Los primeros cañones castellanos en la batalla del Estrecho. El asedio a Gibraltar de 1349-1350 (y II)
• Gibraltar había sido muy reforzada por el sultán Abul–hasan tras su conquista, en 1333, por ser el único puerto de entrada a los dominios meriníes en la Península
COMO los movimientos militares de Castilla se prolongaron en el tiempo y no escapaban a los ojos de los granadinos, el rey Yusuf I de Granada escribió a Abu Inan en los primeros días de abril de 1349 para informarle de lo que estaba pasando en las fronteras. Por otro lado, sabemos que, a mediados de abril, el rey de Castilla reforzaba las guarniciones fronterizas sin declarar la guerra a Granada, lo que nos lleva a pensar que don Alfonso se esforzaba por no combatir en dos frentes a la vez.
El secretismo diplomático guardado hasta entonces por Alfonso XI se rompió definitivamente a principios del mes de junio de 1349, cuando sus embajadores pidieron en Valencia al rey Pedro I de Aragón la reactivación del tratado que tenían Castilla y Aragón para la “guarda” del Estrecho, debido a que el monarca castellano quería poner cerco a Gibraltar. Por el mismo motivo, los embajadores pidieron también al monarca aragonés que enviara provisiones a Algeciras al igual que había hecho durante el sitio castellano a esta plaza. Aquel tratado entre Castilla y Aragón, firmado en 1339, obligaba a este último reino a poner diez galeras en el Estrecho para cooperar con las castellanas que ya operaban allí, pero como el rey de Aragón estaba obligado a mantener las buenas relaciones con Granada no envió la ayuda naval solicitada hasta el mes de agosto.
ASEDIO CASTELLANO A GIBRALTAR (1349-1350)
En agosto hacía ya un par de meses que el rey Alfonso XI había iniciado el cerco a Gibraltar. Todos los indicios apuntan a que el bloqueo naval había comenzado antes, muy posiblemente en el mes de abril y teniendo como base de operaciones el puerto de Algeciras. Por lo que al ejército de tierra se refiere, sabemos que el rey de Castilla llegó a Sevilla a primeros de mayo y ya en junio se puso en marcha hacia las tierras del Estrecho, donde sus fuerzas se hicieron con las plazas de Castellar y Estepona antes de asentar frente a Gibraltar, lugar donde ya consta que estaba el día 27 de junio.
Las plazas atacadas estaban bajo el control militar de los meriníes, por lo que oficialmente no se había alterado la paz con Granada, reino que seguía de cerca los movimientos castellanos. Por este motivo, el día 28 de junio el rey Yusuf I informa al sultán Abu Inan que el monarca castellano “había cerrado el Estrecho con su escuadra y atemorizado al Islam con sus bandas de caballería”, al tiempo de señalarle que Granada había enviado las correspondientes quejas a la Corte castellana, ordenado a su vez que se iniciaran las algaradas contra Castilla.
Por lo que a Gibraltar se refiere, se encontró el rey castellano con una plaza que se había reforzado mucho desde que la perdiera en 1333. Desde entonces, Gibraltar había sido muy reforzada por el sultán Abu l-hasan; especialmente después de que los castellanos se hicieron con Algeciras en 1344 y Gibraltar quedara como único puerto de entrada a los dominios meriníes en la Península. Desde aquellos momentos la plaza del Peñón se había convertido en un potente bastión en el que venía a destacar la torre que actualmente recibe el nombre de Calahorra, construida en el lugar de una anterior torre del homenaje. Aparte de levantar la Calahorra, Abu l-hasan amplió y reforzó los puntos más sensibles, entre los que se encontraban los accesos desde el mar por la parte de poniente, levantando una muralla litoral que rodeó el arrabal de La Turba. Con ello cortó la vía de penetración utilizada por todos los sitiadores de ocasiones anteriores, los cuales subían al monte para atacar los muros de la ciudad. Tanta era la importancia de esta muralla litoral que fue prolongada hacia mediodía por el sultán Abu Inan a poco de iniciarse el conflicto dinástico con su padre. Por si lo anterior fuese insuficiente, mientras Alfonso XI dudaba en iniciar el cerco a Gibraltar, Abu Inan la aprovisionó suficientemente desde África.
Por estas circunstancias, cuando Alfonso XI llegó al istmo en el verano de 1349 encontró que Gibraltar no se podía conquistar rápidamente, así que su táctica consistió en bloquear el acceso al Peñón con la ayuda de la flota, mientras sus hombres intentaban acceder al monte por caminos insospechados. Una de estas subidas estaba situada en la cara norte del Peñón, por la que se llegaba escalando a la meseta que dominaba la Calahorra. Por este camino ya habían subido hombres y materiales en el frustrado cerco castellano en 1333, así que se volvió a intentar de nuevo la misma operación con resultado positivo a nuestro juicio, aunque insuficiente según veremos más adelante.
Las dificultades encontradas por Alfonso XI frente a Gibraltar fueron en aumento al ser atacadas las plazas fronterizas por Granada. En esta situación, el 19 de julio de 1349 ordenó el rey castellano a los de Murcia que hicieran abiertamente la guerra contra Granada, al tiempo que comenzaban las preocupaciones logísticas para don Alfonso, especialmente en lo relativo a la falta de harina disponible en el puerto de Algeciras. Por esta razón, y al estar convencido el rey de que el cerco se prolongaría en el tiempo, a finales del mes de agosto los hombres de su despensero mayor fueron a comprar trigo al reino de Aragón.
Ya dijimos que, en el mismo mes de agosto, llegaron a Gibraltar cuatro galeras con cuatrocientos ballesteros enviadas
por el rey Pedro I de Aragón. Venían bajo el mando de Ramón de Vilanova y su función no era otra que ayudar a la flota castellana, pero por razones desconocidas para nosotros esta flotilla se volvió pronto a Valencia. Lo que sí sabemos es que a primeros de noviembre el rey de Aragón escribía al de Castilla diciéndole que había detenido a Ramón de Vilanova por abandonar las aguas del Estrecho desobedeciendo las órdenes que llevaba. Más tarde, y para responder a su compromiso con Castilla, el monarca aragonés envió otras cuatro galeras a las órdenes de Bernardo de Cabrera.
Con los efectivos navales propios, más la ayuda recibida de Aragón y Portugal, en los primeros meses de 1350 el rey de Castilla
consiguió frenar en lo posible los repetidos intentos de los musulmanes por socorrer Gibraltar. Como hicieron durante el cerco de Algeciras, la táctica de estos últimos consistía en enviar galeras por las noches, de las cuales se dice que corrían “como fantasmas” hacia la ciudad sitiada. Y en este contexto naval es cuando puntualiza Ibn al-jatib, en una carta a los de Almería, que en aquellas operaciones navales “los enemigos lanzaban centellas y tronaban contra nosotros”.
Así nos encontramos con la utilización de “truenos” por parte de las naves castellanas en el cerco a Gibraltar. Sin dudar de la correcta traducción de Gaspar Remiro, y teniendo en cuenta que Ibn al-jatib no hablaba en sentido figurado por ocupar entonces los cargos de secretario personal del monarca, visir y jefe del ejército granadino, podemos adelantar la utilización de cañones en las naves castellanas en una veintena de años, al considerar los tratadistas que la primera utilización de esta arma se hizo en la batalla naval de La Rochela, en junio de 1372. Por otro lado, y dado que el empleo de la artillería en tierra firme es anterior al uso de cañones sobre naves, nos inclinamos a pensar que alguna “boca de fuego” pudo subirse por la pared rocosa situada al norte al istmo para atacar la Calahorra desde una posición más elevada, al igual que se atacó en 1333 la torre del homenaje con ingenios neurobalísticos.
EPÍLOGO
La epidemia de peste negra, que se fue extendiendo inexorablemente por la Península a lo largo de los años 1348 y 1349, hizo acto de presencia en el campamento de los castellanos a principios de 1350. Al extenderse la pestilencia, los consejeros reales advirtieron a don Alfonso del peligro que corría, pero el rey rechazó tales consejos porque a su juicio tenía la plaza “a punto de se le rendir...”. Probablemente fuese esta la opinión del monarca castellano a primeros de marzo, pero pocos días después se produjo un significativo movimiento. Por lo que señalan las fuentes granadinas, los castellanos habían abandonado el castillo de Estepona poco antes del día 13 de marzo, repliegue que a nuestro juicio se pudo hacer como consecuencia de los primeros síntomas de la enfermedad de Alfonso XI, dado que el monarca falleció en la madrugada entre los días 25 y 26 del mes de marzo, jueves y viernes de la Semana Santa de 1350.
La muerte del monarca se difundió entre las huestes de Castilla y llegó a los sitiados en Gibraltar, deteniéndose los combates entre ambas fuerzas mientras el cadáver del rey permaneció en el real castellano. Se desconoce cuántos días estuvo aquí, pero en tan crítica situación resulta probable que el mismo día 26 los médicos embalsamaran el cuerpo y que al día siguiente abandonara el campamento aquel cortejo fúnebre que llevó el cuerpo del monarca a Sevilla, pasando antes por las inmediaciones de Medina Sidonia.
Respecto al campamento instalado en el istmo de Gibraltar, solo queda decir que los mandos de las huestes dispusieron que se abandonara ordenadamente, dejando en el mismo las tiendas y casas de madera que habían construido los sitiadores durante el cerco, las cuales fueron quemadas luego por los musulmanes.
Alfonso XI optó en 1349 por bloquear el acceso al Peñón con la ayuda de la flota