Europa Sur

EL CAMIÓN DE LOS HELADOS

- GLORIA SÁNCHEZ-GRANDE

LA melodía de La cucaracha barrunta, cada tarde, su llegada. El llamativo camión rojo, azul y amarillo siempre aparca allá donde hay niños: a las puertas del parque María Cristina, en la explanada del Parque Feria, en la Plaza de Andalucía o al cabo de la calle Ancha.

Igual que se espera al afilador o al tapicero, los críos aguardan a que Tilín abra las ventanilla­s de su furgoneta y comience a despachar helados artesanos. En cucurucho o en tarrina. Nata, vainilla, chocolate, fresa, turrón, limón, plátano, leche merengada... Hay unos quince sabores. También granizada.

Esta heladería ambulante forma parte de un negocio más complejo. En realidad, no existe un único camión de los helados, sino un puñado de furgonetas que ofrecen sus productos por las calles del Campo de Gibraltar: Algeciras, La Línea, San Roque y Los Barrios.

Un matrimonio de Algeciras emprendió esta aventura tras ver una película americana

Los artífices son el algecireño Francisco Javier Pizarro y su mujer, Martina Ruiz, quienes emprendier­on esta aventura hace más de una década tras ver, en una película americana, un camión de helados. Dicho y hecho. El obrador lo tienen en Fuente Nueva. También acuden a eventos privados, como fiestas, bodas y comuniones. Una tarrina pequeña cuesta un euro y medio. La grande, tres y medio.

Sobre dibujos de Pluto, Donald y Goofy, un misterioso mensaje corona la trasera del camión de los helados: “Cuidado con los niños”, reza el ambiguo aviso. Sea como fuere, la musiquilla de Tilín anuncia la llegada de la primavera y el buen tiempo. Este año, empezaron a circulan en marzo, con los primeros azahares.

Igual de famoso era el carrito de los helados de Los Valenciano­s que, antiguamen­te, cuando aún no existían las fotografía­s a color, recalaba, con sus grandes ruedas de madera, en la puerta principal de la parroquia de La Palma, en la Plaza Alta. Se ubicaba el obrador en la cercana calle Teniente Serra. Algunos vecinos todavía aseguran que eran los mejores helados de todo Algeciras y que nadie ha conseguido igualarlos. Primero, vainilla, fresa y chocolate, y más adelante, en un alarde gastronómi­co, se añadió el turrón y la nata.

La magdalena de Proust volcada dentro de un cucurucho de barquillo: “Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba”. No es tanto el helado como la infancia.

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