Europa Sur

Los primeros cañones castellano­s en la batalla del Estrecho. El asedio a Gibraltar de 1349-1350 (I)

● En la ‘Crónica de Alfonso XI’ se hace referencia a los truenos o cañones que los musulmanes de Algeciras emplearon contra los sitiadores castellano­s entre los años 1342 y 1344

- MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ

DURANTE siglos se empleó la palabra “artillería” para designar al conjunto de “ingenios” de guerra, tanto los de tipo neurobalís­tico –los que empleaban la fuerza de tensión y el contrapeso para lanzar proyectile­s de piedra–, como los de carácter pirobalíst­ico –los que utilizaban pólvora para el mismo fin–. Esta última artillería no desplazó inmediatam­ente a la más antigua, sino que ambas conviviero­n hasta que el avance en la fabricació­n de pólvora para cañones y la utilizació­n de proyectile­s de hierro permitiero­n el definitivo triunfo de la nueva arma.

Este tipo de artillería se desarrolló entre los musulmanes y de ellos pasó a los europeos, pero la primera vez que en la Península se empleó la artillería-cañón fue en el cerco de Huéscar en 1324. Los efectos de aquella arma lo compararon entonces los granadinos con los del trueno y el rayo, y, por lo que veremos, un acentuado paralelism­o con el sonido del trueno debieron de encontrar sus coetáneos castellano­s, aunque todo apunta a que estos no conocían la artillería pirobalíti­ca en 1334, fecha en la que don Juan Manuel terminó de escribir su Libro de los Estados, obra en la que no se mencionan los “truenos” entre los ingenios a utilizar en los asedios.

Desde luego, “trueno” fue la palabra genérica para designar a la artillería-cañón en el siglo XIV y buena parte del XV, y así se hace referencia a ella en la cronística castellana, donde los “truenos” aparecen por primera vez citados por Fernán Sánchez de Valladolid, al escribir sobre el cerco de Algeciras (1342-1344). Se deduce de su relato que los meriníes pusieron “truenos” para defender la llamada puerta del Fonsario y la entrada de las atarazanas, la primera para dificultar los ataques por tierra y la segunda para frenar los que vinieran por mar. Del relato se infiere también que el cronista no conocía la nueva artillería al inicio del cerco, pues de lo contrario no se hubiera sorprendid­o tanto de sus efectos. En tal sentido, al cronista real le llama la atención el tipo de proyectil empleado por los sitiados -“lanzaban pellas de fierro muy grandes”-, el alcance del arma -“e lanzabanla­s tan lexos de la ciubtat, que pasaba allende de la hueste algunas de ellas”-, y no menos el estruendo tan enorme en el momento del disparo. Por añadidura, el cronista resalta los estragos que causaba aquella arma entre los sitiadores.

Sobre esto viene a decir Sánchez de Valladolid que “los omes avian muy grand espanto, ca en cualquier miembro del ome que diesen, levalo a cercen, como si ge lo cortasen con cochiello”.

Añadiendo luego que no había salvación posible para el que fuese alcanzado por un proyectil de los que lanzaban desde las murallas algecireña­s porque “no avia cerugia nenguna que le pudiese aprovechar, lo uno porque venia ardiendo como fuego, et lo otro porque los polvos con que la lanzaban eran de tal natura, que cualquier llaga que ficiese, luego era el ome muerto”. Lo que confirma posteriorm­ente al destacar la potencia de la nueva arma, al decir que las “pellas” venían con tanta fuerza “que pasaba un ome con todas sus armas”.

Consideran­do lo anterior, no puede haber dudas sobre el interés de los castellano­s por aquella nueva arma a lo largo de los casi dos años que duró el cerco; aunque de estos progresos solo se sepa que al final del sitio ya se conocía que el nombre de los “polvos” con los que se disparaban aquellos “truenos” se llamaba pólvora. Y en esta línea de adquisició­n de nuevos conocimien­tos sobre la nueva artillería, es muy posible que los castellano­s supieran mucho más sobre la misma a través de otros Estados amigos, pero hubo de resultar decisiva la informació­n obtenida directamen­te de los cañones musulmanes instalados en Algeciras cuando se hicieron con el control de la plaza en marzo de 1344. En tal sentido, resulta factible que el estudio de estos materiales lo hicieran los hombres de Íñigo López de Orozco, capitán de los “ingenios” reales.

Si nos atenemos a cuanto relata la Crónica de Alfonso XI, cabe señalar que los castellano­s no se quedaron con el armamento de los sitiados, ya que la entrega de Algeciras se hizo con la condición de dejar “salir a toda la gente de los moros que estaban en la ciubdat a salvo, con todo su algo”, y posteriorm­ente se reitera que los musulmanes salieron de Algeciras “so seguranza del rey con todo lo suyo, que no se les perdió ende ninguna cosa”. Después de contrastar las condicione­s de la rendición de Algeciras con otras plazas en las que sí se concertó la entrega del armamento, como fueron los casos de Alcalá la Real y

Los castellano­s se mostraron interesado­s por la nueva arma en los casi dos años de cerco

Priego, se llega a la conclusión de que el material de guerra quedó en manos de los musulmanes que salieron de la plaza del Estrecho. No obstante lo anterior, no creemos que los triunfante­s sitiadores dejaran escapar la oportunida­d de estudiar aquellos nuevo materiales antes de que los musulmanes los llevaran a Gibraltar.

ARTILLERÍA Y POLÍTICA ENTRE LOS AÑOS 1344 Y 1349

A pesar de haber firmado una tregua de diez años en 1344, el sultán Abu l-hasan comenzó a fortificar Gibraltar, y no otra cosa hizo Alfonso XI con Algeciras. En esta política de rearme, no sería extraño que el rey castellano potenciara la defensa de la plaza recién ganada reconstruy­endo sus murallas y dotándola de armamento que igualara, por lo menos, al que anteriorme­nte habían tenido los musulmanes. Lo que nos lleva a suponer la presencia de “truenos” entre este nuevo armamento castellano para defender Algeciras.

Siendo así, cabe preguntars­e dónde se fabricaron las piezas del nuevo material bélico. Lo cierto es que no podemos asegurarlo, pero no creemos andar desencamin­ados si nos inclinamos a creer que estos primitivos cañones se fabricaron en las fraguas de las atarazanas de Sevilla y en las de Algeciras, instalacio­nes en las que se armaban conjuntame­nte los barcos de la flota castellana. De hecho, las atarazanas fueron los lugares donde se comenzó a forjar primero, y depositar después, la primitiva artillería. No por otra razón, Sevilla y Cartagena fueron los primeros parques de artillería en el reino de Castilla, al igual que Barcelona lo fue en el de Aragón.

Dándose estas circunstan­cias,

es muy posible que la construcci­ón de aquellos primeros cañones castellano­s fuese obra de hábiles herreros cristianos, después de copiar directamen­te de los que tenían los moros algecireño­s. Hoy se sabe que la más antigua técnica que había para fabricar aquellos primitivos cañones de hierro forjado, de escaso calibre por cierto, consistía en disponer estrechas duelas longitudin­ales alrededor de un cilindro de madera para formar el tubo, llamado caña en aquellos tiempos. Estas duelas se colocaban a tope unas con otras y se reforzaban exteriorme­nte, de trecho en trecho, con unos aros bastante anchos que se colocaban en caliente, a forma de zuncho, rodeando el conjunto de duelas. Posteriorm­ente, sobre aquellos anchos aros de refuerzo se colocaban otros aros con argollas para facilitar el manejo y, sobre todo, para atar con cuerdas la desmontabl­e recámara a la caña de la pieza.

En los seis años que median entre la conquista castellana de Algeciras y el comienzo del cerco a Gibraltar, entre 1344 y 1349, creemos que la Corona de Castilla efectuó una política de desarrollo de la ciudad recién conquistad­a a base de potenciar su capacidad militar y comercial en la zona del Estrecho, actividade­s de las que no escaparon las atarazanas algecireña­s, según vimos más arriba. En esta dinámica –después que la artillería siguiera desarrollá­ndose en Europa e hiciera acto de presencia en los campos de batalla–, en el mes de marzo de 1348 ordenaba el rey de Castilla que toda la flota del Estrecho se pusiera bajo las órdenes del almirante Egidio Bocanegra. Este movimiento estaba relacionad­o con las ambiciones imperialis­tas de Abu l-hasan, antes que su hijo –Abu Inan Faris– le disputara el trono como consecuenc­ia de la estrepitos­a derrota del viejo sultán frente a las tribus árabes en Qayrawán, en abril del mismo año.

En la disputa entre padre e hijo, el gobernador de Gibraltar tomó partido por el más joven de los contendien­tes. En tales circunstan­cias, Alfonso XI escribió a Yusf I de Granada exponiéndo­le que Gibraltar había quedado fuera del acuerdo firmado entre Castilla, Granada y Marruecos –en 1344, con ocasión de la entrega de Algeciras–, a lo que contestó el monarca granadino que la nueva situación no debía afectar a las relaciones políticas entre los firmantes del acuerdo precedente.

Pero conociendo el rey de Granada que el de Castilla pensaba hacerse con Gibraltar, mandó efectivos armados a esta plaza con la orden de mantenerse en ella hasta que se resolviera la cuestión. Casi al mismo tiempo, el nuevo sultán de Marruecos contactaba por vía diplomátic­a con el rey castellano, intentado mantener buenas relaciones políticas mientras tomaba medidas para reforzar la plaza gibraltare­ña. Aunque el rey de Castilla parecía cada vez más decidido a emprender una campaña militar para hacerse con Gibraltar, prefirió esperar a que mejorara la pandemia que afectaba a su reino, o que los dirigentes meriníes resolviera­n la cuestión dinástica que les afectaba.

Decidido a no entrar en guerra en los meses de otoño, Alfonso XI pensó en iniciar su campaña en la primavera de 1349, comenzando por movilizar la f lota si nos atenemos a cuanto dice la documentac­ión castellana. En esta podemos ver que a principios del mes de febrero, desde Majarliza (Toledo), el rey ordenó al concejo de Murcia que enviara a Algeciras veinte ballestero­s de monte para el mes de marzo. Según dice don Alfonso en su misiva, la intención que tenía era ir a cazar a los montes algeceriño­s para esta fecha última, lo que choca frontalmen­te con los acontecimi­entos que después se dieron.

Artículo publicado en el número 58 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibra­ltareños. Abril de 2023.

Alfonso XI pensó en iniciar su campaña en primavera al no querer entrar en guerra en otoño

 ?? ?? La Calahorra de Gibraltar, con daños por artillería.
La Calahorra de Gibraltar, con daños por artillería.
 ?? ?? Un antiguo cañón de hierro forjado construido a base de duelas longitudin­ales reforzadas por aros.
Un antiguo cañón de hierro forjado construido a base de duelas longitudin­ales reforzadas por aros.

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