La iglesia de La Palma Una superviviente de la modernidad
El templo consta de cinco naves: la central o principal, la de la Epístola, la del Evangelio, la de la Ánimas y la del Sagrario Los aires “modernizadores” no le han sentado bien al edificio
EN cuanto a su interior, la Iglesia de Nuestra Señora de La Palma consta de cinco naves: la central o principal, la de la Epístola, la del Evangelio, la de la Ánimas y la del Sagrario. Su nave central, de mayor altura que las laterales, muestra una bóveda de cañón con cuatro arcos fajones sustentados sobre robustas columnas de orden toscano, en cuyos fustes resaltan unas cruces griegas, que indican el hecho de que el templo fue consagrado pontificalmente.
Estas columnas, como se aprecia en una foto de 1933, no llegaban hasta el suelo, sino que terminaban en un gran zócalo revestido con baldosas de color ocre. Estos zócalos también se encontraban en todas las pilastras de sus naves laterales. Esta bóveda se adorna con cinco plafones estrellados dorados, de los que pendían originariamente sendas lámparas, como la del crucero. Entre estos arcos se abren una serie de lunetos ciegos.
Sobre estas columnas se apoyan cuatro arcos de medio punto. Una gruesa cornisa de varias fajas y molduras denticulares discurre a lo largo de la parte superior de dichas arcadas. Cuatro fuertes pilares con capiteles de orden jónico muy esquematizado sostienen sendos arcos torales que dan paso a la gran cúpula de media naranja o semiesférica del transepto o crucero sobre pechinas, que originariamente lucían unos medallones coronados y festoneados de estilo rococó, presumiblemente con las imágenes de los cuatro evangelistas, como los de las iglesias de San Isidro, de los Barrios, y de Sta. María la Coronada, de San Roque; los cuales fueron suprimidos ya a principio de los años sesenta antes de la reforma “modernizadora” llevada a cabo entre 1963 y 1965; por desgracia no fueron recuperados con la restauración de 1999.
Las pilastras orientadas hacia la nave central tienen adosadas sendas semicolumnas toscanas. Toda la circunferencia de la base del crucero está adornada con una moldura de varias fajas con molduras denticulares; carece de linterna que le hubiera trasmitido la luz desde el exterior. En su centro destaca un gran plafón con relieves en forma de piñas, riñones y hojas en torno a una piña central. De este plafón, antiguamente, pendía una lámpara.
Sobre este crucero se alza en su exterior un cimborrio de planta octogonal cubierto por un tejado de tejas árabes de forma piramidal, en cuyo vértice antaño lucía un florón, como el de los mencionados contrafuertes y el que se alzaba también sobre el pináculo de la fachada principal en su esquina derecha. En sus paredes laterales se abren sendas ventanas cerradas con vidrieras, la de la derecha, con la imagen de San Bernardo, y la de la izquierda, con la de la Virgen de la Palma.
En su presbiterio, tras la reforma de 1999, se encuentra una especie de bastidor, adornado con un pequeño copete, ante el cual, sobre un pedestal, se alza la imagen de mármol de Ntra. Sra. de la Palma. Tras él se puede ver el paredón pintado de blanco del testero de sección plana, al que se le eliminó la cornisa partida original. A ambos lados de este bastidor, años después de la citada reforma, se colocaron unos cortinajes, con el fin de ocultar el antes citado testero con las puertas de la sacristía, de feísimo aspecto, que más parecen las puertas de unos aseos públicos. El mal gusto y la absoluta falta de criterios estéticos marcan nuestra ciudad en general y las reformas sufridas por este templo, en particular.
Este altar mayor que se alza en el presbiterio ha sufrido grandes modificaciones a lo largo de su historia. Antes de su destrucción de 1931 en él se encontraba un tabernáculo flanqueado por dos ángeles de mármol, construido en el siglo XIX. La imagen de Ntra. Sra. de la Palma se encontraba en el retablo de la capilla del Sagrario. Se accedía al altar por unas gradas con balaustradas.
En la parte superior se hallaba el coro y en su centro, el órgano. Las pechinas de la cúpula, como mencioné antes, estaban adornadas por medallones coronados y festoneados, del más puro estilo rococó, con las imágenes de los cuatro evangelistas. Tras aquella lamentable destrucción, se construyó un pequeño retablo de madera dorada, con columnas de fuste acanalado y capiteles de orden compuesto a sus extremos y una hornacina con arco de medio punto en su centro.
En la parte superior del arco discurría un entablamento con friso y cornisa, adornado en sus lados con unos pináculos. En la hornacina se veneraba la imagen de María Auxiliadora, ya que fueron los padres salesianos los que se encargaron de restaurar la iglesia en los años cuarenta. También se reconstruyó el coro y en lugar de la destruida balaustrada de sus gradas se levantó una simple barandilla. La parte superior del testero se adornó con un fresco de temática religiosa, cuyo autor era un tal Cantero, prisionero político integrado en el escuadrón disciplinario del cuartel de Ingenieros Militares.
Los medallones de sus pechinas habían perdido sus coronas, pero mantenían el resto de los relieves festoneados. Entre los años 1963 y 1965, esta obra del presbiterio se elimina, con el fin de “modernizar” la iglesia según
los nuevos dictados del Concilio Vaticano II, malinterpretados por el clero de esta parroquia. El fresco que se pintó en los años cuarenta en la zona alta del testero fue encalado ya a principio de los años sesenta, desgraciadamente.
Tras demolerse el retablo y el coro construidos veinte años atrás, se instala una gran celosía de madera con aplicaciones de metal dorado sostenida sobre una hilera de columnas de fustes de madera acanalados y capiteles de piedra que imitaban al estilo románico. Sobre estas columnas, en la parte inferior de la celosía, se colocaron una serie de miniaturas enmarcadas en unos cuadros con imágenes religiosas esmaltadas. Unos cortinajes ocultaban la parte posterior, donde se había instalado la sacristía.
Tras la gran celosía, en el testero, en el hueco dejado por el órgano, se colocó un haz de palmas doradas, respetándose las cornisas denticulares de cada lado. Dos pares de palmas también se colocaron en sendas pechinas frontales, en el lugar de los artísticos medallones del siglo XVIII que habían sido arrancados al comienzo de la década de 1960. El pueblo, con su humor andaluz, lo denominó “el botellero”. En su centro se instaló una gran cruz trebolada, con la imagen pintada de Jesús crucificado.
Al lado derecho sobre un robusto pedestal de piedra se colocó la imagen de Ntra. Sra. de los Palma, rodeada de una gran aureola de metal dorado. También en aquella más que cuestionable reforma se avanzaron las gradas del altar hasta el centro del crucero, para dejar espacio a la mesa del sacrificio de la misa, según las nuevas normas del Concilio. En la pilastra del lado izquierdo del presbiterio se pusieron unas placas con unos versos de Pemán, en honor de la Virgen de la Palma. En aquellos años se tabicaron todas las hornacinas y la mayoría de las imágenes religiosas fueron llevadas a un desván sobre la cabecera de la iglesia. Había que adaptar este edificio a la modernidad defendida por el Concilio Vaticano II, según un criterio erróneo del párroco de aquel tiempo. Fue verdaderamente lamentable esta decisión.
La Virgen de la Palma originariamente no se hallaba en el altar mayor, sino en la capilla del Sagrario, como ya afirmé anteriormente. Esta imagen es de mármol, de procedencia italiana. Sobre el hecho de su llegada a nuestra ciudad en el siglo XVIII existe una leyenda que consiste en que al arribar el barco que la transportaba a nuestra ciudad, se desencadenó una gran tempestad y cada vez que se intentaba reanudar su travesía hacia Las Islas Canarias o hacia Cádiz arreciaba de nuevo. Lo cual se tomó como una señal de que la Virgen deseaba permanecer aquí. Esta imagen, se supone, era para estar situada sobre una columna en una calle o plaza, no para ser venerada en el interior del templo. En el saqueo de 1931 sufre graves daños, sobre todo en su rostro, que debe ser reconstruido en Granada tras la fratricida contienda.
Como ya he venido comentando, en 1999 se lleva a cabo una profunda restauración que destruyó los elementos artísticos del presbiterio instalados en 1964 y se colocó, como ya expliqué anteriormente, el actual bastidor. Desconozco por qué razón se llevó a cabo esta desacertada decisión que ha afeado considerablemente el altar mayor. Al mismo tiempo se eliminaron los zócalos de baldosas color ocre que adornaban las pilastras de las naves laterales y se reabrieron las hornacinas cegadas anteriormente. También se rescataron varias imágenes religiosas ocultas en el mencionado desván, como la imagen en madera de Ntra. Sra. de las Palma y el Cristo yacente que vino a sustituir al destruido en 1931, anterior al actual de José Román.
Las naves laterales del Sagrario y de las Ánimas también se cubren con bóveda de cañón, con arcos fajones y lunetos, mientras que las intermedias de la Epístola (derecha) y del Evangelio (izquierda), de menor altura que la principal, como se ha indicado anteriormente, se cubren con bóvedas de arista. Sobre los arcos de sus paredes laterales se pueden observar los vanos de unas antiguas ventanas que se abrían al exterior antes de construirse las naves del Sagrario y de las Ánimas.
La nave del Evangelio termina en una capilla cubierta con bóveda de arista que muestra un escudo nobiliario en su clave. En su testero se abre un retablo de madera, que data de la restauración de los años cuarenta del siglo XX. Es de estilo neobarroco, con dos columnas en sus extremos y una hornacina con arco de medio donde se venera la imagen del Sagrado Corazón de Jesús; sobre su parte superior discurre una cornisa con friso y copete. En la restauración de 1999 se eliminaron los pináculos de los extremos de la cornisa. En esta capilla hay una puerta que comunica con el patio de la iglesia, porticado en dos de sus lados, y con las dependencias parroquiales. A los pies de esta nave, en la pared medianera con la de la torre, se abre una hornacina donde se encuentra la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad, con la de su hijo, Cristo yacente debajo de ella. La autoría de la imagen de la Virgen se ha adjudicado tradicionalmente a Pérez Calvo; no obstante, se conjetura con la posibilidad de que su autor pudiera ser Eslava Rubio, discípulo de Castillo Lastrucci. La imagen de Cristo yacente es obra de José Román.
La nave de la Epístola acaba en una capilla cubierta con bóveda de crucería, con aristas resaltadas con molduras o baquetones, en cuya clave destaca un pinjante con un diminuto angelote o querubín. Su testero está adornado con un retablo que acoge la imagen de Jesús Nazareno, de Bravo Nogales. Esta imagen era de candelero y fue completada por Carlos Gómez de Avellaneda Martín. Este retablo viene a sustituir a uno anterior que también databa de la restauración de los años cuarenta. Era un retablo de estilo neobarroco, con columnas salomónicas y un frontón triangular donde se veneraba la imagen de María Auxiliadora. En la reforma de 1999 fue eliminado por su gran deterioro; posteriormente, ya a principios del presente siglo, la Cofradía de Jesús Nazareno, Ntra. Sra. de la Amargura y Sto. Cristo de la fe construyó el actual. Unas pilastras acanaladas adornan sus extremos y por la parte superior discurre una cornisa sustentada por pequeños modillones. (Continuará con la tercera entrega de este artículo).
El mal gusto y la falta de criterios estéticos marcan las reformas hechas en esta iglesia