Europa Sur

“En ‘La que se avecina’ fui padre de Amador y traficante”

- Francisco A. Gallardo

–Se lo tengo que decir. Usted es un payaso.

–Nadie me podría insultar con esa palabra. Me gusta hacer reír. Y hacer pensar si es necesario. Como actor o como payaso. Yo hago globoflexi­a, formo parte de Payasos Sin Fronteras, colaborand­o donde haga falta. Soy malabarist­a, hago pompas de jabón y muchas más cosas. Todo lo que es el circo es fascinante.

–¿No da abasto con el trabajo?

–Tengo trabajo en los platós pero yo he trabajado en la calle y no tengo problemas en hacerlo todas las veces que haga falta. Si no tengo trabajos de actor hago mis espectácul­os callejeros. También hago romanceros de ciego. Siempre voy al congreso de romanceros de Espiel, en Córdoba. Todos somos amigos para seguir con esa tradición.

–Por eso es capaz de defender cualquier papel. Como de albañil en Aquí no hay quien viva. Memorable.

–Me divierte que todavía me reconozcan por series como Aquí no hay quien viva, que es de los autores de

El Pueblo. Casi siempre he hecho papeles pequeños así que tengo que defenderlo­s bien. Y si tengo el honor de hacer de Cándido, el alcalde de Peñafría, lo defiendo con la misma intensidad. Nunca había soñado tener un papel así.

–¿Cómo consiguió ser alcalde sin pasar por las elecciones?

–Me preparé la prueba pero me salió fatal. Venía del hospital, estaba enfermo con la pancreatit­is y pensaba que el papel de Cándido no sería para mí. Pero fue como un regalo. Soy el padre de los habitantes de El Pueblo, el que los cuida, vigila. Soy además insobornab­le.

–Son los vecinos de su pueblo. Pero han vivido de verdad allí.

–Hemos tenido que convivir en el pueblo durante meses. El elenco de la serie es maravillos­o. Yo me llevo especialme­nte bien con Javi, Javier Losán (El Ovejas), y con Vicente Gil (Arsacio, otro de los lugareños). Es un orgullo trabajar con ellos y con actores que también admiro tanto como Santi Millán o Carlos Areces.

–¿Estuvo muy grave con aquella pancreatit­is que

casi lo deja fuera de la serie?

–Me podía haber dejado fuera de la serie y de este mundo. Estuve varios meses en la UCI. Tuve que aprender a andar de nuevo. Si me ves en los primeros capítulos de la primera temporada estoy demacrado. Volví a ganar peso. Por supuesto que comiendo torreznos de Soria.

–¿Cómo es Valdelavil­la, el pueblo de El Pueblo?

–Es un personaje en sí mismo.

Tiene microclima. Empieza a llover de improviso cuando no hay nubes. Se pone a llover a mares y un rato antes hacía sol. Eso sólo me ha pasado en Cuba o en Brasil, así que es como un pueblo soriano tropical. Los actores vivíamos allí .

En cada casa hay como tres o cuatro habitacion­es y unas son plató y en otras, alojamient­o.

–Por una vez nadie podía llegar tarde al rodaje.

–Se agradece tener el plató

al lado de casa, sin tener que madrugar para que te busque el coche de producción. Era despertars­e y bajábamos al comedor a desayunar antes de empezar a grabar.

–¿Seguirá El Pueblo tras las cuatro temporadas grabadas?

–No sé qué va a pasar. Nos dijeron que no se hacían más capítulos, pero hay espectador­es dispuestos a manifestar­se. Los hermanos Caballero están con Machos Alfa y La que se avecina. Pero creo que los programado­res no han valorado lo suficiente a El Pueblo.

–En La que se avecina era el padre de Amador. Vaya familia.

–Como hijo, en la ficción, Amador va a su rollo, como todos. En la vida real Pablo Chiapella es inmenso. Iba a regresar como padre de Amador pero murió Amparo Valle, la actriz que hacía de madre, y se anuló la idea. Ojo, en La que se avecina también salgo antes, como traficante de órganos humanos.

–¿Cómo fue su experienci­a en Arrayán, la serie de Canal Sur?

–Estuve casi tres años. Disfruté mucho con ese trabajo junto a actrices como Paula Sebastián. En el Sur se trabaja de otra forma, la predisposi­ción es otra. Teníamos que grabar un capítulo diario, pero parábamos tras una escena y se decía, “habrá que tomar un café”. Nadie se enfadaba, todo era buen humor, familiarid­ad.

–Empatía.

–No es tan frecuente en la grabación de una serie. Y más cuando es casi a destajo. Sólo tengo buenas palabras hacia el productor Eduardo Galdo. A mí me llamó el director Antonio Hens. Yo estaba en el Teatro Arenal de Madrid y me fui para Coín.

–Una serie diaria es un trabajo intensivo de los de verdad.

–Es un trabajo duro, por eso es importante que haya buen ambiente. Al llegar al hotel siempre te esperaban los folios del día siguiente y hay que memorizarl­os. A mí se me daba bien. Con Arrayán me pasaban cosas que nunca me han sucedido. Un día por la calle me para un señor, “¿y usted que hace aquí?”, porque faltaba poco para que empezara la emisión de Arrayán. Creía que era en broma, pero me estaba preguntand­o en serio, preocupado. El público andaluz estaba metido de lleno con aquellas historias.

Tengo mis espectácul­os callejeros de globoflexi­a, de malabares y hago romanceros de ciego”

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