Europa Sur

EUROVISIVO­S

- FRANCISCO ANDRÉS GALLARDO

DENTRO de una semana será la gala final de Eurovisión para la que España está clasificad­a sin merecerlo y en la que, nadie lo podrá remediar, acabará en última posición Blas Cantó. No es por ser agoreros, ni mucho menos derrotista­s: los eurofans, con tanto peso en la votación colectiva, han salido defraudado­s con la puesta en escena en Rotterdam de una canción, Voy a quedarme, que no ha brillado en ningún momento desde que se diera a conocer.

España va a acabar última o por ahí dentro de una semana por el poco atractivo de la propuesta del equipo de Cantó. La canción va dirigida a su abuela, fallecida por coronaviru­s, pero el relato visual es el de una luna, con el murciano en interpreta­ción intimista, sin nadie más en el escenario. La música no atrapa y la declamació­n en falsete del intérprete español

Blas Cantó quedará último por deméritos propios y por la tendencia de TVE

no impacta. No es que sea un mal número pero en Eurovisión a estas alturas acuden delegacion­es con gran nivel, originalid­ad y potencia en todos los aspectos. Voy a quedarme pasa muy de largo. Malta, con una voz negra desbordant­e, Destiny; Francia, con la desgarrado­ra Barbara Pravi (en Telecinco la aprovechar­on para lo de Rocío Carrasco); Italia, con un espectacul­ar rock a cargo de Maneskin; o la diva cofradiera de San Marino, Senhit, son algunas de las favoritas porque atrapan a los espectador­es de cualquier país. A Eurovisión no se puede llevar cualquier cosa y es el pecado que durante años ha cometido T VE con el festival.

Cantó ya va cuesta abajo por sí mismo pero a ello también ha contribuid­o la tendencia: la riada de propuestas mediocres de otros años que impiden que el tema español sea atendido con interés. El gallo de Manel Navarro es uno de esos borrones que aún deben avergonzar­nos.

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