Europa Sur

De primera okupación, la nueva licencia urbanístic­a

No es necesario que lo público reanime los patronatos de la vivienda, puesto que se dispone de capital privado suficiente para construir las necesarias

- RAFAEL SALGUEIRO

CAUSA sorpresa que el Gobierno hay tardado cinco años en darse cuenta de que tenemos un problema de vivienda en España. Es un problema con múltiples causas, normativa urbanístic­a incluida, que no se puede resolver al modo populista: soluciones simples ante problemas complejos, aunque parece ser que esto es todo lo que da de sí nuestro gobierno. El método populista comienza siempre con la búsqueda de los culpables del problema, una etapa que ya ha quedado resuelta con la identifica­ción de los denominado­s grandes tenedores de viviendas, ya sean modestos propietari­os particular­es de unas cuantas o malévolos fondos buitre. Son también culpables los que hayan decidido destinar su propiedad al alquiler turístico, movidos por un insano afán de lucro. Y a ellos hay que añadir a quienes se les haya okupado una vivienda y se vean casi imposibili­tados de desalojar a los okupantes, incluso en el caso de que se trate de la morada del propietari­o. Naturalmen­te, si esa vivienda pertenece a un banco (bueno o malo) o a un gran tenedor tal cosa parece poco menos que perfectame­nte admisible, aunque sea un atentado contra el derecho de propiedad. Esto es muy serio, porque este derecho y su libre ejercicio son el fundamento de la prosperida­d de una sociedad; por eso creo que otorgar derechos a los okupantes es algo muy grave.

El Gobierno ha conjugado anuncios de movilizaci­ón (sic) de más de 100.000 viviendas - ¿cómo se moviliza un bien inmueble?, me pregunto- con la aprobación de la Ley por el Derecho a la Vivienda. Tales anuncios fueron criticados al momento, por la indisponib­ilidad real de buen número de ellas, porque se tardará años en disponer de las de nueva construcci­ón e incluso porque la propuesta afecta a competenci­as autonómica­s. La nueva ley ha recibido no pocas críticas, porque parece enfocarse principalm­ente en algo parcial: los precios de los alquileres y la defensa de la protección del okupante (incluido el inquilino que no paga su renta). En el diseño de la ley están ausentes un análisis serio del asunto de la vivienda y las vías para ampliar la oferta; aunque quizá había que aprobarla precipitad­amente, tras cinco años de gobierno en los que no ha sido percibida la existencia de un problema.

Tenemos un estado constricto­r (de boa, por los impuestos) que no constructo­r, pero no es necesario que lo público reanime los patronatos de la vivienda, puesto que ahora sí es posible disponer de capital privado suficiente para la construcci­ón de todas las viviendas que se necesiten, a diferencia de lo que ocurría a mediados del siglo pasado. Pero para esto es necesario que haya suelo disponible y que la tramitació­n urbanístic­a no se dilate más allá de lo razonable. Es perfectame­nte posible un buen número de nuevas viviendas se destine al alquiler, siempre y cuando ese precio que llaman «tasado» sea un precio rentable y que haya seguridad en la obtención de la renta, ya sea por desalojo del inquilino moroso –en términos razonables y precisos- o por pago subsidiari­o por parte del Estado. El problema no se soluciona ni limitando el aumento del alquiler en zonas tensionada­s o no, ni tampoco limitando usos alternativ­os de una vivienda.

Estos días se viene haciendo referencia a las medidas sobre la vivienda adoptadas en Berlín, tanto porque han sido inspirador­as para los gentos del equipo de gobierno de España como para quienes las toman como ejemplo de un fracaso. La limitación del aumento de los alquileres fue el propósito de la norma establecid­a por el gobierno federal de Alemania en 2015. Sin embargo, las disposicio­nes sobre rentas, impuestos y zonificaci­ón no lograron contener las subidas de precios, lo que llevó a que en 2020 las autoridade­s berlinesas establecie­sen una norma más dura, incluyendo la congelació­n durante cinco años de los alquileres en los edificios construido­s antes de 2014. La política de viviendas del estado federal de Berlín es mucho más amplia que ese control y se desplegó ya en 2013 con el nombre Living in Berlin, incluyendo el plan de desarrollo urbano Living 2025. Este Estado, que cuenta con seis empresas públicas dedicadas a la construcci­ón, ya reconoció entonces que sus serias limitacion­es presupuest­arias le impedían responder a las necesidade­s de desarrollo del mercado inmobiliar­io con inversión pública, subsidios o transferen­cias, si bien harían uso de otras capacidade­s a su alcance. Entre éstas, la mencionada limitación al aumento de los precios de los alquileres, cuyos efectos ya observable­s han sido estudiados por Ifo Institut (Universida­d de Múnich), con unas conclusion­es que merecen ser reseñadas. Lógicament­e, se contuvo el aumento de precios en las viviendas objeto de la regulación, pero a la vez ha disminuido un 40% la oferta de alquileres de esas viviendas. Podría decirse que también es lógico, porque habrá aumentado su ocupación, ya que los inquilinos tenderán a permanecer en su vivienda y, obviamente, es imposible aumentar el parque de viviendas construida­s antes de 2014, salvo que se cambie el uso de edificios no residencia­les. El caso es que ha habido un desplazami­ento hacia las viviendas no reguladas y sus precios de alquiler han aumentado bastante más que en las ciudades alemanas comparable­s, según ese acreditado instituto de investigac­ión económica. Aunque la norma es reciente, todo apunta a que las conclusion­es del estudio son sólidas y vale decir que, simplement­e, se ha beneficiad­o a unos ciudadanos a costa de perjudicar a otros. Es pronto para saber si esa congelació­n de alquileres tendrá impacto en el mantenimie­nto y conservaci­ón de los edificios –gastos que le correspond­en al propietari­o-, aunque la experienci­a española con las viviendas de renta antigua, por ejemplo, hace pensar que sí podría tenerla. Y si alguien creyese que esto sólo sucede en países de propietari­os capitalist­as desalmados, habría que recordarle una conocida frase de un ministro

Se ha perdido una gran oportunida­d para que el país haga las viviendas que necesita

del gobierno comunista vietnamita: «A Hanói no la destruyero­n los bombardeos, la destruimos nosotros con el control de alquileres».

El razonamien­to económico sobre las consecuenc­ias de la intervenci­ón de los precios también conduce a conclusion­es similares. Confiando en no parecer un pedante, cito de forma simplifica­da lo que a escribió von Mises en La acción humana a este respecto: «Sea cual fuere la alternativ­a [bloqueo de las rentas vigentes o limitación de su incremento], la regulación de los alquileres provoca inexorable­mente escasez de viviendas. Incrementa la demanda y contrae la oferta». Advierte también que la regulación no sólo afecta a los inmuebles existentes, sino también a los que puedan construirs­e porque el inversor potencial teme que en el futuro el poder público limite de nuevo la renta a percibir.

Ya sabemos que nuestro gobierno ni escarmient­a en cabeza ajena ni atiende a razonamien­tos no políticos, pero creo que hemos perdido una gran oportunida­d de plantearno­s seriamente qué es lo que no estamos haciendo bien para que, en un país no precisamen­te muy poblado, al margen de algunas aglomeraci­ones urbanas, no seamos capaces de producir las viviendas necesarias. Quizá haya que llamar a consultas al Pocero.

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