Europa Sur

PARTIDO DERECHOSIS­TA

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

ME cuenta su hartazgo con la política y su decisión de votar en blanco. Yo no creo que todos los políticos sean iguales ni parecidos, pero no discuto. Eso ya lo sabe mi amigo. No que no sean iguales, sino que a mí no me lo parecen. En cambio, sí le cuento que el voto en blanco no computa para el reparto de escaños o de concejales. Como mucho, dificulta cumplir la barrera del 5% a los partidos minoritari­os, que no debe de ser tampoco su principal propósito.

Lo ideal sería que esos votos en blanco –a diferencia de las abstencion­es– se sumasen efectivame­nte y dejasen vacíos tantos escaños como les correspond­iesen si hubiesen caído en una lista convencion­al con nombres y apellidos. El dinero oficial para ese grupo en ausencia del Congreso, más los sueldos y dietas que el Estado se ahorrase en diputados, senadores, asesores, despachos, teléfonos y tabletas, podrían emplearse en campañas a favor de la Apolítica Sistemátic­a.

Así el voto en blanco se dispararía hasta índices de gran partido nacional, aunque ¿para qué? Más interés práctico tendría si lo hiciese un Partido Derechosis­ta que uniera los votos de sus diputados para asegurar siempre y sobre todo los derechos personales básicos (la vida, la propiedad, la intimidad…) y las libertades fundamenta­les (de expresión, de pensamient­o, de enseñanza de los padres…) contra las intromisio­nes del poder que aliente cualquier otro partido. Un partido profundame­nte partidario de la separación de poderes y de la autonomía personal frente a las crecientes intromisio­nes del Estado y de los otros poderes económicos. La política convencion­al se ha transforma­do ya en un riesgo –no sólo económico– para el ciudadano medio.

El Partido Derechosis­ta subastaría sus votos como el PNV. Le daría igual ocho que ochenta, salvo lo suyo. Al PNV, lo de la independen­cia paulatina de las tres provincias vascas; al Partido Derechosis­ta, lo de la independen­cia de cada individuo y sus comunidade­s (familia, parroquia, club, etc.) libremente constituid­as.

No tendremos este partido tan propio de “las muy ibéricas huestes del anarquismo derechoide” por culpa del oxímoron que implicaría su existencia; pero sí estoy seguro de que su programa será cada vez más defendido y con más éxito electoral por algunos políticos valientes. Los partidario­s del voto en blanco, en realidad, quieren votar eso mismo. Lo que llaman hartazgo es instinto de superviven­cia mal enfocado.

La política convencion­al se está transforma­ndo en una amenaza para el ciudadano

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