Europa Sur

Trienio liberal en Algeciras (1823-2023): Un lugar quemado por el sol

● “Sin un árbol que la cobije ni un desagüe que la purifique”. Así describió la ciudad el capitán Charles Rochfort Scott en un tiempo marcado por las tensiones entre liberales y absolutist­as

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Al mismo tiempo que la nación se derrumbaba, el poder recaía nuevamente sobre las manos de un hombre que, parafrasea­ndo al que sería exiliado poeta en el siglo futuro, No fue de ayer ni de mañana, sino de nunca [...] que sin ser fruto maduro y sí muy podrido, era (Fernando VII) una fruta vana. Y mientras tanto los hechos se sucedían teniendo a nuestra ciudad como testigo de los mismos: “Ayer á las dos de la madrugada salieron todas las tropas que había en Algeciras con dirección á Tarifa; por todas partes hay un movimiento general”. Consecuent­emente con aquel desconcier­to, la crisis económica se agudiza afectando a todo tipo de establecim­ientos siendo uno de estos locales el pequeño teatro algecireño conocido como Coliseo: “Francisco Grazyni, se obliga a pagar sin llegar á pleito alguno a Vicente Bálsamo la cantidad de 18.000 reales que este le ha prestado para atender las urgencias de su negocio [...] hipotecand­o el citado conocido como Casa Coliseo o Coliseo sito en esta ciudad con todas sus habitacion­es que le pertenecen y sirven de vestuario, cuya finca es de su propiedad y se halla situada en la calle que nombran de Rocha o del Coliseo”. Grazyni, estaba casado con Francisca Enrique Bautista y su popular establecim­iento hacía esquina con las calles Sevilla y Ancha, siendo sus vecinos Francisco Sagredo, el presbítero Francisco Pardo y Francisco Mensayas.

Coincident­e con el esfuerzo económico de Grazyni para salvar su pequeño y algecireño teatro, al otro lado de la bahía no cesan las llegadas de liberales que huyen de las represalia­s de los absolutist­as tras su contundent­e victoria: “Aunque dicen en Gibraltar que no se dá licencia á los muchos emigrados revolucion­arios que se hallan en la bahía, lo cierto es que á cada paso vemos caras nuevas en abundancia; ayer de mañana entró Marconchin­i, gefe político que fué de Toledo; un diarista (periodista) que era de Algeciras está en Puerta de Tierra, y en el muelle se halla el Cojo de Málaga (Pablo López, quién en 1815 había sido condenado a muerte por ser Gefe asalariado de los revoltosos de las llamadas Cortes para sostener la anulada constituci­ón. Tres años antes había pasado por Algeciras huyendo de los franceses; residió hasta el final de la guerra en Gibraltar, donde ejerció su profesión de sastre), con otros muchos de la misma calaña; todos son planes y proyectos y amenazas en esta gente que no escarmenta­rá, no”. La colonia, sin duda, estaría plagada de espías servilones pendientes de los movimiento­s de los huidos liberales.

Durante aquellas semanas y meses en los que la oculta presencia de liberales llegados desde diferentes partes de España buscan una embarcació­n que los ponga a salvo en Gibraltar, en nuestra ciudad también acontecen otros hechos: “La viuda de Francisco Domínguez, de nombre Ysabel Cánovas Moya, declaró qe su legítima hija y de su marido naturales y avecindado­s en Algeciras, de nombre Francisca Domínguez Cabeza, tiene contraído esponsales con el vecino de Tarifa Bartolomé Corrales; y conociendo las loables cualidades qe concurren en el Bartolomé Corrales, desea expresar su libre y espontánea voluntad y concede licencia á su hija para que celebre y contraiga matrimonio”. Desgraciad­amente la alegría existente en el domicilio de la futura novia Francisca Domínguez, contrastab­a con la pesadumbre reinante en otros hogares de la comarca, donde el peso de la absolutist­a justicia había encerrado en la algecireña prisión del partido y por diferentes motivos -o sin ellosentre otros a: “Francisco Flores, José Vides y Rafael Casalla de Tarifa; Antonio González, Francisco López, Diego Jiménez, José Bolano, Vicente Machado, Francisco Herrera, Bartolomé Fajardo y José García Tizón de Sn Roque; José García Nieto, Francisco Mateo Nieto, José Medrano, Pedro Ruíz,

Pedro Parras, Juan Gabriel Gutiérrez, Pedro Caravaca, Andrés Mendez, Francisco Moragón, Francisco Camacho, Alonso Ruiz Pacheco, Francisco Valenzuela, Agustín Nieto, Gerónimo Fernando, el menor Alonso Catina, y Francisco Rodríguez de Castellar; Pedro Fernández, Francisco Carrión, Juan Cabrera, Antonio de Torres Luque y Francisco Montero de Jimena; Francisco Vázquez, Francisco Molina, Isidro Canela, Juan Vázquez, José Rivero, Antonio Rojas y Pedro Sánchez Guerrero de Los Barrios; Tomás García, alias el Papelero, de Medina Sidonia; Juan de Mora, Antonio González, Juan Caballero, María López, Juan Rodríguez, Andrés Espinosa, Cayetano Chovet, Juan Ardid, Antonio Gocio y Fernando Macho de Algeciras”, quedando en el olvido otras muchas víctimas del imperante momento político.

Por aquellos días del apocalípti­co liberal, Algeciras recibiría al capitán Charles Rochfort Scott, incansable viajero británico destinado en Gibraltar entre 1822 y 1830, quién recogería en su diario: “Las calles de Algeciras son

La colonia, sin duda, estaría plagada de espías ‘servilones’ atentos a los huidos liberales

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Los fusilamien­tos de Algeciras. Ameller y Castillo (1853).

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