CARTAS AL DIRECTOR
Un mar de fraternidad
Aprovechando el ansiado fin del estado de alarma y el comienzo del camino hacia aquel espejismo llamado normalidad, creo que estamos ante el momento idóneo de echar nuestra vista atrás y ser conscientes de la era histórica que hemos vivido. Por supuesto que es una etapa trágica en nuestra historia, pero creo que en medio de la oscuridad surgió también la luz.
Por ejemplo, nunca he visto en mis quince años de vida una ola de solidaridad global tan enorme como la vivida hace un año. Fue tanto el entusiasmo por ayudar al prójimo, que como alumno marianista de ESO me dispuse a crear una plataforma llamada FRATES con el fin de ayudar a los compañeros rezagados debido al duro confinamiento y la brecha digital. La ilusión por colaborar fue tan grande que pronto recibí un apoyo enérgico de profesores y de alumnos que deseaban participar en esta iniciativa. Y este humilde ejemplo solo es uno más de la inmensa marea de caridad que desafió al pesimismo pandémico generalizado. ¡Ojalá haya servido de ejemplo para un mundo más compasivo y humanitario! José Luis Carretero Pulido (Correo)
Alarma y preocupación
Es evidente que se ha levantado el Estado de Alarma, pero no lo es menos que con ello se ha generado un ‘estado de preocupación’ por las consecuencias de la insensatez ciudadana que ha inundado las calles de personas celebrando sin control el fin de las restricciones.
El Estado, con mayúsculas, y el estado, en minúsculas, aunque etimológicamente son conceptos similares, tienen un significado muy diferenciado, por cuanto el primero es una Comunidad social con una organización política común y un territorio y órganos de gobierno propios, soberana e independiente de otras Comunidades, y el segundo es una situación temporal de las personas o cosas cuya condición está sujeta a cambios.
Dicho de otro modo, parece lógico pensar que al levantarse el Estado de Alarma lo ha hecho también, y en consecuencia, el ‘estado de ánimo’, pero no así el ‘estado de preocupación’, que es el generado por las consecuencias de celebrarlo como si no hubiera un mañana, y eso es precisamente de lo que se trata, de que haya un mañana. Enrique Stuyck Romá
(Correo)