Zahara, 1972.
Repite como candidato popular por segunda vez a unos comicios municipales este zahareño, que se dedica actualmente a la hostelería en su pueblo. A priori parece tener pocas posibilidades de gobernar en un pueblo eminentemente socialista. En 2019 consiguió tres ediles.
2015.
Enfrente tendrá a Pedro Ramírez Aguilar, del PP, y a Concepción Jiménez Álvarez, por IU. De la segunda y su lista poco pueden decir los lugareños. “No los conoce nadie”, admite Rubén Saborido Atienza detrás de la barra del Bar La Cabaña. Del aspirante popular cuenta, por otro lado, que “es camarero en el pueblo y también pinta y hace chapuzas. Es la segunda vez que se presenta a las elecciones”, pero “aquí va a ganar el PSOE, se dan como ganadores aunque hay gente a disgusto con ellos, no por el alcalde en sí sino por lo que tiene detrás”, explica el hostelero dando una de cal y otra de arena al statu quo.
Porque la soltura hacia la plática de la que hacen gala los forasteros contrasta, en plena campaña electoral, con el meditado silencio de algunos convecinos acerca de su que desempeñaba desde pueblo. Prefieren no mojarse o entonan el consabido “soy apolítica” o “no hablo de eso”. Saborido Atienza, por el contrario, sí que lo hace a pecho descubierto. “El pueblo está enfocado en el turismo, hay más excursiones al día, aunque es un enfoque desmedido. El alcalde trae inversiones y se ha notado muchísimo, pero si el turismo se para, para todo. Lo hemos visto en la pandemia”, admite.
El empleo escasamente diversificado supone uno de los caballos de batalla de Zahara de la Sierra. “Es un pueblo chico y no hay trabajo. Antes sí existían escuelas talleres y ahora hay bolsas de trabajo de quince días”, compara Saborido Atienza. Señala además a Ubrique como ejemplo de una localidad que ha sabido enfilar su supervivencia económica hacia el sector de la piel “desde hace dos años”. Concreta así que “antes de la crisis vivía mucha gente de este sector” y “ahora todo el mundo quiere comprarse una casa como segunda vivienda y hacerse rico cuando aquí vivimos mil gatos”. Un parroquiano del bar apunta en este sentido que “entre el