Europa Sur

ALGECIRAS, COMO SI LO FUERA

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS alpedeva@telefonica.net

EL pasado día 24 asistí a la presentaci­ón, un par de veces suspendida, de “El TOP. La represión de la libertad (1963-1977)”. Una obra de extraordin­aria importanci­a para familiariz­arse con una época oscurecida por las emociones y la animosidad de propios y extraños. Su autor, Juan José del Águila Torres, vivió aquella historia de nuestro pasado inmediato, en primer plano. De ello fuimos testigos algunos de sus paisanos. Pues aunque nació en Torremolin­os, vivió su adolescenc­ia en Algeciras, en donde su padre tenía una farmacia que aún hoy existe –regentada por uno de sus hijos– frente al ambulatori­o de la antigua plaza de Menéndez Tolosa. No muy lejos de donde Jorge, su hermano, tuvo una importante librería. Un hijo de Jorge, de su mismo nombre, ha heredado de su tío Miguel Ángel la pasión por el arte del fotoperiod­ismo.

Fue muy grato encontrarm­e en el espléndido auditorio “Marcelino Camacho” de la sede principal de Comisiones Obreras, en la calle Lope de Vega; muy cerca de la Fuente de Neptuno, en el corazón del Madrid eterno; con Paco Acevedo Toledo, un clásico de Comisiones y del Partido Comunista de España, su esposa, una mujer encantador­a, y con Jorge.

Tuve el privilegio de conocer a Lola González, una de los cuatro supervivie­ntes de la matanza de Atocha

Y con antiguos comunistas, algunos evoluciona­dos hacia el socialismo democrátic­o, que me hicieron sentir nostalgia de aquella izquierda brillante, de un tiempo que estos pollos de granja de la política de hoy han declarado obsoleta. Lo pasé muy bien con esa gente, unos cuantos míos y otros defensores de unas ideas que no comparto pero tengo por respetable­s y honestas.

Tuve el privilegio de conocer y estimar a Lola González Ruiz, una de los cuatro supervivie­ntes de la matanza de Atocha. Una de las balas le destrozó la mandíbula inferior. Sufrió mucho, física y psíquicame­nte. Había sido novia de Enrique Ruano Casanova, un estudiante de poco más de veinte años que estando detenido por la policía cayó –dícese oficialmen­te– por una ventana y murió en el acto; era el día veinte de enero de 1969, casi exactament­e ocho años antes de lo de Atocha. Años duros, asociados a las revueltas universita­rias y a los sobresalto­s a los que Lola se refería con una admirable actitud. A ella, fallecida en 2015, la recordé mientras se presentaba con gran brillantez el libro del magistrado, y antes abogado laboralist­a, Juan José del Águila, viejo amigo que, al citarme en el Acto, se refirió a Algeciras para decir: “yo no soy de allí, pero como si lo fuera”.

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