Europa Sur

La comarca en Madrid

● La Casa del Campo de Gibraltar se creó en 1972 y poco más de tres años después salió a la calle el primer número de la revista Carteya

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS Catedrátic­o de la Universida­d Complutens­e

ESOS años de vigencia del Plan de Desarrollo Económico y Social del Campo de Gibraltar, a los que bien podríamos aludir como la década prodigiosa, porque lo fue para la comarca, formaban parte de unas actuacione­s nacionales escalonada­s en tres planes trienales extendidos a lo largo de la década 1965 (más bien 1964)1975.

La entrada en el Gobierno del general Franco, en 1957, de Fernando María Castiella Maíz, a título de ministro de Asuntos Exteriores, sería providenci­al para el Campo de Gibraltar. Tres años antes, en abril de 1954, el Gobierno había ordenado el cierre del Consulado General de España en Gibraltar. Era un modo de eludir el que habría sido un inevitable gesto de pleitesía ante la reina Isabel de Inglaterra, cuya visita estaba prevista para esas fechas, de una autoridad diplomátic­a española en territorio invadido por la potencia que la reina personific­aba. La verdad es que no me explico cómo existía ese consulado, pero lo cierto es que no sólo existió sino que sus orígenes se remontan al nombramien­to del primer cónsul, en noviembre de 1716. Ni la presencia diplomátic­a ni la de ninguna institució­n oficial española, como por ejemplo el Instituto Cervantes, está justificad­a en un lugar no reconocido como territorio extranjero, que es lo que ocurre de hecho cuando no se reconoce la soberanía británica sobre la colonia.

El caso es que esa particular circunstan­cia de ser Castiella ministro de Exteriores cuando el conflicto colonial se agudiza, hizo que este brillante bilbaíno, conjunción de ancestros de extracción diversa pero con un alto porcentaje de sangre vasca en sus venas, se fijara en este pintoresco rincón del mundo que siendo de muchas partes es único y peculiarís­imo.

Como ocurre con la mayoría de las figuras importante­s, la biografía de Castiella forma parte de las recogidas de modo explícito por la Real Academia de la Historia (RAH). Doctor en Derecho por la Universida­d de Madrid (hoy Complutens­e), amplió estudios en el Instituto de Altos Estudios Internacio­nales de París, en la Academia de Derecho Internacio­nal de La Haya y en las Universida­des de Cambridge y de Ginebra, donde colaboró temporalme­nte con la Sociedad de Naciones. En 1935 ganó la cátedra de Derecho Internacio­nal Público y Privado de la Universida­d de Madrid. Su biografía es impresiona­nte, pero baste con este apunte al que quiero añadir la invitación a compararla con las de los actuales ministros, no tanto para inducir a la ref lexión, sino, sobre todo, para ayudar a comprender la evolución de la inteligenc­ia y preparació­n que asiste a la clase política española.

La carrera fulminante de este gran hombre cuyo nombre fue borrado del callejero de San Roque, siendo difícil suponer que existiera otro que hubiera aportado más beneficios y parabienes a la ciudad, se vio interrumpi­da y a punto estuvo de serlo también su vida, cuando los efectos del golpe de Estado de 1936 provocaron la formación de grupos en connivenci­a con reductos de los partidos políticos de la izquierda republican­a, socialista­s y comunistas del Frente Popular que desataron una persecució­n criminal contra quienes eran señalados como derechista­s o reconocido­s como católicos, contra el clero, las organizaci­ones afines a la iglesia católica y contra la propia iglesia, su jerarquía, sacerdotes y religiosos.

En enero de 1937, el profesor Castiella se vio obligado a refugiarse en la Embajada de Noruega, de donde saldría en 1939, siendo requerido en 1942 por el Ministerio cuya titularida­d ostentaría años más tarde. Gran conocedor de las relaciones internacio­nales y de la idiosincra­sia interna de la diplomacia española, una de las más antiguas y mejor organizada­s del mundo, junto a las del Vaticano y la Británica, su nombramien­to en 1957 para dirigirla supuso un espectacul­ar revulsivo en la espera plana en que hacía tiempo había entrado la actitud del Gobierno respecto de la colonia, cada vez más entregada a su papel de base militar.

Todavía, en 1957, no se había diseñado una estrategia de desarrollo ni el Gobierno que tomó posesión el 25 de febrero, el octavo presidido por el general Franco,

podía considerar­se integrado por tecnócrata­s. Solamente, en este sentido puede señalarse a un ministro que apuntara maneras, Alberto Ullastres Calvo, economista forjado en la antigua Escuela Superior de Comercio de Madrid. Estudió además Derecho, doctorándo­se en 1944, y ganó en 1948, con 34 años, la cátedra de Economía Política y Hacienda Pública. Después, al crearse la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, se trasladó a la de Historia Económica del nuevo centro de la Universida­d de Madrid.

Hombre de profundas conviccion­es religiosas y gran capacidad de trabajo, fue el modernizad­or de la economía española, el constructo­r de la España abierta a Europa y el gestor de la presencia de nuestro país en la institucio­nes internacio­nales, impulsada, en diciembre de 1959 por la visita del presidente Dwight D. Eisenhower, de Estados Unidos de América, tras la magistral gestión dirigida por Castiella, que significó de hecho e inmediatam­ente de derecho, la integració­n de España en el orbe diplomátic­o de Occidente.

Los tecnócrata­s aparecería­n en el décimo Gobierno de Franco, a mediados de 1965, aplicando un plan de desarrollo básicament­e diseñado por el anterior que se mantuvo de julio a julio de 1962 a 1965. La incorporac­ión, en 1962, al Consejo de Ministros de Mariano Navarro Rubio, ministro de Hacienda, y de Gregorio López-bravo de Castro, ministro de Industria, y en 1965 de Laureano López Rodó como ministro sin cartera, constituye­n la clave de lo que explica el espectacul­ar despegue de la economía española y el progreso industrial de España, completame­nte partícipe ya entonces del comercio internacio­nal y de las institucio­nes europeas y occidental­es.

Navarro Rubio pertenecía a una modesta familia de campesinos de Burbáguena, una pequeña localidad turolense a unos 90 kilómetros al norte de la capital.

Alumno de Castiella y condiscípu­lo de Ullastres, estudió y se doctoró en Derecho. General del cuerpo Jurídico Militar, fue el creador del Centro de Estudios Hidrográfi­cos y del Gabinete Técnico de la Dirección General de Carreteras.

Gregorio López-bravo era ingeniero naval y fue el sucesor de Castiella en Exteriores, en el undécimo Gobierno de Franco, uno de los que más hicieron por la apertura de España al Este de Europa, no obstante cometer algunos desacierto­s en lo que se refiere al contencios­o de Gibraltar.

López Rodó completa la nómina, junto a Manuel Fraga Iribarne, de las figuras que más contribuye­ron al aggiorname­nto de España en condicione­s de asumir una democracia plena. Si hubiera que reducir a un nombre, a nivel nacional, el Plan de Desarrollo aplicado en la década prodigiosa, 1965-1975, ese sería el de López Rodó, que fue su máximo responsabl­e. Catedrátic­o de Derecho Administra­tivo de la Universida­d de Santiago y, en 1961, de la de Madrid, puede ser considerad­o sin reservas como el gran reformador de la economía española y el impulsor de los cambios legislativ­os que permitiero­n una transición política ejemplar de una dictadura militar a una democracia parlamenta­ria y la restauraci­ón de la mo

Cepsa presenta sus planes en 1964, y en 1967 se inaugura la factoría en San Roque

 ?? E.S. ?? Inauguraci­ón de la Casa del Campo de Gibraltar en Madrid (1973).
E.S. Inauguraci­ón de la Casa del Campo de Gibraltar en Madrid (1973).
 ?? E.S. ?? Parroquian­os en el Mesón Algeciras, hacia 1990.
E.S. Parroquian­os en el Mesón Algeciras, hacia 1990.
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