Juanma Moreno también es socialista
El PP nacionaliza la campaña electoral a cuenta de Bildu, pero será Vox el que recoja los esfuerzos
EL PP ha nacionalizado la campaña de las elecciones municipales y autonómicas, los alcaldes socialistas quieren hablar de parterres, pero se les pregunta por Bildu. Yo vengo a hablarle de mis farolas, de mi libro, pero usted me pregunta por Otegi. Es el marco mental imperante en los primeros días de campaña hasta que la factoría de Moncloa irrumpa, quizás este martes, con algo más atractivo que el cine a dos euros para los jubilados. Juanma Moreno viaja a Lucena y se queja de que el Gobierno de Pedro Sánchez no quiera hablar con él, pero sí con los partidos que llevan asesinos condenados en sus listas. “Se echa en falta al Partido Socialista de Estado que rechazaba esas políticas”, añora.
El PSOE está preocupado por el efecto de Bildu en las elecciones, aunque su dirección cree que eso beneficiará más a Vox. Y es cierto, pero en el PP también lo saben, tampoco les viene mal que quienes están obligados a pactar con su partido suban un poco más. Hay matices, dos formas de responder, dos PP, los de Juanma Moreno e Isabel Díaz Ayuso. El presidente de la Junta apela a los votantes socialistas a quienes no le gusta Pedro Sánchez ni mucho menos Bildu, cuya dirección ha transigido ante los más agresivos de su coalición al dejar que terroristas condenados entren en sus listas. Isabel Díaz Ayuso no busca electores socialistas, sino a los potenciales de Vox. Su discurso es diferente, solicita que se ilegalice Bildu, que es lo que pidió Vox y en lo que el PP de Alberto Núñez Feijóo no quiere entrar.
Ayuso usa las listas de Bildu para ser más de Vox que Vox; Juanma Moreno apena al votante socialista descontento con las alianzas de Sánchez Juanma Moreno comenzó la campaña electoral de las autonómicas de 2018 con el traje de pana de los socialistas. ¿Lo recuerdan? La peor campaña de la historia, después de la de Macarena Olona, aunque acabó con la entrada del malagueño por la puerta noble de San Telmo. En aquel diciembre de 2018, se fue al mismo pinar donde Felipe González y Guerra se hicieron la foto de la tortilla para reivindicar aquel PSOE que desembocaba en la Transición como un partido socialdemócrata modélico al estilo del alemán y el sueco. Ningún socialista se hará una foto con los tirantes de la bandera de España como los que Manuel Fraga, el fundador del PP, llevaba en sus mítines más atrevidos, la melancolía es roja, no es azul.
Buena parte de la razón del éxito del PSOE de aquellos setenta pasa desapercibido: siendo un partido pequeño, supo aunar en sus listas a casi todos los partidos socialistas que había repartidos por el país y convenció a la Internacional Socialista de que ellos eran los legítimos herederos de las siglas históricas. En una jugarreta de última hora de la UCD antes de las primeras generales, se admitió al PSOE (h), un PSOE histórico liderado por Rodolfo Llopis, el ex secretario general del exilio que fue derrotado por Felipe González y los socialistas vascos de Nicolás Redondo.
La melancolía es roja, la derecha se acuerda de Felipe González, pero nadie en la izquierda se apena de los buenos tiempos de Fraga.
Eso es historia, pero hay mucha melancolía entre los dirigentes socialistas, son presos de una idealización que ha borrado todo lo malo y subraya sólo lo bueno, y no sólo le pasa a los militantes, también hay una derecha que añora al partido contra el que se conjuraron para echarlo del poder con instrumentos que iban más allá de lo constitucional. No sólo es ele efecto negativo del apoyo de Bildu y ERC, es que Podemos forma una coalición de facto con los independentistas para superar el Estado de la Transición y eso no es un efecto pasajero que se olvidará durante la campaña, va a ser, si lo es, la causa de la derrota de Pedro Sánchez en las elecciones generales.
El PP probó con la economía, pero la recesión de 2023 se ha esfumado, la Comisión Europea ha actualizado la previsión de crecimiento de España y es aún más alta, del 1,9%. Pero Bildu y ERC sí le pesan al PSOE. Quienes más lo sufren, más que los alcaldes, son los presidentes autonómicos de Valencia, Castilla y La Mancha, Extremadura y Valencia, allí sí que hace daño Bildu y ERC, tanto que no se entiende Vox sin el proceso catalán y el papel que jugó Mariano Rajoy en aquellas semanas de 2017.
Juanma Moreno ha encontrado dos asuntos con los que puede emular su campaña, la buena, de 2022: la sequía y los pactos con Bildu. El PP tiene que elevar el foco de lo local para arañar nuevos apoyos para sus candidatos, los populares no van a arrasar como en 2015, pero aún así van a ganar las elecciones en el conjunto nacional por unos cientos de miles de votos. ¿Suficientes? No, pero esta campaña les sirve de prueba.
Moreno añora al PSOE con sentido de Estado, como en su campaña de diciembre de 2018