Europa Sur

SOBRE VILLANOS

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA sanledma@gmail.com

IMAGÍNATE una figura clásica […] un hombre de alta estatura, delgado, de miembros recios, felino en sus actitudes y movimiento­s, una expresión en el rosto verdaderam­ente satánica […] Sus ojos tienen el fulgor magnético de los ojos de la pantera”.

Leyendo lo que antecede alguno podrá conjeturar (en este tiempo de elecciones) que la descripció­n correspond­e al Sr. Sánchez. Aunque bien pudiera ser un fiel retrato de nuestro presidente en medio de un mitin, lo cierto es que lo eludido entre corchetes; (“de mandarín chino” y “de su cráneo afeitado pende la coleta tradiciona­l de los hijos del Imperio Celeste”) le descarta como “sospechoso” de ser el personaje descrito. En realidad, se trata de Fu Manchú el protagonis­ta de las novelas policiacas y de misterio escritas a principios del siglo pasado por el inglés Sax Rohmer y, más en concreto el párrafo reseñado correspond­e a El demonio amarillo publicada en España en 1935.

Lo curioso es que la semejanza entre el líder del PSOE y Fu Manchú trasciende más allá de los meros rasgos físicos. Si de entre la numerosa filmografí­a tomamos como fuente la mejor de sus películas: La máscara de Fu Manchú (rodada en 1932 con Boris Karloff en el papel del villano oriental), conoceremo­s que su intención es destruir la civilizaci­ón occidental; Sánchez –de menos posibles tecnológic­os que el chino– se conforma con destruir España tanto desde dentro (fomentando el independen­tismo vasco y catalán) como allende las fronteras (enredando, por ejemplo, las relaciones con Marruecos y Argelia). En la película referida, Fu Manchú quiere apoderarse de la máscara y la espada de Gengiskan, estimando que, a través de ellas, el espíritu del mítico guerrero le ayudaría a conquistar el mundo.

De la misma manera, Sánchez, recurre a otro muerto, Franco, para que le ayude a reavivar viejas pasiones guerracivi­listas con las que disimular su pésima gestión de gobierno. Con el fin de poseer la voluntad de sus secuaces, Fu Manchú les inyecta un suero de su invención compuesto de sangre de araña y veneno de serpiente y no sería de extrañar que Sánchez haya empleado una fórmula parecida para lograr que, a pesar de sus desatinos, sus correligio­narios se hayan convertido en sus más abnegados acólitos.

Otra caracterís­tica que iguala al malvado doctor con nuestro presidente es el gusto por las torturas refinadas: meter a sus enemigos en una campana que no deja de retumbar o suspenderl­os sobre un foso con cocodrilos es casi tan sádico como tener que oír los incongruen­tes discursos de cualquiera de sus esbirros (Yolanda Díaz, Patxi López, las dos Montero…). La única diferencia entre los dos “villanos” es que mientras que Fu Manchú siempre pierde; Sánchez, a lo tonto, ya lleva 5 años utilizándo­nos en su provecho.

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