La ciudad hormigonada
● Se echan en falta propuestas de altura en la presente campaña electoral para las municipales del próximo domingo, con modelos integrales para la Algeciras del siglo XXI
HA hecho pública el Ayuntamiento de Algeciras la inminente licitación de las obras para sustituir varias de las pesadas losas que cubren el arroyo del Saladillo, a su paso por la calle Camarón de la Isla, en La Juliana, y en dos puntos de la calle Ponce de León. También hará lo propio en el río de la Miel, en la calle Velázquez. Se trata de trabajos más bien menores destinados a garantizar la seguridad, después de que varias de esas losas se hayan venido abajo parcialmente por el paso de vehículos. Sin embargo, visto desde otra perspectiva, el anuncio municipal es la consolidación de un modelo de ciudad hormigonada, alejado del que la vio nacer siglos atrás, el de las Algeciras, la Al-yazira al-jadra surgida, a su vez, de las ruinas de la Iulia Traducta romana. Pocas ciudades como la que habitamos han perpetrado un atentado como ocultar bajo tierra las arterias de agua y vida que conformaron su paisaje. Y pocas como esta se empeñan en mantener los errores de antaño sin atisbo de enmienda.
Apoyado en las fotos tomadas por Miguel Ángel del Águila a comienzos de los años 70 del siglo pasado, Pepe Juan Yborra describió perfectamente en Europa Sur el calamitoso proceso de entubamiento del río de la Miel, sin debate ciudadano y a las bravas – como correspondía a la época– bajo al argumento de evitar posibles avenidas e inundaciones y los malos olores provocados por los vertidos fecales. El problema se resolvió bajo capas de cemento y trasladándolo, desde Pajarete a Los Ladrillos, donde aquel río de dulces aguas pasadas desemboca hoy triste y anónimo.
Una ciudad del S.XXI debería aspirar a más. En la presente campaña electoral se echan en falta propuestas de altura, modelos integrales de ciudad, acordes a los requerimientos del conjunto de los vecinos de todas las barriadas. Imaginemos el río de la Miel de nuevo al descubierto, hasta llegar al mar, con su agua limpia, su fauna y flora recuperadas, paseos fluviales para recorrer ambas orillas y el cercano patio del Coral sacado de sus ruinas. Otro tanto puede decirse del arroyo del Saladillo. ¿Acaso no se han detectado nutrias a unos pocos kilómetros, en el arroyo del Pícaro y en el río Palmones? ¿Qué eran hasta hace pocos años, sino cloacas inmundas a cielo abierto, la ría de Bilbao, el Manzanares en Madrid o el Guadaira en Sevilla?
Si la Zona Baja de Algeciras lleva décadas feneciendo no es a causa de “la invasión musulmana”, como proclaman unos pocos desalmados ignorantes, depredadores de votos, sino por una política urbanística especulativa que facilitó el desplazamiento de las áreas comerciales fuera del casco urbano, que actuó al margen de los intereses vecinales, que despreció el legado de la historia y que acabó con un entorno natural emblemático. Las papeleras para el reciclaje de los desechos,
Pocas ciudades como esta se empeñan en mantener los errores sin atisbo de enmienda
los bancos nuevos para sentarse y los árboles cubiertos de labores de ganchillo son insuficientes para devolver la vida al barrio. Tampoco las cámaras de vigilancia. Los fondos europeos están destinados, justamente, a revertir situaciones como las descritas, no a poner parches.
El proyecto del Lago Marítimo y la reforma parcial del Llano Amarillo supondrán, a medio plazo, la regeneración de un amplio espacio en la zona norte de la ciudad, un lugar de esparcimiento para todos y un escaparate donde Algeciras se verá reflejada, pero queda mucha faena al sur y en el conjunto de las barriadas.