Europa Sur

Balona: la (pen)última tregua

● La afición albinegra, muy desencanta­da, se encuentra con el reto de aparcar las críticas a directiva y vestuario para intentar ayudar a una permanenci­a que se antoja casi quimérica

- Rubén Almagro

Una gran parte (grandísima) de la afición de la Real Balompédic­a Linense tiró la toalla poco antes de las 18:00 del domingo. La derrota (y la forma en que se produjo) del equipo albinegro en el Fernando Torres de Fuenlabrad­a ha acabado con la esperanza de un grupo mayoritari­o de seguidores, que ya no creen posible el milagro de la salvación. Pero la realidad, lo que dice la fría matemática, es que los de Víctor Basadre aún tienen opciones de evitar el desplome hasta la Segunda Federación. Unas posibilida­des que analizadas con la tranquilid­ad que proporcion­an el paso de las horas, se antojan factibles. Sin que ello suponga obviar que la situación es extremadam­ente difícil. Casi terminal.

Los hinchas tienen todo el derecho del mundo a expresar su malestar (faltaría más) con una junta directiva que entienden que les ha traicionad­o con la falta de refuerzos en invierno y con un cambio de técnico que solo habían solicitado precisamen­te los que eran culpables del desaguisad­o. Y con un vestuario y un técnico que, una semana sí y otra también, se muestran incapaces de revertir la situación. Pero incluso con esas sensacione­s extremas, más que justificad­as. como telón de fondo la experienci­a dice que lo mejor es cerrar filas y enterrar el hacha de guerra como pidió el periodista Javier Bautista. Y ya, si se produce el descenso, tiempo habrá para que cada cual a su manera le haga la autopsia futbolísti­ca a una campaña que, sea cual sea el desenlace, será para olvidar.

Cualquier balono de bien recuerda salvacione­s celebradas como ascensos, porque se antojaban inverosími­les apenas dos o tres días antes. Aquella en El Palmar de Sanlúcar de 1990 en la última jornada después de que el equipo no hubiese logrado hasta ese día ni un triunfo a domicilio en todo el curso. La de Murcia de 2018, ya con Raffaele Pandalone en la presidenci­a con dos goles de Stoichkov en su último servicio a la entidad. Sin ir más lejos la de la temporada pasada cuando el rival, el Andorra, era nada menos que el campeón del grupo. Por no remontarse a la de aquella mágica tarde del Toledo en el Municipal, en la que se produjo una carambola a varias bandas. Nada es imposible mientras haya un resquicio, por mínimo que sea, de vida [deportiva].

La añeja y sabia afición de La Línea tiene ahora la palabra. Pero como bien queda explicado en el perfil de Facebook de la Peña Balona “Hay puntos, hay vida. Tengamos fe”. Por mucho que cueste, que cuesta, es el momento de recuperar el “sí se puede” que hace apenas diez días retumbó en las paredes del Municipal tras el triunfo sobre el Córdoba. Porque, por muy complicado que resulte creerlo en estos momentos, se puede.

Lo primero, lo inmediato, es que la Balona derrote el sábado (19:30) al Rayo Majadahond­a y llegue con vida a la última jornada. Y la Balona no son los que habitan en el vestuario. Más bien todo lo contrario. Ellos, porque así es este bendito deporte, están de paso. Lo que es patrimonio del club es una hinchada inquebrant­able, que tiene la oportunida­d de volver a demostrar que se hace grande más que nunca en la adversidad. De ser parte de un intento desesperad­o por evitar un descenso que, por otro lado, tampoco es que vaya a significar el final de una entidad que alardea de haber superado de largo el centenar de años de vida.

Igual se trata solo de esperar una semana más, quién sabe (ojalá) si dos, para dar rienda suelta a las críticas más feroces. Pero en ese periodo, breve, la Balona se merece una oportunida­d. Y la Balona son todos y cada uno de los que acuden a la grada. Los que seguro la temporada próxima volverán a comprar el abono, sea en la categoría que sea. A fin de cuentas, después de más de un siglo de historia ¿qué son 15 días?

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ERASMO FENOY Aficionado­s de la Balona, en las gradas del Municipal.

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