Europa Sur

ESPAÑA INACABADA

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS

Apesar de su antigüedad, España parece un Estado inconcluso. Quizás no tanto como Bélgica, con comunidade­s que no se soportan por razones ligadas al galimatías lingüístic­o –tres lenguas y varios dialectos conviviend­o en poco espacio– y, más que nada, como consecuenc­ia de la actitud de una población fragmentad­a en nacionalis­mos territoria­les: la intransige­ncia caracterís­tica de los nacionalis­mos, hace inhabitabl­e el espacio compartido. En España sucede algo así, pero moderado por una menor agresivida­d social y por la fuerte e ineludible presencia generaliza­da del castellano, una de las pocas lenguas universale­s que hay en el mundo.

Unos cuantos detalles caracteriz­an la debilidad de la cohesión social de los españoles. Sobre todo, la nula identifica­ción de muchos con los símbolos del Estado y la falta de autoridad de los dirigentes políticos para hacer cumplir la ley. Es inconcebib­le, por ejemplo, que en determinad­as zonas del Estado se conculque el derecho a conocer la lengua común de los españoles. Como lo es también la falta de respeto a la Constituci­ón y la vulneració­n del principio de obligado cumplimien­to de las leyes. No debiera tolerarse que un grupo formado por individuos sujetos a

El régimen emanado del 14 de abril de 1931 trajo muchas más desgracias que parabienes

las obligacion­es derivadas de su cargo, como tal o en particular, pueda proclamar su no reconocimi­ento al rey o a los tribunales de justicia.

Estos días, algunos alcaldes y personas con sueldos públicos, han celebrado la proclamaci­ón de la Segunda República y exhibido algunos de sus símbolos mientras ignoran o, lo que es peor, desprecian o maltratan los del Estado. Se trata de un atentado contra la democracia por comisión de una falta grave de respeto al sistema y a sus normas. Lo que debiera implicar la suspensión de empleo y sueldo de sus actores. Les convendría saber a éstos, por otra parte, que la bandera de la Segunda República no es una bandera republican­a (no lo fue de la Primera), sino la adoptada por los golpistas que la proclamaro­n el día 14 de abril de 1931. Por error, por cierto: se fijaron en el rojo carmesí de Castilla degradado en morado por el tiempo. El régimen emanado del golpe, invisibili­zado por unas elecciones municipale­s, trajo muchas más desgracias que parabienes y preparó el terreno para que gran parte de la población se propusiera acabar por la fuerza, al no poder hacerlo de otro modo, con una clase política y unos gobernante­s manifiesta­mente incapaces, por muy legítimos que fueran.

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