Europa Sur

Luis Carlos Peris

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PLAZA DE TOROS DE LA REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

GANADERÍA: Toros de Jandillave­gahermosa. El segundo fue devuelto y suplido por otro del mismo hierro.

Corrida con buenas hechuras y de juego desigual, destacando el lote de Rufo.

TOREROS: José María Manzanares, de verde y oro, aviso con saludos y silencio. Pablo Aguado, de vino tinto y oro, silencio en ambos. Tomás Rufo, de plomo y oro, dos orejas y oreja.

CUADRILLAS: Saludaron en banderilla­s Diego Vicente, Juan Sierra, Andrés Revuelta y Fernando Sánchez; destacó a caballo Manuel Jesús Ruiz Román.

INCIDENCIA­S: Undécima corrida de abono en tarde de calor con bruma. Lleno en sombra y tres cuartos en sol. Tomás Rufo salió por la Puerta del Príncipe.

Tras la apoteosis morantista del día anterior, nueva Puerta del Príncipe y sería a cargo de un joven torero que en tres tardes sevillanas ha logrado abrir en dos ocasiones la puerta mayor del toreo. Atiende por Tomás Rufo, es de Talavera de la Reina, basa su éxito en un concepto castellano de firmeza y reciedumbr­e y puede presumir de algo que no está al alcance de muchos como son los que sueñan con salir por la Puerta del Príncipe y es haberla abierta en dos ocasiones.

La tarde era de resaca y el runrún se centraba en lo que había sucedido la tarde anterior en el templo maestrante. En todos los comentario­s, el común denominado­r de presagiar que habrá una lluvia de premios para su persona. Y eso que estamos en una Feria de grandes triunfos, pero lo conseguido en la tarde anterior por el orfebre cigarrero se considera como de otra galaxia.

Y en esas estábamos cuando al primer tapón llega la zurrapa de comprobar que Manzanares no atraviesa los mejores momentos de su carrera. Aunque Serpentín mansea en el caballo y no da la impresión de que quiera pelea, el alicantino toreó mecánicame­nte, como sin alma. Levanta el nivel con la diestra, pero el toro dice que nones y, albricias, una estocada hasta la mano nos devuelve la imagen del gran estoqueado­r que es, o era, Josemari. Lo levantó el puntillero y sonó un aviso.

En el cuarto va a tener el infortunio de la poca fuerza de Repipi, un castaño de buenas hechuras que no puede con su alma. Unos redondos marcas de la casa, plenos de empaque, hacen concebir esperanzas, pero no hay nada que hacer, se va por la espada y repite el sainete del otro día. Decididame­nte no corren buenos tiempos para el alicantino.

Pablo Aguado siempre es recordado por aquel viernes de Feria de 2019. En esta ocasión aún

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