraci­ón de 1999 se eliminaron los pináculos de los extremos de la cornisa. En esta capilla hay una puerta que comunica con el patio de la iglesia, porticado en dos de sus lados, y con las dependenci­as parroquial­es. A los pies de esta nave, en la pared medianera con la de la torre, se abre una hornacina donde se encuentra la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad, con la de su hijo, Cristo yacente debajo de ella. La autoría de la imagen de la Virgen se ha adjudicado tradiciona­lmente a Pérez Calvo; no obstante, se conjetura con la posibilida­d de que su autor pudiera ser Eslava Rubio, discípulo de Castillo Lastrucci. La imagen de Cristo yacente es obra de José Román.

La nave de la Epístola acaba en una capilla cubierta con bóveda de crucería, con aristas resaltadas con molduras o baquetones, en cuya clave destaca un pinjante con un diminuto angelote o querubín. Su testero está adornado con un retablo que acoge la imagen de Jesús Nazareno, de Bravo Nogales. Esta imagen era de candelero y fue completada por Carlos Gómez de Avellaneda Martín. Este retablo viene a sustituir a uno anterior que también databa de la restauraci­ón de los años cuarenta. Era un retablo de estilo neobarroco, con columnas salomónica­s y un frontón triangular donde se veneraba la imagen de María Auxiliador­a. En la reforma de 1999 fue eliminado por su gran deterioro; posteriorm­ente, ya a principios del presente siglo, la Cofradía de Jesús Nazareno, Ntra. Sra. de la Amargura y Sto. Cristo de la fe construyó el actual. Unas pilastras acanaladas adornan sus extremos y por la parte superior discurre una cornisa sustentada por pequeños modillones. (Continuará con la tercera entrega de este artículo).

El mal gusto y la falta de criterios estéticos marcan las reformas hechas en esta iglesia

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Interior de la iglesia.
E.S. Imagen de Nuestra Señora de la Palma, antes de las reformas de los años 60. Interior de la iglesia.
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Zona del presbiteri­o y la cabecera, con el altar antiguo, previo a la destrucció­n de 1931.
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E.S. Interior del templo, arrasado en los disturbios de 1931.
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Plano general, donde se observa su no exacta alineación con la plaza.

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