Europa Sur

“El espíritu de nuestro tiempo es un monstruo, y yo lo miré a los ojos”

● La autora regresa con ‘Sacrificio­s humanos’, un catálogo de las violencias que nos rodean. “Ser migrante”, asegura, “es algo parecido a ir a la guerra”

- Braulio Ortiz

“No me gusta la palabra denuncia”, apunta María Fernanda Ampuero mientras habla de Sacrificio­s humanos (Páginas de Espuma), el conjunto de cuentos con el que regresa para confirmar su extraordin­ario talento tras aquella impactante Pelea de gallos. “A veces esa expresión parece reñida con la literatura. ¿Tú dirías que Coetzee denuncia el maltrato a los animales, o las huellas que perduran del apartheid? Yo prefiero decir que Coetzee ha escrito un libro

que te cagas, con perdón”, asegura la autora, que en Sacrificio­s humanos retrata distintos tipos de violencia –hacia quien emigra, hacia las mujeres– pero, ante todo, escribe desde una literatura poderosa, aterradora, magnífica.

–Cuando presentó Pelea de gallos afirmaba que había tardado en publicar porque no quería sacar un libro que dejara indiferent­e. A Sacrificio­s humanos no se le puede reprochar que no perturbe: es brutal.

–Ojalá jamás un libro mío deje indiferent­e. Eso sería porque me he vendido o los extraterre­stres me abdujeron. ¡Y no sé que es peor! [ríe]. Claro, es peor venderse, porque de lo otro no tienes la culpa, podría estar diciéndole a los extraterre­stres: Déjenme volver. ¿Qué están haciendo con mi nombre y mi carrera? [ríe de nuevo]. Esa brutalidad de la que hablas es lo que soy, lo que me interesa, lo que va a haber de mí. Yo no vivo de esto aún. Cuando una escribe best sellers, que no es mi caso, te pueden tentar con encargos e igual te tienes que adaptar a las leyes del mercado. Yo vivo en la libertad del precario, no tengo que pagar un departamen­to con vistas al mar en Los Ángeles. Soy profesora, escribo en varios sitios, soy columnista de opinión... Mi economía va por otro lado. Puedo decidir qué escribo, y algo mejor, incluso puedo sentirme orgullosa de haber dicho lo mío en su momento. Esta expresión alemana del espíritu de su tiempo, el Zeitgeist. Bueno, pues el del presente más que un espíritu es un monstruo, y yo lo miré a los ojos, retraté a las víctimas, a los Sacrificio­s humanos...

–Entre esas víctimas estarían los extranjero­s, los expatriado­s. En el primer cuento, Biografía, un personaje sostiene: “Cuando se emigra uno sabe que va a lo peor, como a la guerra”.

–No se regresa del camino de la emigración. Puede volver una silueta parecida a ti, más envejecida, con más bolsas en los ojos, pero esa María Fernanda Ampuero que se subió a un avión GuayaquilM­adrid en una aerolínea ya desapareci­da no es la misma que hace dos años regresó a trabajar a Ecuador. Alguna vez leí que a los veteranos de guerra que arrastran un trauma, o la gente que sobrevive tras una catástrofe, le cambian incluso las células, que hay una transforma­ción biológica incluso. Yo siento que la migración es una experienci­a de vida tan terrible como haber pasado una guerra. Estoy

pensando en una imagen que tomaron un par de amigos fotógrafos, que quisieron documentar las redadas raciales que hacía la Policía en Madrid. Ocurría en la típica terraza madrileña con clientes tomando cervezas, y al fondo unos policías llevándose a unos chicos africanos. Como cuando la gente está veraneando en una playa y llega una patera. Es fascinante, y a la vez aterrador, cómo paralelame­nte pueden pasar varias cosas en un mismo sitio. Y que a un lado estén algunos a los que no les concierne lo que ocurre al otro.

–Retrata la violencia que se ejerce sobre las mujeres, pero lo hace de una manera muy poética, muy bella. En un relato parte de la leyenda de un misterioso hombre que silba para acabar sugiriendo que quien nos daña está a nuestro lado, no es un mito.

–¿Recuerdas los comentario­s machistas que se oyeron en la retransmis­ión de los Goya? Que hablaban de lo buena que estaba Marta Nietoynode lo buena actriz que era. Eso, ese juicio, lo oímos las mujeres cada vez que andamos por la calle y pasamos junto a un grupo de hombres. Que tu vida sea un constante escrutinio, que tu cuerpo lo sea... resulta desolador. El 8 de Marzo, una presentado­ra, que sería como la María Patiño de Ecuador, decidió tomarse unas fotos desnuda, atada, una imagen que impresiona­ba, para denunciar que cada día hay más violencia contra las mujeres. ¿Y cuáles fueron los comentario­s? Ay, te las podías haber tomado hace veinte años que estabas más buena. De todas maneras yo te daba. Y lo dicen ante una mujer que está maniatada como en un secuestro, que tiene escritas palabras como zorra o inútil. Yo estoy muy cabreada, cuando me sacan el tema caigo en el estereotip­o de las personas que sólo aúllan. Tal vez por eso escribo, porque si en la vida sacase esa energía iracunda y volcánica nadie me escucharía. Sería un alarido que rompería los cristales, pero no podría ser elocuente.

–“La infancia”, se lee en otro pasaje, “fue miedo, veneno, plagas”. Su visión de la niñez no es idílica, precisamen­te...

–Eso del coming of age, ese momento que yo he llamado adultecer, es una fuente de la que creo que podré beber toda la vida. En ese tiempo en que una es elástica se cuelan horrores que te van a perseguir siempre. Yo aún tengo que luchar con esa voz que me dice: No eres lo que queríamos. Esa sobremesa en la que una familia disecciona a los niños del clan, una escena que retrato y que no me suena ajena precisamen­te... eso es Mengele haciendo experiment­os. Y se dice todo eso cuando los niños están oyendo. Mira, mi abuela tenía un pantone por el que quería más o menos a sus nietos, en la valoración que me hacía a mí pesaba la gordura. Eso que aprendes en la infancia, ¿cómo te lo sacas? ¿Cómo superas que te digan que si eres más oscuro, por ejemplo, tal vez no deberías ir a la universida­d?

–Precede al libro una hermosa cita de Clarice Lispector: “Escribir es también bendecir una vida que no ha sido bendecida”.

–Es bonito que preguntes eso, porque nadie le da importanci­a a las citas, y es la segunda vez que yo recurro a Lispector. Me siento cercana a ella por esta cosa de haber sido emigrante, de sentirte entre dos países. Su vida fue difícil. Tuvo que escribir en revistas femeninas, que es algo que yo hice durante muchos años, sintió una presión social sobre su cuerpo y su belleza brutal, que no sé cómo no la destruyó... De la frase de Lispector me gustaban las connotacio­nes de bendecir, este apunte ceremonial, sobrenatur­al. Lo que sugería esa cita es que quizás todos los sacrificio­s humanos de la historia, de alguna manera, también esperaban una bendición.

Escribo, tal vez, porque si en la vida real sacara esta ira volcánica que tengo nadie me escucharía”

 ?? D. S. ?? La escritora ecuatorian­a María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976).
D. S. La escritora ecuatorian­a María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976).

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain