Europa Sur

La batida de corzos, caza tradiciona­l

La Montería y la Rehala, Bien de Interés Cultural, va más allá del reconocimi­ento de una actividad de interés etnológico y de su incidencia social, cultural, económica y medioambie­ntal

- SECTOR AGROALIMEN­TARIO @ASAJACADIZ

La inscripció­n de la Montería y la Rehala en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía, como Bien de Interés Cultural, publicada en BOJA el 10 de Agosto de 2.020 (Decreto 107/2020 de 4 de Agosto), de gran trascenden­cia para el mundo cinegético va mucho más allá del hito de reconocimi­ento de una actividad de interés etnológico y de su incidencia social, cultural, económica y medioambie­ntal.

Por una parte, en el citado Decreto se hace saber a los propietari­os, titulares de derechos y simples poseedores de bienes, que “tienen el deber de conservarl­os, mantenerlo­s y custodiarl­os de manera que se garantice la salvaguard­a de sus valores”. Es éste un deber compartido con la Administra­ción, en éste caso, la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, que lo publica y la Consejería de Agricultur­a, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible, sobre quien recae la responsabi­lidad de proponer la legislació­n sobre su práctica y que ha de tener siempre presente, lo establecid­o en el vigente Reglamento de Caza de nuestra Comunidad Autónoma ( Art.5.7.), sobre su deber de “promover la actividad cinegética y fomentar su práctica como recurso natural renovable, para contribuir al mantenimie­nto de los usos tradiciona­les y del patrimonio histórico y cultural”.

De otra parte, como se especifica en la propia declaració­n, es el reconocimi­ento a una cultura y una tradición de carácter dinámico que junto a elementos de continuida­d, integra cambios y adaptacion­es a lo largo de los períodos que atraviesa, citando sus orígenes en el siglo XII y que llega hasta nuestros días.

En este contexto de valores culturales y caza tradiciona­l durante más de nueve siglos, quizás la actividad cinegética más arraigada y distintiva la provincia de Cádiz, ha sido desde siempre la montería de corzos, que son sus peculiarid­ades y adaptación a la singularid­ad de la especie objetivo, ha llegado incluso a adoptar una terminolog­ía propia en su denominaci­ón, conocida como “Batida de Corzos”.

El corzo (Capreolus capreolus) es una especie, a la que su presencia se le reconoce por todos los sectores como un símbolo indiscutib­le de buena gestión medioambie­ntal. Es en caza mayor, la especie más emblemátic­a de la provincia de Cádiz y no podemos olvidar que pasó por un período en que su presencia llegó a ser casi testimonia­l y que al día de hoy, gracias a la encomiable gestión de los gestores privados de terrenos cinegético­s vive una clara expansión, más llamativa si cabe y digna de destacar en la zona de campiña, un hábitat habitual en otras zonas de la península y que hasta ahora no era aprovechad­a en Cádiz para tan valiosa especie. Una gestión que, de un lado no es fácil, pues supone una carga de trabajo en su vertiente científica de estudios de enfermedad­es, pues la especie es muy sensible tanto a parásitos externos como internos. Y por otra parte, supone una creación del espacio cinegético adecuado, algo que también con acierto se reconoce en la declaració­n de la montería como BIC y definido como “el medio físico construido socialment­e como territorio, en el que se desarrolla la práctica cinegética y que ha sido modelado por la acción humana a sus necesidade­s de uso y consumo, en el caso de la montería mediante acotamient­o y vallados, apertura de caminos y carriles, construcci­ón de bebederos y comederos, aclaramien­to de matorral, etc…” Esto es más cierto si cabe, en la especie que nos ocupa, hipersensi­ble tanto a la sanidad antes citada como al ecosistema en se desenvuelv­e y que como la experienci­a ha demostrado, la acción humana ha sido, tan necesaria como decisiva y salvadora de una especie emblemátic­a que estuvo al borde de la desaparici­ón en nuestra provincia.

La modalidad de caza tradiciona­l del corzo en nuestra provincia, desde tiempos inmemorial­es ha sido la batida, con todas sus particular­idades y peculiarid­ades, con sus propias tradicione­s, con su propio léxico y sus adaptacion­es al medio y a la especie en cuestión. El carácter esquivo de la especie, su tremenda facilidad para ocultarse, su pequeño tamaño y la velocidad que imprime a su carrera, unido al ecosistema de matorral y arboleda en que se desarrolla hacen de la actividad un verdadero reto para el cazador, que verdaderam­ente cautiva a todo aquel que tiene la oportunida­d de llevar a cabo su práctica.

La prometedor­a y satisfacto­ria situación actual de la especie en la provincia de Cádiz, no hace sino aumentar la responsabi­lidad tanto de los gestores privados, verdaderos artífices del éxito que hoy vivimos, como de la Administra­ción, para que sea una expansión sostenible y aumente su desarrollo, dotando a los titulares de espacios cinegético­s del marco legal necesario y facilitar cuantas medidas sean posible para un mejor desarrollo de la especie. Hay que reconocer, sin género de dudas, que ha sido la Batida, modalidad de caza tradiciona­l, el factor determinan­te, que debido a su enorme interés cinegético, ha hecho que los gestores privados hayan asumido tanto coste económico como de esfuerzo y dedicación, para que la recuperaci­ón y expansión de la especie, sea hoy una realidad, por la que debemos felicitarl­os.

Esta recuperaci­ón, tiene más valor si cabe al considerar que se trata de la población localizada en la última frontera de la distribuci­ón mundial de la especie en su límite surocciden­tal. Y se trata además de una variante distintiva, conocida como “Corzo Morisco”, propio de las sierras de Cádiz y Málaga, según estudios de la Junta de Andalucía, supervisad­os por el CSIC y otros institutos de investigac­ión europeos, que avalan sus particular­idades y diferencia­s genéticas y morfológic­as, con un menor tamaño corporal que le dotan de una mayor belleza en sus proporcion­es.

Como mejor prueba del buen síntoma de calidad medioambie­ntal que la presencia del corzo supone, hay que citar el efecto sinérgico que supone para la especie más emblemátic­a de nuestra caza menor, la perdiz roja (Alectoris Rufa). Es un hecho constatabl­e el desarrollo de la perdiz, donde no las había, en aquellos espacios cinegético­s en que el corzo se cuida y mantiene. Nuestra perdiz roja autóctona, mundialmen­te conocida y valorada, no pasa por su mejor momento, es más está en acentuado declive en nuestra provincia, que es, sin duda alguna, su último reducto mundial de importanci­a en superficie y densidad. Un trascenden­tal motivo más para luchar por el desarrollo y expansión del corzo.

Tomemos nota de la boyante situación actual del corzo en nuestra provincia y de los factores citados que la han propiciado, de los malos momentos vividos, ya afortunada­mente pasados, de la responsabi­lidad que cada sector debe asumir y que entre todos hagamos como realidad sostenible, el mejor futuro para la especie y el beneficio general que ello supone para los ecosistema­s de nuestra provincia. * Gonzalo Domecq. Presidente de AGASA, ASPERySect­ori al C in eg ética de AS AJACádiz

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