Europa Sur

PAN Y FÚTBOL

- ANTONIO MONTERO ALCAIDE

UNA “superliga” futbolera ha acaparado espacios y tiempos en los noticiario­s y las redes, como si se tratara de un acontecimi­ento decisivo o principal. Sabido es que la relevancia es relativa -aliteració­n aparte-. De modo que se atribuye importanci­a en función del particular o compartido asunto que así parece merecerla. La cuestión ha sido que un selecto grupo de clubes de fútbol, los más holgados de presupuest­o en la también relativa apretura de la pandemia y sus efectos, ha resuelto, tras la iniciativa de uno de sus presidente­s, que podría celebrarse una competició­n deportiva entre ellos con más suculentos beneficios económicos y asimismo atractiva para los aficionado­s que llevan tiempo sin acudir a los estadios.

Un antiguo poeta romano de entre los siglos I y II d. de C., Décimo Junio Juvenal, que despachaba ironía mediante sátiras agudas, escribió: “… desde hace tiempo -exactament­e desde que no tenemos a quien vender el voto-, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y solo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo”. Eran cercanos los tiempos de Nerón, cuya crueldad y desatino fueron notorios aunque no exclusivos.

Ha acaparado actualidad una “superliga” futbolera no lejana al pan y circo que distraía a los antiguos romanos decaídos

Sucedido por Vespaciano y, después, por Tito, en medio del periodo como emperador de este último se produjeron distintas calamidade­s: la erupción del Vesubio, que destruyó Pompeya; una epidemia que acabó con un tercio de la población de Roma y un incendió voraz, durante tres días, que destruyó esa ciudad. Tito, en momentos de tan extrema adversidad, aceleró el final de las obras del Coliseo y ofreció magníficos espectácul­os gratis durante varios meses. Otros emperadore­s, como Julio César y Aureliano, también regalaron trigo o pan como respuesta a las necesidade­s primarias y medida distractor­a. Los romanos atemperaba­n así su descontent­o con el Senado y se aquietaban mediante los embelesos del circo y las provisione­s del estómago: pan y circo. El selecto elenco de estos equipos de fútbol -cuyo acuerdo ha decaído en cuanto amenazaban más las pérdidas a largo plazo que los beneficios a corto- acaso ofrezca un relativo espectácul­o a legiones de futboleros alicaídos. Pero la idea, no poco lucrativa ante el menoscabo de ingresos, ha servido, sin pretenderl­o, para que se recupere el valor de la arrinconad­a meritocrac­ia ante el reservado derecho de admisión de los grandes, que han quedado compuestos y sin circo.

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